/ martes 22 de junio de 2021

El Nigromante, conocido también como “El Voltaire mexicano”

Considerado como “El Voltaire mexicano”, Juan Ignacio Paulino Ramírez Calzada, fue igualmente reconocido en su época como El nigromante, y quien ocupa una mención honorífica en los libros de historia al ser uno de los hombres que impulsaron las Leyes de Reforma.

Muchos nos preguntamos, ¿quién era Ignacio Ramírez?, ¿qué relevancia posee en nuestra memoria colectiva?. Les puedo decir que el famoso “Nigromante” nació en San Miguel de Allende el 22 de junio de 1818. Destacó como escritor, poeta, periodista, abogado, político e ideólogo.

A él lo encontramos representado en la estatua que se encuentra en el Paseo de la Reforma y de igual forma en el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, del pintor Diego Rivera.

Por su raíz liberal, Ramírez fue crudamente criticado por una sociedad enquistada en el conservadurismo clásico, en especial al poner de manifiesto su siguiente pensamiento. “No hay Dios, los seres de la naturaleza se sostiene por sí mismos”. Una expresión que recibió el rechazo y la esperada intolerancia religiosa.

Esta tesis escandalizó a la escena política y social del momento. Sin embargo, Ignacio Ramírez planteaba una teoría basada en los principios más rígidos de las ciencias exactas al mencionar “que la materia era indestructible, por consiguiente, eterna y que en ese sistema podía suprimirse, por tanto, un Dios creador y conservador”.

El escrutinio y escarnio social no se hizo esperar. Le pusieron infinidad de sobrenombres. Algunos hasta se persignaron en su presencia. Pero, Ignacio Ramírez poseía una de las mentes más brillantes. El haberse bebido tantas bibliotecas, y estudiar desde las ciencias naturales hasta las bellas artes, le bastaron para conservar todo un caudal de conocimientos.

Muchos proyectaron la idea de que utilizó su sabiduría como “luz de una antorcha”, incluso como un hechizo porque mágicamente lo transformaba todo. Así fue como le apodaron El Nigromante”.

De acuerdo al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, se menciona que un nigromante es aquella persona que practica la nigromancia, es decir una actividad que pretende adivinar el futuro invocando a los muertos o bien la magia negra. Pero, el sentido de la palabra poco tenía que ver con la realidad y los fundamentos construidos en la mente de Ignacio Ramírez.

Su espíritu inquisitivo fue el sello que arropó en gran medida su personalidad. Y tal vez por ello siempre fue visto como un personaje incómodo para el gobierno conservador. Un hecho que provocó en él, defender a “capa y espada”, la verdadera transformación del país en lo económico, religioso y político.

Sus ideales y su lucha por dichas convicciones, hicieron que el entonces presidente oaxaqueño Benito Juárez lo llamara para enrolarse a propugnar las mismas causas y así fue como logró convertirse en Secretario de Justicia e Instrucción Pública.

La aportación del famoso “Nigromante” a la escena política y académica de México fue trascendental. Una vez que llegó a la instancia pública fundó la Biblioteca Nacional y unificó la educación primaria de la capital con el resto de las entidades federativas.

De igual forma, en su ideario resalta la educación de los indígenas, la nueva educación que amparaba a los libros de texto así como el establecimiento de una educación popular.

Hoy recordamos el gran legado que nos dejó Ignacio Ramírez El Nigromante, el Voltaire mexicano, quien dejó esta vida el 15 de junio de 1879, instante en el que ocupaba el cargo de magistrado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

En una magnífica carta dirigida a Ignacio Manuel Altamirano, Ignacio Ramírez citó un poema de Voltaire:

Yo quise ¡Oh Dios!, contemplarte

Y en mi corazón te vi;

Si tu imagen no está aquí

No existe en ninguna parte

Cuán mutilado en el arte

de los teólogos te veo

Solo llena mi deseo

la sabia naturaleza

Reflejo de tu grandeza:

porque te siento te creo.

Considerado como “El Voltaire mexicano”, Juan Ignacio Paulino Ramírez Calzada, fue igualmente reconocido en su época como El nigromante, y quien ocupa una mención honorífica en los libros de historia al ser uno de los hombres que impulsaron las Leyes de Reforma.

Muchos nos preguntamos, ¿quién era Ignacio Ramírez?, ¿qué relevancia posee en nuestra memoria colectiva?. Les puedo decir que el famoso “Nigromante” nació en San Miguel de Allende el 22 de junio de 1818. Destacó como escritor, poeta, periodista, abogado, político e ideólogo.

A él lo encontramos representado en la estatua que se encuentra en el Paseo de la Reforma y de igual forma en el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, del pintor Diego Rivera.

Por su raíz liberal, Ramírez fue crudamente criticado por una sociedad enquistada en el conservadurismo clásico, en especial al poner de manifiesto su siguiente pensamiento. “No hay Dios, los seres de la naturaleza se sostiene por sí mismos”. Una expresión que recibió el rechazo y la esperada intolerancia religiosa.

Esta tesis escandalizó a la escena política y social del momento. Sin embargo, Ignacio Ramírez planteaba una teoría basada en los principios más rígidos de las ciencias exactas al mencionar “que la materia era indestructible, por consiguiente, eterna y que en ese sistema podía suprimirse, por tanto, un Dios creador y conservador”.

El escrutinio y escarnio social no se hizo esperar. Le pusieron infinidad de sobrenombres. Algunos hasta se persignaron en su presencia. Pero, Ignacio Ramírez poseía una de las mentes más brillantes. El haberse bebido tantas bibliotecas, y estudiar desde las ciencias naturales hasta las bellas artes, le bastaron para conservar todo un caudal de conocimientos.

Muchos proyectaron la idea de que utilizó su sabiduría como “luz de una antorcha”, incluso como un hechizo porque mágicamente lo transformaba todo. Así fue como le apodaron El Nigromante”.

De acuerdo al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, se menciona que un nigromante es aquella persona que practica la nigromancia, es decir una actividad que pretende adivinar el futuro invocando a los muertos o bien la magia negra. Pero, el sentido de la palabra poco tenía que ver con la realidad y los fundamentos construidos en la mente de Ignacio Ramírez.

Su espíritu inquisitivo fue el sello que arropó en gran medida su personalidad. Y tal vez por ello siempre fue visto como un personaje incómodo para el gobierno conservador. Un hecho que provocó en él, defender a “capa y espada”, la verdadera transformación del país en lo económico, religioso y político.

Sus ideales y su lucha por dichas convicciones, hicieron que el entonces presidente oaxaqueño Benito Juárez lo llamara para enrolarse a propugnar las mismas causas y así fue como logró convertirse en Secretario de Justicia e Instrucción Pública.

La aportación del famoso “Nigromante” a la escena política y académica de México fue trascendental. Una vez que llegó a la instancia pública fundó la Biblioteca Nacional y unificó la educación primaria de la capital con el resto de las entidades federativas.

De igual forma, en su ideario resalta la educación de los indígenas, la nueva educación que amparaba a los libros de texto así como el establecimiento de una educación popular.

Hoy recordamos el gran legado que nos dejó Ignacio Ramírez El Nigromante, el Voltaire mexicano, quien dejó esta vida el 15 de junio de 1879, instante en el que ocupaba el cargo de magistrado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

En una magnífica carta dirigida a Ignacio Manuel Altamirano, Ignacio Ramírez citó un poema de Voltaire:

Yo quise ¡Oh Dios!, contemplarte

Y en mi corazón te vi;

Si tu imagen no está aquí

No existe en ninguna parte

Cuán mutilado en el arte

de los teólogos te veo

Solo llena mi deseo

la sabia naturaleza

Reflejo de tu grandeza:

porque te siento te creo.