/ domingo 4 de noviembre de 2018

El mensaje de Cuernavaca…

El primer fin de semana de noviembre fue de altos contrastes en Cuernavaca.

Por un lado, decenas de miles de personas estuvieron en el Centro Histórico disfrutando de cuanto la ciudad tiene por ofrecer a propios y extraños; los restaurantes y comercios se vieron repletos de gente, que si bien no consumía mucho (cuestión de ingresos), sí dinamizó una zona que hace mucho no veía a tantas personas congregadas, la mayoría en fiestas relativas al Día de Muertos, pero muchas otras sólo por el placer de convivir en una ciudad que se ve mucho más hermosa cuando se llena con lo colorido de sus visitantes. Parecía Cuernavaca resucitar, olvidarse de su pasado reciente, de la inseguridad, de la confrontación política. Todo indicaba que volvíamos al sueño de la eterna primavera porque ni la lluvia pudo espantar a nadie.

Pero no fue así, el mediodía del sábado el futuro administrador de la ciudad, Antonio Villalobos Adán, nos recordaría que ninguna catrina debe sacarnos de la realidad y anunciaba su retiro temporal de las actividades públicas por las amenazas que ha recibido y que, dijo, hasta han puesto un precio a su vida (sé que aquí pudimos haber preguntado cuál era ese precio, pero la ocasión parecía extraordinariamente solemne como para entrar en detalles comerciales). Bromas aparte, el baño de realidad que nos impuso el casi alcalde demuestra que la paz no llega así nada más, hay que construirla. Por supuesto que cualquier intento de amedrentar a ciudadanos o autoridades son reprobables y deben investigarse por la gravedad que entrañan, especialmente si, como dice Villalobos Adán, estas amenazas derivan de una intención por acabar con esquemas de corrupción al interior del Ayuntamiento de Cuernavaca. Pero tampoco deben esas amenazas distraernos demasiado, a ciudadanos y futuras autoridades, de lo que debe hacerse para mantener la ciudad con la vida y la alegría que mostró este fin de semana, durante por lo menos la mayoría de los días del año.

Porque algo curioso es que los miles de paseantes en las calles desde el jueves hasta el domingo no parecían preocuparse por el rejuego político que atosiga al equipo del alcalde electo, tampoco lucían especialmente preocupados por el futuro de quienes presuntamente encabezan los grupos corruptos en el Ayuntamiento, que han sido reiteradamente denunciados por propios y extraños. Al contrario, todo apuntaba a que esos temas eran ajenos a los ciudadanos que parecen cansados de la confrontación política y están listos para ponerse a trabajar y hacer sus vidas incluso si ello significa relevar al gobierno de sus pensamientos, y volver a hacerse cargo, en comunidad, de su ciudad.

El mensaje de Cuernavaca desde el jueves debiera ser aterrador para los políticos porque la ciudad mostró un nuevo brío. Aunque Cuauhtémoc Blanco fue figura en el desfile que condujo a la inauguración del Miquiztli en el Jardín Borda, el atractivo principal fue la gente, su entusiasmo, sus disfraces, su alegría, y se mantuvo así todo el fin de semana. El mensaje parece decir que la ciudad es mucho más, y también excelsamente mejor que sus políticos, y si bien es una extraordinaria noticia para los ciudadanos, debe ser horrorosa para los políticos que tendrán que prever que, lo mismo que la gente ha salido para divertirse, bien puede romper el cerco para otras cosas, como para exigir a quienes les hemos encargado la administración de la ciudad y del estado, que dejen el escándalo, el escarnio, el pleito, y se pongan a trabajar, a final de cuentas, para eso les estamos pagando.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

El primer fin de semana de noviembre fue de altos contrastes en Cuernavaca.

Por un lado, decenas de miles de personas estuvieron en el Centro Histórico disfrutando de cuanto la ciudad tiene por ofrecer a propios y extraños; los restaurantes y comercios se vieron repletos de gente, que si bien no consumía mucho (cuestión de ingresos), sí dinamizó una zona que hace mucho no veía a tantas personas congregadas, la mayoría en fiestas relativas al Día de Muertos, pero muchas otras sólo por el placer de convivir en una ciudad que se ve mucho más hermosa cuando se llena con lo colorido de sus visitantes. Parecía Cuernavaca resucitar, olvidarse de su pasado reciente, de la inseguridad, de la confrontación política. Todo indicaba que volvíamos al sueño de la eterna primavera porque ni la lluvia pudo espantar a nadie.

Pero no fue así, el mediodía del sábado el futuro administrador de la ciudad, Antonio Villalobos Adán, nos recordaría que ninguna catrina debe sacarnos de la realidad y anunciaba su retiro temporal de las actividades públicas por las amenazas que ha recibido y que, dijo, hasta han puesto un precio a su vida (sé que aquí pudimos haber preguntado cuál era ese precio, pero la ocasión parecía extraordinariamente solemne como para entrar en detalles comerciales). Bromas aparte, el baño de realidad que nos impuso el casi alcalde demuestra que la paz no llega así nada más, hay que construirla. Por supuesto que cualquier intento de amedrentar a ciudadanos o autoridades son reprobables y deben investigarse por la gravedad que entrañan, especialmente si, como dice Villalobos Adán, estas amenazas derivan de una intención por acabar con esquemas de corrupción al interior del Ayuntamiento de Cuernavaca. Pero tampoco deben esas amenazas distraernos demasiado, a ciudadanos y futuras autoridades, de lo que debe hacerse para mantener la ciudad con la vida y la alegría que mostró este fin de semana, durante por lo menos la mayoría de los días del año.

Porque algo curioso es que los miles de paseantes en las calles desde el jueves hasta el domingo no parecían preocuparse por el rejuego político que atosiga al equipo del alcalde electo, tampoco lucían especialmente preocupados por el futuro de quienes presuntamente encabezan los grupos corruptos en el Ayuntamiento, que han sido reiteradamente denunciados por propios y extraños. Al contrario, todo apuntaba a que esos temas eran ajenos a los ciudadanos que parecen cansados de la confrontación política y están listos para ponerse a trabajar y hacer sus vidas incluso si ello significa relevar al gobierno de sus pensamientos, y volver a hacerse cargo, en comunidad, de su ciudad.

El mensaje de Cuernavaca desde el jueves debiera ser aterrador para los políticos porque la ciudad mostró un nuevo brío. Aunque Cuauhtémoc Blanco fue figura en el desfile que condujo a la inauguración del Miquiztli en el Jardín Borda, el atractivo principal fue la gente, su entusiasmo, sus disfraces, su alegría, y se mantuvo así todo el fin de semana. El mensaje parece decir que la ciudad es mucho más, y también excelsamente mejor que sus políticos, y si bien es una extraordinaria noticia para los ciudadanos, debe ser horrorosa para los políticos que tendrán que prever que, lo mismo que la gente ha salido para divertirse, bien puede romper el cerco para otras cosas, como para exigir a quienes les hemos encargado la administración de la ciudad y del estado, que dejen el escándalo, el escarnio, el pleito, y se pongan a trabajar, a final de cuentas, para eso les estamos pagando.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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