/ miércoles 5 de febrero de 2020

El IMSS y su vejez…

El problema del IMSS, igual que el de muchas otras instituciones del Estado Mexicano, es que se hizo muy viejo demasiado pronto y eso, por más que se utilicen terminajos ideológicos para justificar el actual estado de cosas, no tiene qué ver con el neoliberalismo ni con el populismo, sino con un problema de diseño institucional que no permite adaptarse fácilmente a las transformaciones.

Aunque en términos muy generales el IMSS, y en general el sector salud de México, igual que la escuela pública, son viejos confiables. Uno puede acudir a ellos y, a pesar del innecesario sufrimiento derivado de un modelo de atención centrado en el trabajador más que en el usuario, resolver problemas muy elementales y algunos no tanto. Pero conceder eso no tendría que ser un pretexto para aplazar más el urgente rediseño institucional que permitiría la evolución permanente de instituciones que se apresuran a cumplir ciclos y con ello comprometer la estabilidad social y política del país.

La cantidad de bromas que se hacen sobre el servicio público en general es divertida porque refleja verdades que nadie se atrevería a negar y que tienen mucho qué ver con el burocratismo, la lentitud, la inexactitud, y en términos generales, el mal trato que los millones de usuarios de las instituciones públicas reciben y cuyas evidencias se han convertido en parte de la “normalidad institucional”.

Por supuesto que la transformación del IMSS, igual que la del resto de las instituciones del Estado, requiere de la voluntad política, y por lo que se nota, el actual director, Zoé Robledo tiene suficientes ganas de lograr transformaciones profundas en el instituto, que invertirá en infraestructura, en ampliación de turnos, contratación de personal, y otros rubros necesarios para mejorar el servicio. Pero no todo es la voluntad, ni el dinero, es urgente tener un diagnóstico mucho más claro de los motivos que llevaron al IMSS a hacerse viejo e incidir en que esas condiciones no se repitan, sobre todo en un mundo donde la única y vertiginosa constante es el cambio, la transformación, la evolución. Dotar al IMSS de esa capacidad hace 30 años, por ejemplo, habría impedido la insuficiencia en sus servicios y los problemas del sistema de pensiones.

Parece que el diagnóstico institucional no ha contemplado eso, es decir, se reconoce que el IMSS es una institución que se ha quedado atrás en el tiempo y la necesidad de adaptar algunos de sus trámites y procedimientos a la actualidad, pero no la posibilidad de que el Consejo del IMSS pueda anticiparse a los cambios que son evidentes, por ejemplo el smart working, el freelancismo, y otras formas de relaciones laborales; los que se darán en el patrón de enfermedades y hábitos de cuidado de la salud, la alimentación, las relaciones familiares, por ejemplo.

No es un asunto privativo del IMSS, por cierto, todas las instituciones públicas obedecen a un modelo de estado autoritario y paternal cuyo éxito temporal se fundó en cierta uniformidad demográfica; ese tiempo acabó. Hoy necesitamos a los diseñadores de instituciones, además de la voluntad política.


Twitter: @martinellito

Correo: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

El problema del IMSS, igual que el de muchas otras instituciones del Estado Mexicano, es que se hizo muy viejo demasiado pronto y eso, por más que se utilicen terminajos ideológicos para justificar el actual estado de cosas, no tiene qué ver con el neoliberalismo ni con el populismo, sino con un problema de diseño institucional que no permite adaptarse fácilmente a las transformaciones.

Aunque en términos muy generales el IMSS, y en general el sector salud de México, igual que la escuela pública, son viejos confiables. Uno puede acudir a ellos y, a pesar del innecesario sufrimiento derivado de un modelo de atención centrado en el trabajador más que en el usuario, resolver problemas muy elementales y algunos no tanto. Pero conceder eso no tendría que ser un pretexto para aplazar más el urgente rediseño institucional que permitiría la evolución permanente de instituciones que se apresuran a cumplir ciclos y con ello comprometer la estabilidad social y política del país.

La cantidad de bromas que se hacen sobre el servicio público en general es divertida porque refleja verdades que nadie se atrevería a negar y que tienen mucho qué ver con el burocratismo, la lentitud, la inexactitud, y en términos generales, el mal trato que los millones de usuarios de las instituciones públicas reciben y cuyas evidencias se han convertido en parte de la “normalidad institucional”.

Por supuesto que la transformación del IMSS, igual que la del resto de las instituciones del Estado, requiere de la voluntad política, y por lo que se nota, el actual director, Zoé Robledo tiene suficientes ganas de lograr transformaciones profundas en el instituto, que invertirá en infraestructura, en ampliación de turnos, contratación de personal, y otros rubros necesarios para mejorar el servicio. Pero no todo es la voluntad, ni el dinero, es urgente tener un diagnóstico mucho más claro de los motivos que llevaron al IMSS a hacerse viejo e incidir en que esas condiciones no se repitan, sobre todo en un mundo donde la única y vertiginosa constante es el cambio, la transformación, la evolución. Dotar al IMSS de esa capacidad hace 30 años, por ejemplo, habría impedido la insuficiencia en sus servicios y los problemas del sistema de pensiones.

Parece que el diagnóstico institucional no ha contemplado eso, es decir, se reconoce que el IMSS es una institución que se ha quedado atrás en el tiempo y la necesidad de adaptar algunos de sus trámites y procedimientos a la actualidad, pero no la posibilidad de que el Consejo del IMSS pueda anticiparse a los cambios que son evidentes, por ejemplo el smart working, el freelancismo, y otras formas de relaciones laborales; los que se darán en el patrón de enfermedades y hábitos de cuidado de la salud, la alimentación, las relaciones familiares, por ejemplo.

No es un asunto privativo del IMSS, por cierto, todas las instituciones públicas obedecen a un modelo de estado autoritario y paternal cuyo éxito temporal se fundó en cierta uniformidad demográfica; ese tiempo acabó. Hoy necesitamos a los diseñadores de instituciones, además de la voluntad política.


Twitter: @martinellito

Correo: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx