/ jueves 15 de agosto de 2019

El fondo de infraestructura social en la 4T

Hace aproximadamente un mes, el 12 de julio, la Secretaría de Bienestar publicó en el Diario Oficial de la Federación los nuevos lineamientos generales para la operación del fondo de aportaciones para la infraestructura social.

Sin cambios sustanciales para este año, dejó una clara advertencia sobre algo que parecería afectar su futuro al señalar en sus Considerandos “que el Gobierno Federal está llevando a cabo una reestructuración de fondo, terminando con la política neoliberal que sólo ha ocasionado desigualdad y rezago social.”

Dados los cambios o mejor dicho cancelaciones de recursos y/o programas que existían en materia social, este fondo se consolida como el principal instrumento de reducción de la pobreza multidimensional y que no depende “del todo” de las políticas de la 4T, ya que sus principales criterios y objetivos derivan de una Ley (la de Coordinación Fiscal).

Para 2019 y ya con los nuevos lineamientos publicados, observamos que el FAIS mantiene su aspecto central: el direccionamiento de los recursos.

Los proyectos continúan enfocándose a las zonas de atención prioritaria y continúa la tendencia de dirigir mayores recursos a los municipios o localidades con los dos grados más altos de rezago social, así como por sus condiciones de pobreza extrema. Por el tipo de las inversiones, se mantiene el financiamiento de proyectos de incidencia directa y complementaria en la reducción de indicadores, así como la posibilidad de invertir una mayor cantidad en casos de desastres naturales.

Recordemos que este año es el primero en aplicar el artículo 11 transitorio del PEF 2019, en el cual se estableció que los lineamientos del FAIS deberían permitir a los Estados y Municipios usar hasta un sesenta por ciento de los recursos en acciones de carácter complementario, es decir, a “proyectos de infraestructura social básica que coadyuvan al mejoramiento de los indicadores de pobreza, rezago social y al desarrollo económico y social de los gobiernos locales”.

De acuerdo con el reporte anual de 2018, el 25 por ciento de los recursos del FAIS fueron dirigidos a los proyectos complementarios y el resto a los proyectos de incidencia directa; desafortunadamente, este comportamiento será muy distinto para este año. Al respecto, en el reporte del primer trimestre de 2019 que se encuentra en la página de la Secretaría de Bienestar, se advierte una mayor planeación de recursos a proyectos que “coadyuvan” en la reducción de la pobreza, pero que no la resuelven directamente.

Como lo preveíamos en este espacio a principios de año, esta modificación abriría la puerta a obras de urbanización, pavimentación, puentes, reconstrucción o carreteras, sobre los proyectos que atacan directamente la pobreza. Ahora lo podemos ir confirmando, sin necesidad de esperar el reporte de final del año (aunque también lo revisaremos en su momento).

Por otra parte, el Catálogo de obras del FAIS sigue siendo la herramienta guía, junto con el Informe Anual de pobreza ahora denominado de Bienestar. Se da un mayor énfasis discursivo a la priorización de poblaciones indígenas, en marginación o en situación de violencia, aspectos que ya existían en lineamientos anteriores.

Otro de los cambios que identificamos se encuentra en la modificación de los ADL´s por ADM, el cual consistió en reemplazar la palabra local por microrregional, en función de la incorporación de una nueva categoría espacial, Ahora, el FAIS incorpora la “microrregión integradora” la cual es definida como “espacio geográfico resultado de la aplicación armónica de los criterios de accesibilidad geográfica, disponibilidad, pobreza, violencia y población indígena de atención”.

Finalmente, este año el papel de la burocracia en los procesos de planeación, aplicación y evaluación de los recursos del FAIS será más relevante que los anteriores, ya que las atribuciones que recibió la Delegación de Programas para el Desarrollo le obliga a tener funcionarios más ágiles y asertivos.

Lo anterior es preocupante ante el desmantelamiento de las oficinas públicas federales, lo que hace previsible la dificultad de que se logren potenciar sus recursos a través de la concurrencia con otras instancias y niveles de gobierno, aspecto clave para el éxito del FAIS.


Twitter / Facebook: @CzarArenas

Hace aproximadamente un mes, el 12 de julio, la Secretaría de Bienestar publicó en el Diario Oficial de la Federación los nuevos lineamientos generales para la operación del fondo de aportaciones para la infraestructura social.

Sin cambios sustanciales para este año, dejó una clara advertencia sobre algo que parecería afectar su futuro al señalar en sus Considerandos “que el Gobierno Federal está llevando a cabo una reestructuración de fondo, terminando con la política neoliberal que sólo ha ocasionado desigualdad y rezago social.”

Dados los cambios o mejor dicho cancelaciones de recursos y/o programas que existían en materia social, este fondo se consolida como el principal instrumento de reducción de la pobreza multidimensional y que no depende “del todo” de las políticas de la 4T, ya que sus principales criterios y objetivos derivan de una Ley (la de Coordinación Fiscal).

Para 2019 y ya con los nuevos lineamientos publicados, observamos que el FAIS mantiene su aspecto central: el direccionamiento de los recursos.

Los proyectos continúan enfocándose a las zonas de atención prioritaria y continúa la tendencia de dirigir mayores recursos a los municipios o localidades con los dos grados más altos de rezago social, así como por sus condiciones de pobreza extrema. Por el tipo de las inversiones, se mantiene el financiamiento de proyectos de incidencia directa y complementaria en la reducción de indicadores, así como la posibilidad de invertir una mayor cantidad en casos de desastres naturales.

Recordemos que este año es el primero en aplicar el artículo 11 transitorio del PEF 2019, en el cual se estableció que los lineamientos del FAIS deberían permitir a los Estados y Municipios usar hasta un sesenta por ciento de los recursos en acciones de carácter complementario, es decir, a “proyectos de infraestructura social básica que coadyuvan al mejoramiento de los indicadores de pobreza, rezago social y al desarrollo económico y social de los gobiernos locales”.

De acuerdo con el reporte anual de 2018, el 25 por ciento de los recursos del FAIS fueron dirigidos a los proyectos complementarios y el resto a los proyectos de incidencia directa; desafortunadamente, este comportamiento será muy distinto para este año. Al respecto, en el reporte del primer trimestre de 2019 que se encuentra en la página de la Secretaría de Bienestar, se advierte una mayor planeación de recursos a proyectos que “coadyuvan” en la reducción de la pobreza, pero que no la resuelven directamente.

Como lo preveíamos en este espacio a principios de año, esta modificación abriría la puerta a obras de urbanización, pavimentación, puentes, reconstrucción o carreteras, sobre los proyectos que atacan directamente la pobreza. Ahora lo podemos ir confirmando, sin necesidad de esperar el reporte de final del año (aunque también lo revisaremos en su momento).

Por otra parte, el Catálogo de obras del FAIS sigue siendo la herramienta guía, junto con el Informe Anual de pobreza ahora denominado de Bienestar. Se da un mayor énfasis discursivo a la priorización de poblaciones indígenas, en marginación o en situación de violencia, aspectos que ya existían en lineamientos anteriores.

Otro de los cambios que identificamos se encuentra en la modificación de los ADL´s por ADM, el cual consistió en reemplazar la palabra local por microrregional, en función de la incorporación de una nueva categoría espacial, Ahora, el FAIS incorpora la “microrregión integradora” la cual es definida como “espacio geográfico resultado de la aplicación armónica de los criterios de accesibilidad geográfica, disponibilidad, pobreza, violencia y población indígena de atención”.

Finalmente, este año el papel de la burocracia en los procesos de planeación, aplicación y evaluación de los recursos del FAIS será más relevante que los anteriores, ya que las atribuciones que recibió la Delegación de Programas para el Desarrollo le obliga a tener funcionarios más ágiles y asertivos.

Lo anterior es preocupante ante el desmantelamiento de las oficinas públicas federales, lo que hace previsible la dificultad de que se logren potenciar sus recursos a través de la concurrencia con otras instancias y niveles de gobierno, aspecto clave para el éxito del FAIS.


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