/ domingo 10 de octubre de 2021

El final de la ola Delta, a la vista

Todo parece indicar que la ola delta está cediendo en todo el mundo. El saldo de la pandemia ha sido devastador, con una cauda de 5 millones de muertes adjudicadas al virus de las cuales 1.1 millones acaecieron en América Latina y 281 mil en México.

Sin embargo, el daño es más profundo. El colapso de los sistemas de salud ha ocasionado un incremento sustancial en el número de muertes totales, un dato conocido como exceso de mortalidad. Entre marzo de 2020 y octubre de 2021, México ha acumulado 520 mil 229 fallecimientos más que lo esperado, alcanzando el cuarto lugar mundial en este parámetro, solamente después de Estados Unidos, Brasil y Rusia.

Si lo analizamos con respecto a la población total, en México han muerto 4 personas por cada 100 mil habitantes más que otros años, el doble que en Estados Unidos, 25% más que en Brasil y lo mismo que en Rusia. Con este criterio, el peor manejo de la pandemia a nivel mundial lo tiene Perú, con 6 personas fallecidas por cada 100 mil habitantes.

Vale la pena destacar que 15 países tienen saldo positivo, es decir, que murieron menos personas durante la pandemia que en otros años. La mayoría de estos países son islas como Australia y Japón o penínsulas como Corea del Sur y Dinamarca, donde su aislamiento geográfico permitió controlar mejor la entrada de los contagios al territorio.

Que la pandemia se mantenga bajo niveles aceptables depende de dos factores. Uno lo podemos controlar pero el otro no. El primero es el porcentaje de la población vacunada necesario para generar inmunidad de rebaño.

Este porcentaje se define con base en dos parámetros biológicos: la infectividad del virus y la eficacia de las vacunas. Con los datos de infectividad de la variante delta y asumiendo que las vacunas son efectivas al menos al 50%, se tendría que aspirar a una cobertura mínima del 90% de la población.

Al día de hoy, México tiene un cobertura de vacunación de 37% de la población con esquema completo y 14% con la primera dosis. Estos datos son ligeramente más altos que a nivel mundial pero menores con respecto a Latinoamérica, donde el porcentaje de vacunados con esquema completo es 44% y 20% con la primera dosis.

Suponiendo que toda la población mayor de 18 años de México se vacunara con esquema completo, la cobertura máxima a la que podríamos aspirar sería del 63%, 30 puntos porcentuales por debajo de lo necesario para alcanzar la inmunidad de rebaño.

Este dato tampoco es definitivo y ante la inevitable dilución de la inmunidad conferida por las vacunas en el tiempo se incrementaría todavía más la necesidad de ampliar la cobertura o de aplicar refuerzos.

El otro factor es la aparición de nuevas variantes, lo cual es posible puesto que el virus está sujeto a un proceso natural de mejora continua y puede acumular mutaciones que lo hagan más infeccioso, tal como ocurrió en abril de este año en la India y que dió lugar a la variante delta, o que ya no reconozcan la protección de la vacuna, lo que afortunadamente no ha sucedido todavía pero que definitivamente puede ocurrir en cualquier momento.

Por todo lo anterior, es indispensable continuar con el esquema de vacunación, por lo menos entre menores de 12 a 15 años, rango de edad que ya cuenta con la aprobación sanitaria de un par de marcas de vacunas con base en los resultados de las pruebas clínicas.

La falta de una campaña de vacunación ordenada para menores de edad en nuestro país ha llevado el tema a los tribunales donde se acumulan los amparos impulsados por padres de familia con base en el derecho humano a la salud.

Mientras este tema se resuelve, no olvidemos que la evidencia científica nos indica que las personas vacunadas, así como los niños, son igualmente susceptibles de infectarse y de infectar a otros con respecto al resto de la población. Es por eso que, además de las vacunas, es indispensable continuar de manera permanente con las medidas preventivas mínimas que son el uso de cubrebocas, evitar espacios concurridos o sin ventilación natural. De la (in)utilidad de los tapetes y otras medidas sanitizantes hablaremos en otra ocasión.

Para información adicional de éste y otros temas de interés visiten http://reivindicandoapluton.blogspot.mx o https://www.facebook.com/BValderramaB/

Todo parece indicar que la ola delta está cediendo en todo el mundo. El saldo de la pandemia ha sido devastador, con una cauda de 5 millones de muertes adjudicadas al virus de las cuales 1.1 millones acaecieron en América Latina y 281 mil en México.

Sin embargo, el daño es más profundo. El colapso de los sistemas de salud ha ocasionado un incremento sustancial en el número de muertes totales, un dato conocido como exceso de mortalidad. Entre marzo de 2020 y octubre de 2021, México ha acumulado 520 mil 229 fallecimientos más que lo esperado, alcanzando el cuarto lugar mundial en este parámetro, solamente después de Estados Unidos, Brasil y Rusia.

Si lo analizamos con respecto a la población total, en México han muerto 4 personas por cada 100 mil habitantes más que otros años, el doble que en Estados Unidos, 25% más que en Brasil y lo mismo que en Rusia. Con este criterio, el peor manejo de la pandemia a nivel mundial lo tiene Perú, con 6 personas fallecidas por cada 100 mil habitantes.

Vale la pena destacar que 15 países tienen saldo positivo, es decir, que murieron menos personas durante la pandemia que en otros años. La mayoría de estos países son islas como Australia y Japón o penínsulas como Corea del Sur y Dinamarca, donde su aislamiento geográfico permitió controlar mejor la entrada de los contagios al territorio.

Que la pandemia se mantenga bajo niveles aceptables depende de dos factores. Uno lo podemos controlar pero el otro no. El primero es el porcentaje de la población vacunada necesario para generar inmunidad de rebaño.

Este porcentaje se define con base en dos parámetros biológicos: la infectividad del virus y la eficacia de las vacunas. Con los datos de infectividad de la variante delta y asumiendo que las vacunas son efectivas al menos al 50%, se tendría que aspirar a una cobertura mínima del 90% de la población.

Al día de hoy, México tiene un cobertura de vacunación de 37% de la población con esquema completo y 14% con la primera dosis. Estos datos son ligeramente más altos que a nivel mundial pero menores con respecto a Latinoamérica, donde el porcentaje de vacunados con esquema completo es 44% y 20% con la primera dosis.

Suponiendo que toda la población mayor de 18 años de México se vacunara con esquema completo, la cobertura máxima a la que podríamos aspirar sería del 63%, 30 puntos porcentuales por debajo de lo necesario para alcanzar la inmunidad de rebaño.

Este dato tampoco es definitivo y ante la inevitable dilución de la inmunidad conferida por las vacunas en el tiempo se incrementaría todavía más la necesidad de ampliar la cobertura o de aplicar refuerzos.

El otro factor es la aparición de nuevas variantes, lo cual es posible puesto que el virus está sujeto a un proceso natural de mejora continua y puede acumular mutaciones que lo hagan más infeccioso, tal como ocurrió en abril de este año en la India y que dió lugar a la variante delta, o que ya no reconozcan la protección de la vacuna, lo que afortunadamente no ha sucedido todavía pero que definitivamente puede ocurrir en cualquier momento.

Por todo lo anterior, es indispensable continuar con el esquema de vacunación, por lo menos entre menores de 12 a 15 años, rango de edad que ya cuenta con la aprobación sanitaria de un par de marcas de vacunas con base en los resultados de las pruebas clínicas.

La falta de una campaña de vacunación ordenada para menores de edad en nuestro país ha llevado el tema a los tribunales donde se acumulan los amparos impulsados por padres de familia con base en el derecho humano a la salud.

Mientras este tema se resuelve, no olvidemos que la evidencia científica nos indica que las personas vacunadas, así como los niños, son igualmente susceptibles de infectarse y de infectar a otros con respecto al resto de la población. Es por eso que, además de las vacunas, es indispensable continuar de manera permanente con las medidas preventivas mínimas que son el uso de cubrebocas, evitar espacios concurridos o sin ventilación natural. De la (in)utilidad de los tapetes y otras medidas sanitizantes hablaremos en otra ocasión.

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