/ domingo 28 de junio de 2020

El enemigo silencioso

Una vez superada la adrenalina de las primeras noticias, cuando ya hemos transitado de una situación normal a nuestra nueva realidad, cuando ya hemos cambiado nuestros hábitos y nos hemos reencontrado con nuestros espacios y nuestros seres cercanos, acecha un nuevo enemigo silencioso, la monotonía.

La información proveniente de estudios preliminares que indican que COVID-19, a diferencia de la influenza estacional, no vendrá en oleadas sino que será una única e ininterrumpida ola de contagios hasta que contemos con una vacuna o medicamentos que curen, nos priva de nuestro único punto de escape a una situación por demás insostenible.

Igual que les sucede a las sociedades que quedan entrampadas en un conflicto bélico, corremos el riesgo de acostumbrarnos a vivir con el enemigo. Nos podemos volver cada vez más insensibles hasta que acabemos aceptando el riesgo como parte de nuestras vidas.

Lo que antes nos causaba desmayo ahora lo aceptamos con resignación y salimos de nuestras casas más o menos prevenidos de acuerdo a nuestro grado de asimilación del riesgo. Mientras que encontramos personas verdaderamente artilladas en contra del coronoavirus, guantes, cubrebocas, careta y desinfectante, encontramos a muchas otras no solamente descuidadas sino inclusive hostiles.

Comienzan a circular testimonios de personas que arremeten contra empleados de establecimientos por negarse a cumplir los más elementales cuidados demostrando que la incivilidad es una plaga igual o más peligrosa que el virus.

Los científicos no somos ajenos a estas emociones. El debate sobre el uso obligatorio de cubrebocas en nuestro país ha dividido a la comunidad. Mientras que existe un grupo grande de científicos que reconocemos las ventajas aditivas del uso de cubrebocas, la distancia social y la higiene extrema hay otros, entre los que se incluye el Dr. López Gatell, que lo rechazan pidiendo evidencia experimental de su beneficio.

En este sentido es importante hacer notar que hace un par de semanas se publicó un artículo donde un grupo de investigadores lidereado por el Dr. Mario Molina, el único Premio Nobel científico mexicano, donde se demuestra que los países que implementaron el uso obligatorio de cubrebocas redujeron de manera sustancial el número de contagios comparado con los países que no lo hicieron http://centromariomolina.org/wp-content/uploads/2020/06/ESPANOL-PNAS-transmisi%C3%B3n-aerea-COVID-19-Zhang-Molina.pdf

A un grupo grande de convencidos de las bondades del uso de esta prenda el artículo nos dio la pieza de información necesaria para impulsar con todavía más énfasis la política de su uso obligatorio en espacios públicos. Sin embargo, un grupo de científico, sobre todo epidemiólogos, solicitaron que el artículo fuera retirado bajo el argumento de errores metodológicos, generando un momento de tensión en la comunidad.

La respuesta del Dr. Molina y su colaborador Renyi Zhang fue épica. Con la serenidad y elegancia que los caracteriza justifican que dentro la incertidumbre inherente a un proceso social de tal complejidad, sus datos son verificables y sus resultado consistentes, defendiendo la validez de las conclusiones https://drive.google.com/file/d/11pXOfhtuTjau4ucTzOv8_FODrnG9ZwP-/view.

A partir de esta publicación han aparecido una serie de nuevos reportes que confirman, utilizando diferentes acercamientos, no solamente la utilidad del uso de cubrebocas sino la participación tan importante que una medida como esta, económica, sencilla y de amplio alcance, tiene para evitar que la transmisión del contagio se salga de control.

Mientras los científicos siguen generado conocimiento que nos permita domar la pandemia, nuestra participación individual se debe enfocar a evitar contagiarnos pues queda claro a estas alturas que la enfermedad no solamente es contagiosa, sino que es grave y deja secuelas en personas que presentan síntomas leves y aún entre los asintomáticos. No dejemos que la monotonía nos domine, el enemigo sigue allá afuera y solo está esperando que nos distraigamos para atacar de nuevo.


Información adicional de éste y otros temas de interés visiten http://reivindicandoapluton.blogspot.mx

Una vez superada la adrenalina de las primeras noticias, cuando ya hemos transitado de una situación normal a nuestra nueva realidad, cuando ya hemos cambiado nuestros hábitos y nos hemos reencontrado con nuestros espacios y nuestros seres cercanos, acecha un nuevo enemigo silencioso, la monotonía.

La información proveniente de estudios preliminares que indican que COVID-19, a diferencia de la influenza estacional, no vendrá en oleadas sino que será una única e ininterrumpida ola de contagios hasta que contemos con una vacuna o medicamentos que curen, nos priva de nuestro único punto de escape a una situación por demás insostenible.

Igual que les sucede a las sociedades que quedan entrampadas en un conflicto bélico, corremos el riesgo de acostumbrarnos a vivir con el enemigo. Nos podemos volver cada vez más insensibles hasta que acabemos aceptando el riesgo como parte de nuestras vidas.

Lo que antes nos causaba desmayo ahora lo aceptamos con resignación y salimos de nuestras casas más o menos prevenidos de acuerdo a nuestro grado de asimilación del riesgo. Mientras que encontramos personas verdaderamente artilladas en contra del coronoavirus, guantes, cubrebocas, careta y desinfectante, encontramos a muchas otras no solamente descuidadas sino inclusive hostiles.

Comienzan a circular testimonios de personas que arremeten contra empleados de establecimientos por negarse a cumplir los más elementales cuidados demostrando que la incivilidad es una plaga igual o más peligrosa que el virus.

Los científicos no somos ajenos a estas emociones. El debate sobre el uso obligatorio de cubrebocas en nuestro país ha dividido a la comunidad. Mientras que existe un grupo grande de científicos que reconocemos las ventajas aditivas del uso de cubrebocas, la distancia social y la higiene extrema hay otros, entre los que se incluye el Dr. López Gatell, que lo rechazan pidiendo evidencia experimental de su beneficio.

En este sentido es importante hacer notar que hace un par de semanas se publicó un artículo donde un grupo de investigadores lidereado por el Dr. Mario Molina, el único Premio Nobel científico mexicano, donde se demuestra que los países que implementaron el uso obligatorio de cubrebocas redujeron de manera sustancial el número de contagios comparado con los países que no lo hicieron http://centromariomolina.org/wp-content/uploads/2020/06/ESPANOL-PNAS-transmisi%C3%B3n-aerea-COVID-19-Zhang-Molina.pdf

A un grupo grande de convencidos de las bondades del uso de esta prenda el artículo nos dio la pieza de información necesaria para impulsar con todavía más énfasis la política de su uso obligatorio en espacios públicos. Sin embargo, un grupo de científico, sobre todo epidemiólogos, solicitaron que el artículo fuera retirado bajo el argumento de errores metodológicos, generando un momento de tensión en la comunidad.

La respuesta del Dr. Molina y su colaborador Renyi Zhang fue épica. Con la serenidad y elegancia que los caracteriza justifican que dentro la incertidumbre inherente a un proceso social de tal complejidad, sus datos son verificables y sus resultado consistentes, defendiendo la validez de las conclusiones https://drive.google.com/file/d/11pXOfhtuTjau4ucTzOv8_FODrnG9ZwP-/view.

A partir de esta publicación han aparecido una serie de nuevos reportes que confirman, utilizando diferentes acercamientos, no solamente la utilidad del uso de cubrebocas sino la participación tan importante que una medida como esta, económica, sencilla y de amplio alcance, tiene para evitar que la transmisión del contagio se salga de control.

Mientras los científicos siguen generado conocimiento que nos permita domar la pandemia, nuestra participación individual se debe enfocar a evitar contagiarnos pues queda claro a estas alturas que la enfermedad no solamente es contagiosa, sino que es grave y deja secuelas en personas que presentan síntomas leves y aún entre los asintomáticos. No dejemos que la monotonía nos domine, el enemigo sigue allá afuera y solo está esperando que nos distraigamos para atacar de nuevo.


Información adicional de éste y otros temas de interés visiten http://reivindicandoapluton.blogspot.mx