/ sábado 6 de febrero de 2021

El efecto boomerang

El Programa Nacional Hídrico 2020-2024 (PNH) deja al descubierto lo que desafortunadamente suponíamos, la problemática del agua en México no ha disminuído, al contrario, se ha ido agravando con el paso de los años.

La extracción de agua en cuencas y acuíferos del país se ha venido incrementando de manera exponencial, a consecuencia del crecimiento poblacional y el desarrollo económico. La demanda de agua potable y agua para la producción de alimentos, productos o servicios, ha ocasionado que 115 de los 653 acuíferos ya se encuentren en condiciones de sobreexplotación.

En esos acuíferos del centro y norte del país principalmente, la extracción de aguas subterráneas es superior a la recarga, lo que ha ocasionado que se esté minando el patrimonio hídrico en aproximadamente 9 500 millones de metros cúbicos por año.

Adicionalmente, 17 acuíferos registran intrusión salina, es decir, el agua del mar se está infiltrando en ellos, y provocan que al usarse esas aguas para el riego, se presenten problemas de salinización de suelos y aguas salobres, en total son 32 acuíferos los que ya provocan esta condición.

Si por un lado la demanda de agua se ha incrementado, también ha contribuído el hecho de que la recarga ha disminuído. Debido a la deforestación, al cambio de uso de suelo, a la expansión desordenada de los asentamientos humanos y a la sustitución de áreas verdes por zonas pavimentadas que impiden la infiltración, se han perdido áreas importantes para la recarga de los acuíferos y eso se refleja en el balance negativo que hoy tenemos.

En lo que respecta a las aguas superficiales la situación no es mejor. Según el PNH, en 69 de las 757 cuencas hidrológicas el caudal concesionado o asignado sea mayor que el de agua renovable, lo que las pone en una situación de déficit. Por eso, como referí en mi columna antepasada, 8 de las 13 regiones en las que se ha dividido al país tienen hoy día un estrés hídrico alto o muy alto, lo que representa un limitante para el desarrollo.

La contaminación de las aguas también significa una menor disponibilidad. Aunque me referiré a este problema particular en otra columna, no puedo dejar de mencionar que las aguas superficiales se encuentran contaminadas por descargas de aguas residuales, municipales e industriales sin tratamiento, así como por agroquímicos. Lo anterior ha llevado a severas afectaciones al medio ambiente y al entorno natural en muchas partes del país, la pérdida de servicios ecosistémicos ha afectado a todos, pero de manera particular a comunidades rurales y pueblos indígenas, que ven disminuidas sus posibilidades para usar esas aguas y los beneficios que antes obtenían de ellas, no pueden regar con ellas, no pueden tomar de esa agua y en muchos casos, el entorno natural se ve afectado de manera muy severa.

La pérdida de servicios ecosistémicos se percibe, por ejemplo, en el Valle de Cuatrociénegas, en donde la extracción de agua para riego ha alterado los flujos de agua y ocasionado la desecación de un sistema milenario, con graves impactos socioambientales. Ha disminuido el nivel de agua en las pozas o manantiales y se ha reducido hasta en 10% la superficie de los humedales, que ademas de su increíble belleza, son el hábitat de cientos de especies endémicas que se ven amenazadas. Estos impactos ambientales también han afectado al turismo, por el cierre de pozas y a la propia agricultura por la reducción de agua en los canales de riego.

Como éste, existen múltiples casos en el país en los que la sobreexplotación y la contaminación de las aguas ha provocado afectaciones al medio ambiente, que a su vez repercuten negativamente sobre el bienestar de la población y la economía de las regiones, este es el efecto boomerang del agua, y ya nos está impactando.

El Programa Nacional Hídrico 2020-2024 (PNH) deja al descubierto lo que desafortunadamente suponíamos, la problemática del agua en México no ha disminuído, al contrario, se ha ido agravando con el paso de los años.

La extracción de agua en cuencas y acuíferos del país se ha venido incrementando de manera exponencial, a consecuencia del crecimiento poblacional y el desarrollo económico. La demanda de agua potable y agua para la producción de alimentos, productos o servicios, ha ocasionado que 115 de los 653 acuíferos ya se encuentren en condiciones de sobreexplotación.

En esos acuíferos del centro y norte del país principalmente, la extracción de aguas subterráneas es superior a la recarga, lo que ha ocasionado que se esté minando el patrimonio hídrico en aproximadamente 9 500 millones de metros cúbicos por año.

Adicionalmente, 17 acuíferos registran intrusión salina, es decir, el agua del mar se está infiltrando en ellos, y provocan que al usarse esas aguas para el riego, se presenten problemas de salinización de suelos y aguas salobres, en total son 32 acuíferos los que ya provocan esta condición.

Si por un lado la demanda de agua se ha incrementado, también ha contribuído el hecho de que la recarga ha disminuído. Debido a la deforestación, al cambio de uso de suelo, a la expansión desordenada de los asentamientos humanos y a la sustitución de áreas verdes por zonas pavimentadas que impiden la infiltración, se han perdido áreas importantes para la recarga de los acuíferos y eso se refleja en el balance negativo que hoy tenemos.

En lo que respecta a las aguas superficiales la situación no es mejor. Según el PNH, en 69 de las 757 cuencas hidrológicas el caudal concesionado o asignado sea mayor que el de agua renovable, lo que las pone en una situación de déficit. Por eso, como referí en mi columna antepasada, 8 de las 13 regiones en las que se ha dividido al país tienen hoy día un estrés hídrico alto o muy alto, lo que representa un limitante para el desarrollo.

La contaminación de las aguas también significa una menor disponibilidad. Aunque me referiré a este problema particular en otra columna, no puedo dejar de mencionar que las aguas superficiales se encuentran contaminadas por descargas de aguas residuales, municipales e industriales sin tratamiento, así como por agroquímicos. Lo anterior ha llevado a severas afectaciones al medio ambiente y al entorno natural en muchas partes del país, la pérdida de servicios ecosistémicos ha afectado a todos, pero de manera particular a comunidades rurales y pueblos indígenas, que ven disminuidas sus posibilidades para usar esas aguas y los beneficios que antes obtenían de ellas, no pueden regar con ellas, no pueden tomar de esa agua y en muchos casos, el entorno natural se ve afectado de manera muy severa.

La pérdida de servicios ecosistémicos se percibe, por ejemplo, en el Valle de Cuatrociénegas, en donde la extracción de agua para riego ha alterado los flujos de agua y ocasionado la desecación de un sistema milenario, con graves impactos socioambientales. Ha disminuido el nivel de agua en las pozas o manantiales y se ha reducido hasta en 10% la superficie de los humedales, que ademas de su increíble belleza, son el hábitat de cientos de especies endémicas que se ven amenazadas. Estos impactos ambientales también han afectado al turismo, por el cierre de pozas y a la propia agricultura por la reducción de agua en los canales de riego.

Como éste, existen múltiples casos en el país en los que la sobreexplotación y la contaminación de las aguas ha provocado afectaciones al medio ambiente, que a su vez repercuten negativamente sobre el bienestar de la población y la economía de las regiones, este es el efecto boomerang del agua, y ya nos está impactando.