Hoy concluirá el trámite para que el Legislativo entregue al Ejecutivo el viejo edificio de la calle Matamoros, en el centro de Cuernavaca, que sirvió como Palacio Legislativo por décadas. Es un trámite que concluye lo que ya se había proyectado y permitirá al gobierno del estado usar el inmueble en tareas de cultura, turismo o educación, ya sea por sí mismo o a través de la figura del comodato.
No faltan los cientos de sugerentes que recomiendan hacer una limpia al inmueble antes de dedicarlo a cualquiera de las nobles labores que se le pudieran encomendar. Desde 1959 que se entregó el predio que sería usado como Congreso de Morelos, pasaron cosas terribles en ese lugar, rindieron protesta gobernadores de triste memoria, los diputados erosionaron más la figura del Legislativo, y se crearon leyendas (algunas ciertas) sobre la compra de conciencias de quienes se suponía representaban al pueblo y usaron esa presunción para amasar pequeñas o grandes fortunas durante sus períodos como ocupantes de curules.
Las últimas legislaturas disputaron siempre el título de la peor, básicamente por su tendencia a alejarse de sus representados. Hubo quienes fueron electos dos o tres períodos y cada vez lo hicieron peor o, en el mejor de los casos utilizaron la congruencia de ser siempre igual de malos. Los diputados morelenses han sido tan malos como cualquiera otro legislador de cualquier parte de la República, y eso los vuelve a lo mejor mucho peores, porque ha sido Morelos uno de los estados que más los requería, sobre todo a la luz de los gobernadores que padeció desde 1994 hasta el 2018.
La triste memoria del edificio de Matamoros es similar a la historia política reciente de Morelos. No por esa condición tendría que hacérsele el feo a un edificio que resulta bastante funcional por su ubicación y ya ha probado ser buen anfitrión de histriones de toda clase. Igual que el resto del estado, el edificio de Matamoros requiere una nueva historia y puede empezar a escribirla desde hoy al mediodía, cuando sea recibido por Cuauhtémoc Blanco, quien seguramente ya tendrá una idea de qué hacer con el inmueble.
Por lo pronto, hay una solicitud de la UAEM para que se le done el edificio y poder construir en él un centro cultural. Había otras recomendaciones de ciudadanos de Cuernavaca que sugirieron hacer un mercado de artesanos, pero la solicitud de la universidad parece tener mucho más cuerpo y podría servir para muchas de las actividades que la institución realiza en diversos locales del centro de la ciudad y que hasta ahora se mantienen desarticuladas o registran baja asistencia por lo complicado que resulta el acceso al Centro Cultural Universitario. La cuestión, en todo caso, es si la administración universitaria tendrá los recursos suficientes para mantener un edificio cuyo mantenimiento es sumamente caro y cuya rehabilitación parece requerir varios millones de pesos. Sería bueno que antes de decidir la donación, se pidiera a los interesados un proyecto que indique la forma en que se hará del edificio una sede cultural sustentable, porque con la crisis de las finanzas universitarias, y lo restringido que está el presupuesto del Ejecutivo, no vaya a ser que el otrora Palacio Legislativo acabe convertido en tienda de saldos.
Por lo pronto, bien podría uno preguntarse qué obra concluirá primero, si la rehabilitación del edificio de Matamoros, que estuvo abandonado prácticamente desde el sismo de septiembre de 2017, o la del actual Congreso del Estado, al que aún le hacen falta cosas y atributos de los que se prometió tendría la enorme y costosa nueva sede.