/ miércoles 15 de agosto de 2018

El compromiso universitario

Algo de razón tiene Andrés Manuel López Obrador al pedir a los rectores de universidades un acuerdo para elevar la calidad de la educación superior en el país. Junto a las crisis financieras derivadas de problemas estructurales y probablemente de corrupción en sus administraciones, que atraviesan varias universidades del país, entre ellas la de Morelos, el asunto de la efectividad para que las universidades generen el capital humano suficiente para sostener su financiamiento en el futuro, debe mantenerse como un tema de discusión en el diseño de políticas para la educación superior.

Las universidades, en el mejor de los casos, se han dedicado a fortalecer un sistema de credencialización que, salvo como fines de nueva estratificación social, no ha generado mayores resultados en el terreno productivo. De hecho, en lo que constituye una terrible paradoja, el aumento de mexicanos con educación superior terminada es mayúsculo comparado con el magro crecimiento económico que el país ha registrado en las últimas décadas.

El innegable incremento de los financiamientos para la educación superior en los últimos 30 años ha sido insuficiente frente a presiones como el incremento de la matrícula, en ocasiones de formas indiscriminada, y a problemas estructurales de las administraciones universitarias como el aumento de personal administrativo y de confianza, las jubilaciones, y el cumplimiento de obligaciones contractuales con sindicatos. Estos problemas, sumados a una apuesta excesiva a la credencialización contra el saber crear y el saber hacer, provocan que la calidad de la educación incluso en los más altos niveles de posgrado, sea francamente dudosa.

Para muchas universidades inscritas en programas de excelencia (la subordinación absoluta de los programas universitarios a la burocratización y credencialización de la que son tan buenas promotoras), la petición de López Obrador podría parecer excesiva, o un golpe bajo. Ahí estarían los menos malos de un sistema pésimo sintiéndose ofendidos por los señalamientos de insuficiencia frente a la evidencia innegable: doctores, maestros y licenciados incapaces de interpretar lo que leen, de mantener una ortografía más o menos pulcra, de presentar sus ideas por escrito, de responder a las necesidades de sus empleadores, y de ser generadores de empleos en sus áreas.

La petición de Andrés Manuel López Orador no está de más, elevar la calidad de la educación superior en México es imperativo, la gran deuda que tienen las universidades con la sociedad que las mantiene sigue sin saldarse y, por el contrario, cada día acumula más pasivos. Pero tampoco parece que el incremento en la cobertura que López Obrador propone sea prudente sin asociarse con el fortalecimiento sustancial de la calidad del servicio y de los resultados reales de ese servicio porque sólo se profundizaría la paradoja por que hoy atraviesa la educación superior en el plano nacional, esa de la mayor inversión contra menores resultados lo que implica, una mucha mayor presión económica que va haciendo a las instituciones de educación superior inoperantes monstruos insaciables en materia de financiamiento. El compromiso por la transformación hacia la calidad y los resultados en las universidades parece definitivo, habrá que ver si las condiciones internas de cada institución permiten que se consolide como una gran revolución educativa, o como una más de las simulaciones a las que estamos tan acostumbrados.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Algo de razón tiene Andrés Manuel López Obrador al pedir a los rectores de universidades un acuerdo para elevar la calidad de la educación superior en el país. Junto a las crisis financieras derivadas de problemas estructurales y probablemente de corrupción en sus administraciones, que atraviesan varias universidades del país, entre ellas la de Morelos, el asunto de la efectividad para que las universidades generen el capital humano suficiente para sostener su financiamiento en el futuro, debe mantenerse como un tema de discusión en el diseño de políticas para la educación superior.

Las universidades, en el mejor de los casos, se han dedicado a fortalecer un sistema de credencialización que, salvo como fines de nueva estratificación social, no ha generado mayores resultados en el terreno productivo. De hecho, en lo que constituye una terrible paradoja, el aumento de mexicanos con educación superior terminada es mayúsculo comparado con el magro crecimiento económico que el país ha registrado en las últimas décadas.

El innegable incremento de los financiamientos para la educación superior en los últimos 30 años ha sido insuficiente frente a presiones como el incremento de la matrícula, en ocasiones de formas indiscriminada, y a problemas estructurales de las administraciones universitarias como el aumento de personal administrativo y de confianza, las jubilaciones, y el cumplimiento de obligaciones contractuales con sindicatos. Estos problemas, sumados a una apuesta excesiva a la credencialización contra el saber crear y el saber hacer, provocan que la calidad de la educación incluso en los más altos niveles de posgrado, sea francamente dudosa.

Para muchas universidades inscritas en programas de excelencia (la subordinación absoluta de los programas universitarios a la burocratización y credencialización de la que son tan buenas promotoras), la petición de López Obrador podría parecer excesiva, o un golpe bajo. Ahí estarían los menos malos de un sistema pésimo sintiéndose ofendidos por los señalamientos de insuficiencia frente a la evidencia innegable: doctores, maestros y licenciados incapaces de interpretar lo que leen, de mantener una ortografía más o menos pulcra, de presentar sus ideas por escrito, de responder a las necesidades de sus empleadores, y de ser generadores de empleos en sus áreas.

La petición de Andrés Manuel López Orador no está de más, elevar la calidad de la educación superior en México es imperativo, la gran deuda que tienen las universidades con la sociedad que las mantiene sigue sin saldarse y, por el contrario, cada día acumula más pasivos. Pero tampoco parece que el incremento en la cobertura que López Obrador propone sea prudente sin asociarse con el fortalecimiento sustancial de la calidad del servicio y de los resultados reales de ese servicio porque sólo se profundizaría la paradoja por que hoy atraviesa la educación superior en el plano nacional, esa de la mayor inversión contra menores resultados lo que implica, una mucha mayor presión económica que va haciendo a las instituciones de educación superior inoperantes monstruos insaciables en materia de financiamiento. El compromiso por la transformación hacia la calidad y los resultados en las universidades parece definitivo, habrá que ver si las condiciones internas de cada institución permiten que se consolide como una gran revolución educativa, o como una más de las simulaciones a las que estamos tan acostumbrados.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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