No se a ustedes, pero a mi me gusta que cuando busco un guisado más tradicional, este vaya acompañado de algunos básicos como frijolitos de la olla y tortillas hechas a mano, y aunque muchos lugares los ofrecen de cajón, no es lo mismo que cuando los preparan con el corazón.
Por eso cada vez que puedo regreso a El Colorín, que está ubicado en la Avenida Teopanzolco frente a la conocida Librería Gandhi Cuernavaca y que me atrevo a decir, es uno de los restaurantes que promovió que esa zona se convirtiera en un corredor de buenos lugares para la tragadera.
El Colorín ha permanecido a lo largo de los años, porque en todo ese tiempo ha conservado el sabor de la cocina tradicional, mientras que sus precios no han aumentado estratosféricamente como ya en muchos lados se estila.
El dilema es pedir algo diferente o regresar a la tradicional carnita de puerco en salsa verde, de la que no me aburro: el cerdo esta suavecito, casi deshaciéndose y bien sazonado, mientras la salsa de tomates verdes tiene la cantidad ideal de chiles para que pique, pero sin que te haga arrepentirte a la hora del baño.
Los frijoles negros de la olla llegan en una cazuelita pequeña de barro, pero si eres tragón y lo anticipas, se puede convertir en un plato hondo que vaporiza todo el aroma del epazote indispensable en su elaboración y que al final, le agrega un matiz de sabor que envidian muchos.
Para redondear, debes pedir un poco de crema, espesa y con sabor a rancho. Aplica al menos dos cucharadas sobre los frijolitos y mueve a modo de mezcla para que esté lista la guarnición.
También debes prever que las tortillas son más ricas bien doradas, así que desde que ordenas, ve pidiendo que te dejen unas en el comal, para que cuando llegue tu platillo estén a penas listas para el festín.
Si no quieres carne hay unos chiles rellenos exquisitos, o si prefieres algo más caldoso te recomiendo el aporreado de cecina con huevo en salsa de jitomates que no tiene progenitora.
No soy muy afecto al mole, pero el plato de El Colorín provoca a la vista, con su ajonjolí bien regadito sobre una piernita de pollo, que bien podría ser guajolote, por el tamaño.
Si tu decisión es el mole, dile a quien te atienda que te lleve cebollita en rodajas con limón y sal, que le dan un descanso al paladar y potencian la diversidad de sabores de este tradicional guiso que nos gusta tanto a los mexicanos.
Quizá lo que le falta a El Colorín es una zona de juegos infantiles más moderna y amplia, sin embargo, el corredor que da a la calle ofrece un ambiente espectacular, sobre todo en época de frío, para disfrutar un delicioso café de olla y un pan dulce, de esos que odian las señoras que no saben disfrutar.
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