/ martes 30 de abril de 2019

Educación en México, el desafío

La reforma educativa tanto en la administración pasada como en la actual ha sido y es estandarte político, plataforma de lo que se puede dejar como legado a un país, tomando en cuenta que los grandes problemas de interés nacional convergen inexorablemente en la desigualdad social y la única manera efectiva y permanente que tiene un pueblo para abatir esta brecha es la educación.

Estando en campaña e incluso al tomar posesión como Presidente de México, en la misma ceremonia y ante un absorto Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador dijo en reiteradas ocasiones que de la Reforma Educativa Peñista no quedaría una sola letra, fue verbalmente determinante asestando un duro golpe a la administración saliente que durante prácticamente todo el sexenio enarboló orgullosamente su Reforma, tanto así que le dedicó una enorme cantidad de dinero solo para la propaganda, gastando en imagen 2763 millones de pesos cuando le habían sido aprobados únicamente 70 millones, rebasando el tope legal en un 2700%, demostrando aparte de muchos vicios, un enorme interés por demostrar bondades y logros de su sexenio.

De esa reforma de 2013 se desprenden enseñanzas que debe tomar en cuenta el gobierno actual, los problemas de implementación de la misma, sin duda significó el principal motivo de la debacle, todo mundo comenta que sirvió para terminar con la venta de plazas o que fue una agresión contra los derechos laborales de los maestros ya que los exponía a perder su empleo sin más ni más, pero de los principales actores de la trama, de los educandos, poco se menciona, México ocupaba antes de la reforma de 2013 y después de la misma el deshonroso último lugar en materia de desempeño educativo de todos los países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), este sitio lo tiene penosamente reservado desde hace más de 15 años, lo anterior habla del rezago educativo y es una fotografía fiel de la grave situación existente, en todos los rubros del sistema se tienen dolencias, no solo en cantidad sino en calidad, ya no se puede hablar de “áreas de oportunidad” después de tantos años de fallas, el eufemismo resulta una ofensa.

En la madrugada del 25 de Abril los poderes ejecutivo y legislativo asumieron el enorme desafío que significa demostrar que su estrategia puede ser al fin la correcta, quitar la liga represiva que existía entre la evaluación y el control laboral sin duda ha sido bueno, ahora lo que sigue es vincular esa importancia de evaluar a los docentes con un adecuado programa de capacitación que de los resultados esperados, en el sexenio anterior incluso se tuvo un subejercicio en el rubro de la capacitación, por ejemplo en 2016 de 2822 millones aprobados solo se ejercieron 1025 millones, resultando una escalofriante paradoja que no debe repetirse.

La batalla está en su etapa media, faltan las leyes secundarias que sin duda representarán el soporte ideal o el talón de Aquiles según el rumbo que tomen los acuerdos, la atención que se dé al tema de infraestructura escolar y un monitoreo detallado y puntual de la implementación de la Reforma en todos sus puntos, evitarán escenarios negativos, debe también tenerse presente que el maridaje perfecto de este u otros cambios estructurales es un presupuesto suficiente, garante de que no quedará todo en buenas intenciones.

Se ha dicho que la Reforma Educativa naciente no es más que la evolución de la anterior, esto muestra un hecho innegable, ni la Reforma peñista era mala ni la lopezobradorista es una maravilla, simplemente se tiene que poner atención en no repetir errores, no dejando que grupos radicales tengan las siglas que tengan, traten de aprovechar en su propio beneficio algo tan importante como la educación de un país, secuestrando el futuro de la mayoría.

La reforma educativa tanto en la administración pasada como en la actual ha sido y es estandarte político, plataforma de lo que se puede dejar como legado a un país, tomando en cuenta que los grandes problemas de interés nacional convergen inexorablemente en la desigualdad social y la única manera efectiva y permanente que tiene un pueblo para abatir esta brecha es la educación.

Estando en campaña e incluso al tomar posesión como Presidente de México, en la misma ceremonia y ante un absorto Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador dijo en reiteradas ocasiones que de la Reforma Educativa Peñista no quedaría una sola letra, fue verbalmente determinante asestando un duro golpe a la administración saliente que durante prácticamente todo el sexenio enarboló orgullosamente su Reforma, tanto así que le dedicó una enorme cantidad de dinero solo para la propaganda, gastando en imagen 2763 millones de pesos cuando le habían sido aprobados únicamente 70 millones, rebasando el tope legal en un 2700%, demostrando aparte de muchos vicios, un enorme interés por demostrar bondades y logros de su sexenio.

De esa reforma de 2013 se desprenden enseñanzas que debe tomar en cuenta el gobierno actual, los problemas de implementación de la misma, sin duda significó el principal motivo de la debacle, todo mundo comenta que sirvió para terminar con la venta de plazas o que fue una agresión contra los derechos laborales de los maestros ya que los exponía a perder su empleo sin más ni más, pero de los principales actores de la trama, de los educandos, poco se menciona, México ocupaba antes de la reforma de 2013 y después de la misma el deshonroso último lugar en materia de desempeño educativo de todos los países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), este sitio lo tiene penosamente reservado desde hace más de 15 años, lo anterior habla del rezago educativo y es una fotografía fiel de la grave situación existente, en todos los rubros del sistema se tienen dolencias, no solo en cantidad sino en calidad, ya no se puede hablar de “áreas de oportunidad” después de tantos años de fallas, el eufemismo resulta una ofensa.

En la madrugada del 25 de Abril los poderes ejecutivo y legislativo asumieron el enorme desafío que significa demostrar que su estrategia puede ser al fin la correcta, quitar la liga represiva que existía entre la evaluación y el control laboral sin duda ha sido bueno, ahora lo que sigue es vincular esa importancia de evaluar a los docentes con un adecuado programa de capacitación que de los resultados esperados, en el sexenio anterior incluso se tuvo un subejercicio en el rubro de la capacitación, por ejemplo en 2016 de 2822 millones aprobados solo se ejercieron 1025 millones, resultando una escalofriante paradoja que no debe repetirse.

La batalla está en su etapa media, faltan las leyes secundarias que sin duda representarán el soporte ideal o el talón de Aquiles según el rumbo que tomen los acuerdos, la atención que se dé al tema de infraestructura escolar y un monitoreo detallado y puntual de la implementación de la Reforma en todos sus puntos, evitarán escenarios negativos, debe también tenerse presente que el maridaje perfecto de este u otros cambios estructurales es un presupuesto suficiente, garante de que no quedará todo en buenas intenciones.

Se ha dicho que la Reforma Educativa naciente no es más que la evolución de la anterior, esto muestra un hecho innegable, ni la Reforma peñista era mala ni la lopezobradorista es una maravilla, simplemente se tiene que poner atención en no repetir errores, no dejando que grupos radicales tengan las siglas que tengan, traten de aprovechar en su propio beneficio algo tan importante como la educación de un país, secuestrando el futuro de la mayoría.

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