/ miércoles 31 de octubre de 2018

Distopía sin INEE

Conforme se avanza en ese camino distópico que algunos han dado en llamar cuarta transformación, llama la atención la urgencia por desaparecer lo que funciona y mantener muchas de las cosas contra las que durante mucho tiempo nos pronunciamos los ciudadanos. Una oligarquía pareciera haber cedido su puesto a otra igual de viciosa, agresiva, intolerante, que la anterior. Arengada por la generación más estúpida de la historia, la destrucción aparentemente inminente de la razón y la ciencia como herramientas para la toma de decisiones gubernamentales está en marcha con el apoyo de inconsciencias múltiples.

Un ejemplo claro de esta naciente oscuridad es el ataque sistemático al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, institución de carácter ciudadano, especializada en medir los avances del sistema educativo nacional, identificar sus fallas, construir y mantener indicadores de logro educativo, y en fin, ofrecer las herramientas científicas necesarias para la toma de decisiones sobre el sistema educativo nacional. Pero la institución fue mal vista por quienes, complacidos por la burocratización y aletargamiento del sistema educativo consideraron que la evaluación a las autoridades, los maestros y los estudiantes, hacía correr peligro a un régimen de simulaciones que colocó a las escuelas mexicanas en los últimos lugares de rendimiento y volvió prácticamente insostenible el modelo de educación pública al ser incapaz, en veinte años, de potenciar mayores tasas de crecimiento económico.

Uno no entiende el odio en contra del INEE cuando ha sido la institución que mejor ha identificado el fallo en la política educativa nacional, la simulación a la que eran sometidos alumnos, maestros y administrativos de las escuelas de México. Pero el INEE es, para muchos maestros, el símbolo de la reforma educativa de Enrique Peña Nieto, de la que habría que reconocer como el producto mejor logrado, la mejor conquista, a la evaluación del sistema educativo. Es que los afectos en el sector educativo duran poco tiempo, son modas salvo en lo que refiere a pseudo intelectuales que relevan al maestro de cualquier responsabilidad. Hace unos 20 años, Sylvia Schmelkes, la consejera del INEE y que fue su primera titular, era reconocida entre el magisterio por su libro “Hacia una mejor calidad de nuestras escuelas”, que condensa, poco más o menos, todo lo que el INEE ha propuesto en materia de mejora de gestión interna en los planteles; hoy los profes abominan a Sylvia porque aplica lo que escribió veinte años antes en el libro que todos aplaudieron.

El futuro del INEE está aparentemente sentenciado. Según los maestros lopezobradoristas, el presidente electo se ha comprometido a desaparecer a la institución como si con ello fueran a extirparse los enormes problemas, rezagos, vicios que padece la educación nacional. Aparentemente, el pensamiento mágico religioso de algunos transformacionistas, les asegura que no existe aquello de lo que no se habla. Y por ello hay que desaparecer todo aquello que nos diga dónde y porqué fallamos, el Estado, según se percibe, volverá a ser infalible o por lo menos sordo.

Por lo pronto, parece que los organismos de la sociedad civil deberán retomar su tarea de evaluadores y críticos del sistema mucho más temprano de lo que se anticipaba. La ventaja es que muchos de ellos, especialmente en el sector educativo, ya tienen camino andado. Lo que aún falta por verse es si las escuelas públicas en México pueden resistir un regreso a la simulación.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Conforme se avanza en ese camino distópico que algunos han dado en llamar cuarta transformación, llama la atención la urgencia por desaparecer lo que funciona y mantener muchas de las cosas contra las que durante mucho tiempo nos pronunciamos los ciudadanos. Una oligarquía pareciera haber cedido su puesto a otra igual de viciosa, agresiva, intolerante, que la anterior. Arengada por la generación más estúpida de la historia, la destrucción aparentemente inminente de la razón y la ciencia como herramientas para la toma de decisiones gubernamentales está en marcha con el apoyo de inconsciencias múltiples.

Un ejemplo claro de esta naciente oscuridad es el ataque sistemático al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, institución de carácter ciudadano, especializada en medir los avances del sistema educativo nacional, identificar sus fallas, construir y mantener indicadores de logro educativo, y en fin, ofrecer las herramientas científicas necesarias para la toma de decisiones sobre el sistema educativo nacional. Pero la institución fue mal vista por quienes, complacidos por la burocratización y aletargamiento del sistema educativo consideraron que la evaluación a las autoridades, los maestros y los estudiantes, hacía correr peligro a un régimen de simulaciones que colocó a las escuelas mexicanas en los últimos lugares de rendimiento y volvió prácticamente insostenible el modelo de educación pública al ser incapaz, en veinte años, de potenciar mayores tasas de crecimiento económico.

Uno no entiende el odio en contra del INEE cuando ha sido la institución que mejor ha identificado el fallo en la política educativa nacional, la simulación a la que eran sometidos alumnos, maestros y administrativos de las escuelas de México. Pero el INEE es, para muchos maestros, el símbolo de la reforma educativa de Enrique Peña Nieto, de la que habría que reconocer como el producto mejor logrado, la mejor conquista, a la evaluación del sistema educativo. Es que los afectos en el sector educativo duran poco tiempo, son modas salvo en lo que refiere a pseudo intelectuales que relevan al maestro de cualquier responsabilidad. Hace unos 20 años, Sylvia Schmelkes, la consejera del INEE y que fue su primera titular, era reconocida entre el magisterio por su libro “Hacia una mejor calidad de nuestras escuelas”, que condensa, poco más o menos, todo lo que el INEE ha propuesto en materia de mejora de gestión interna en los planteles; hoy los profes abominan a Sylvia porque aplica lo que escribió veinte años antes en el libro que todos aplaudieron.

El futuro del INEE está aparentemente sentenciado. Según los maestros lopezobradoristas, el presidente electo se ha comprometido a desaparecer a la institución como si con ello fueran a extirparse los enormes problemas, rezagos, vicios que padece la educación nacional. Aparentemente, el pensamiento mágico religioso de algunos transformacionistas, les asegura que no existe aquello de lo que no se habla. Y por ello hay que desaparecer todo aquello que nos diga dónde y porqué fallamos, el Estado, según se percibe, volverá a ser infalible o por lo menos sordo.

Por lo pronto, parece que los organismos de la sociedad civil deberán retomar su tarea de evaluadores y críticos del sistema mucho más temprano de lo que se anticipaba. La ventaja es que muchos de ellos, especialmente en el sector educativo, ya tienen camino andado. Lo que aún falta por verse es si las escuelas públicas en México pueden resistir un regreso a la simulación.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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