/ jueves 16 de septiembre de 2021

Días difíciles después del sismo del 19s

La mañana del 19 de septiembre del 2017 se izó la bandera a media asta para recordar las víctimas del terremoto de 1985. Después como se ha hecho costumbre se realizaron simulacros en escuelas, oficinas públicas y universidades para estar preparados en el caso de un sismo. Quien diría que este simulacro ayudó unas horas más tarde a evitar que la tragedia fuese aún mayor de lo que fue ese día.

Nos sorprendió el temblor a la una de la tarde con catorce minutos, se sintió muy fuerte en todo el estado, 7.1 grados. A los pocos minutos empezaron las llamadas a la oficina de la gubernatura en donde me encontraba laborando, en redes subían noticias, imágenes y videos de los lugares en donde el sismo había causado un daño mayor, principalmente en Jojutla en donde se dañaron casi tres mil viviendas. Esa misma noche el gobernador del estado estuvo presente en este municipio y vio los daños materiales causados por el terremoto y sobretodo pudo palpar el dolor y la tragedia que asolaba a miles de familias morelenses. Esa fue la primera de muchas larguísimas noches.

A partir de ese momento todo el gobierno estatal se declaró en alerta máxima. A todos y cada uno de las y los secretarios de despacho y del gabinete ampliado se nos asignó atender a uno o más municipios. Primero se hizo una evaluación y cuantificación de los daños materiales y humanos, seguido de la atención directa a los afectados en los albergues que se instalaron y que fueron hogar de miles de personas de todas las edades. Se dañaron escuelas, hospitales, carreteras, oficinas, casas, edificios, iglesias y monumentos históricos.

Como tradicionalmente sucede en esos casos, de inmediato la solidaridad se hizo presente; la ayuda humanitaria empezó a llegar a Morelos procedente de gobiernos estatales, organizaciones de ayuda humanitaria, fundaciones privadas y de los propios morelenses unidos para ayudar a los paisanos. Se habilitaron tres puntos de recepción y distribución de la ayuda que llegaba: uno en Cuernavaca en el DIF, otro en el estadio Coruco Díaz de Zacatepec y el tercero en el cuartel de policía de Tepalcingo. Cientos de mujeres y hombres sobre todo jóvenes, esto hay que resaltarlo, se entregaron en cuerpo y alma poniendo todo su esfuerzo ya sea removiendo escombros, haciendo paquetes de ayuda alimentaria, repartiendo víveres o atendiendo a los miles de damnificados en los albergues municipales.

El cuartel general se instaló en el C5, desde ahí se coordinaron las acciones de cada dependencia estatal, se recibían los partes municipales, los avances, se coordinaban las ayudas, se informaba diariamente a la opinión pública. Los días pasaban y perdíamos la noción del tiempo, jornadas que iniciaban todos los días muy temprano y terminaban de madrugada. Cada uno de los funcionarios, desde el gobernador, secretarios y secretarias se la rifaron haciendo lo que tenían que hacer, trabajando bajo una presión enorme y a contra tiempo. El ambiente social era de crispación, de enojo, de dolor, pero también de solidaridad, de voluntad para salir adelante. El ambiente político también era adverso, desde altos niveles del gobierno federal se gastaron millones de pesos para orquestar una campaña mediática en redes sociales en contra del gobierno estatal, difundiendo noticias falsas sobre el manejo de las ayudas humanitarias que llegaban al estado. Era el gobierno de EPN lucrando políticamente con la tragedia.

Los alcaldes en su mayoría, se volcaron a trabajar sin descanso en coordinación con el estado, sin embrago, algunos presidentes municipales se escondieron o materialmente desaparecieron del escenario público, algunos hasta negocio hicieron, aunque parezca increíble: sinvergüenzas simuladores.

Una vez superada la emergencia inicial, había que actuar con mucha rapidez para plantear una ruta de reconstrucción que permitiera recuperar su hogar a las familias que lo perdieron. Encontrar mecanismos de financiamiento para hacer frente a la contingencia y crear los instrumentos para hacer llegar a la gente los materiales de construcción, así como coordinar esfuerzos con fundaciones privadas que se comprometieron a construir viviendas para los damnificados, reconstruir escuelas y hospitales.

Se avanzó rapidamente, fue muy satisfactorio ver como la ciudadanía y el gobierno respondieron a la emergencia sin escatimar recursos, tratando de remediar lo que en un minuto el sismo se llevó. Semanas muy intensas, difíciles, de tensión, días interminables. Pero a 4 años de distancia estoy convencido que valió mucho la pena hacer lo que teníamos que hacer. Con un gobierno como el actual no sé que hubiera pasado.

La mañana del 19 de septiembre del 2017 se izó la bandera a media asta para recordar las víctimas del terremoto de 1985. Después como se ha hecho costumbre se realizaron simulacros en escuelas, oficinas públicas y universidades para estar preparados en el caso de un sismo. Quien diría que este simulacro ayudó unas horas más tarde a evitar que la tragedia fuese aún mayor de lo que fue ese día.

Nos sorprendió el temblor a la una de la tarde con catorce minutos, se sintió muy fuerte en todo el estado, 7.1 grados. A los pocos minutos empezaron las llamadas a la oficina de la gubernatura en donde me encontraba laborando, en redes subían noticias, imágenes y videos de los lugares en donde el sismo había causado un daño mayor, principalmente en Jojutla en donde se dañaron casi tres mil viviendas. Esa misma noche el gobernador del estado estuvo presente en este municipio y vio los daños materiales causados por el terremoto y sobretodo pudo palpar el dolor y la tragedia que asolaba a miles de familias morelenses. Esa fue la primera de muchas larguísimas noches.

A partir de ese momento todo el gobierno estatal se declaró en alerta máxima. A todos y cada uno de las y los secretarios de despacho y del gabinete ampliado se nos asignó atender a uno o más municipios. Primero se hizo una evaluación y cuantificación de los daños materiales y humanos, seguido de la atención directa a los afectados en los albergues que se instalaron y que fueron hogar de miles de personas de todas las edades. Se dañaron escuelas, hospitales, carreteras, oficinas, casas, edificios, iglesias y monumentos históricos.

Como tradicionalmente sucede en esos casos, de inmediato la solidaridad se hizo presente; la ayuda humanitaria empezó a llegar a Morelos procedente de gobiernos estatales, organizaciones de ayuda humanitaria, fundaciones privadas y de los propios morelenses unidos para ayudar a los paisanos. Se habilitaron tres puntos de recepción y distribución de la ayuda que llegaba: uno en Cuernavaca en el DIF, otro en el estadio Coruco Díaz de Zacatepec y el tercero en el cuartel de policía de Tepalcingo. Cientos de mujeres y hombres sobre todo jóvenes, esto hay que resaltarlo, se entregaron en cuerpo y alma poniendo todo su esfuerzo ya sea removiendo escombros, haciendo paquetes de ayuda alimentaria, repartiendo víveres o atendiendo a los miles de damnificados en los albergues municipales.

El cuartel general se instaló en el C5, desde ahí se coordinaron las acciones de cada dependencia estatal, se recibían los partes municipales, los avances, se coordinaban las ayudas, se informaba diariamente a la opinión pública. Los días pasaban y perdíamos la noción del tiempo, jornadas que iniciaban todos los días muy temprano y terminaban de madrugada. Cada uno de los funcionarios, desde el gobernador, secretarios y secretarias se la rifaron haciendo lo que tenían que hacer, trabajando bajo una presión enorme y a contra tiempo. El ambiente social era de crispación, de enojo, de dolor, pero también de solidaridad, de voluntad para salir adelante. El ambiente político también era adverso, desde altos niveles del gobierno federal se gastaron millones de pesos para orquestar una campaña mediática en redes sociales en contra del gobierno estatal, difundiendo noticias falsas sobre el manejo de las ayudas humanitarias que llegaban al estado. Era el gobierno de EPN lucrando políticamente con la tragedia.

Los alcaldes en su mayoría, se volcaron a trabajar sin descanso en coordinación con el estado, sin embrago, algunos presidentes municipales se escondieron o materialmente desaparecieron del escenario público, algunos hasta negocio hicieron, aunque parezca increíble: sinvergüenzas simuladores.

Una vez superada la emergencia inicial, había que actuar con mucha rapidez para plantear una ruta de reconstrucción que permitiera recuperar su hogar a las familias que lo perdieron. Encontrar mecanismos de financiamiento para hacer frente a la contingencia y crear los instrumentos para hacer llegar a la gente los materiales de construcción, así como coordinar esfuerzos con fundaciones privadas que se comprometieron a construir viviendas para los damnificados, reconstruir escuelas y hospitales.

Se avanzó rapidamente, fue muy satisfactorio ver como la ciudadanía y el gobierno respondieron a la emergencia sin escatimar recursos, tratando de remediar lo que en un minuto el sismo se llevó. Semanas muy intensas, difíciles, de tensión, días interminables. Pero a 4 años de distancia estoy convencido que valió mucho la pena hacer lo que teníamos que hacer. Con un gobierno como el actual no sé que hubiera pasado.

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