/ domingo 28 de noviembre de 2021

Diálogos por la gobernabilidad

La conjunción del alto índice de homicidios dolosos y feminicidios (847 y 22 respectivamente hasta octubre), la alza en los delitos de robo con 12 mil 287 registros totales; los 4 mil 158 de violencia intrafamiliar, entre otros muchos delitos, junto con la localización de más de una veintena de fosas clandestinas en los últimos dos meses, dan cuenta del tamaño de la crisis de seguridad pública que padece Morelos y que tiene efectos gravísimos en la convivencia y expectativas económicas y sociales de Morelos si consideramos el riesgo de grandes grupos de la comunidad cuya vida e integridad física están comprometidas sencillamente por vivir o circular cerca de las zonas de conflicto (que de pronto parecen ser casi todas).

No es una exageración, aunque podría alegarse que el problema de la inseguridad y violencia es nacional. Sin embargo, de los 23 mil 845 homicidios dolosos registrados en el país los primeros 10 meses del año, el 3.55% ocurrieron en Morelos; de los 809 feminicidios reconocidos, 2.7% fueron en Morelos, de los 503 mil 984 robos, el 2.4% se cometieron en Morelos, y de los 214 mil 777 casos de violencia familiar, 1.9% ocurrieron en Morelos; y la población del estado representa sólo el 1.5% de la nacional, es decir, hay una incidencia mayor en de los delitos contabilizados en Morelos que en el resto del país. Y más allá de los números, sólo los crímenes citados acá (porque hay otros que no incluimos y una cifra de no reportados desconocida), significan un total de 17 mil 314 víctimas, 869 de ellas fatales. Es decir, más de 17 mil dramas o tragedias ocurridas en Morelos, un promedio de casi 57 diarias. De hecho, en promedio en Morelos fueron asesinadas casi tres personas diarias hasta el 31 de octubre de 2021, y en 22 de esos casos se presentó la agravante feminicida reconocida por la autoridad.

Y por supuesto que no todo es culpa del gobierno estatal (aunque tampoco ayuda mucho), pero la colección de fallas sistémicas, personales y sociales que padece Morelos, se vuelven casi generales, porque la colección de fallas sistémicas, personales, grupales, ideológicas, sociales, y los factores económicos que han favorecido la crisis de seguridad en el estado, es de una dimensión imposible de invocar por una sola persona o grupo. La atención al problema de la violencia debe ser conjunta, contundente, y partir necesariamente, de una conjunción social de esfuerzos. Y para ello, el liderazgo de los políticos tendría que ser fundamental y orientado mucho más a la solución del cóctel de barbaridades que nos ponen en riesgo, que a la búsqueda de personajes a quienes destruir las carreras políticas que bastante bien han sabido dilapidar solos.

En ese sentido, las convocatorias a mesas de diálogo por la gobernabilidad, no deberías ser descartadas de antemano, mucho menos por quiénes podrían convocarla. El diálogo entre los políticos y la sociedad en torno a problemas públicos es una práctica deseable. Por supuesto que los partidos políticos y grupos de interés llevarán a la mesa sus agendas de poder, ya deberíamos estar acostumbrados, pero el que uno, o varios invitados hablen sandeces no debe cancelar la reunión, diálogo y acuerdos que requerimos.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

La conjunción del alto índice de homicidios dolosos y feminicidios (847 y 22 respectivamente hasta octubre), la alza en los delitos de robo con 12 mil 287 registros totales; los 4 mil 158 de violencia intrafamiliar, entre otros muchos delitos, junto con la localización de más de una veintena de fosas clandestinas en los últimos dos meses, dan cuenta del tamaño de la crisis de seguridad pública que padece Morelos y que tiene efectos gravísimos en la convivencia y expectativas económicas y sociales de Morelos si consideramos el riesgo de grandes grupos de la comunidad cuya vida e integridad física están comprometidas sencillamente por vivir o circular cerca de las zonas de conflicto (que de pronto parecen ser casi todas).

No es una exageración, aunque podría alegarse que el problema de la inseguridad y violencia es nacional. Sin embargo, de los 23 mil 845 homicidios dolosos registrados en el país los primeros 10 meses del año, el 3.55% ocurrieron en Morelos; de los 809 feminicidios reconocidos, 2.7% fueron en Morelos, de los 503 mil 984 robos, el 2.4% se cometieron en Morelos, y de los 214 mil 777 casos de violencia familiar, 1.9% ocurrieron en Morelos; y la población del estado representa sólo el 1.5% de la nacional, es decir, hay una incidencia mayor en de los delitos contabilizados en Morelos que en el resto del país. Y más allá de los números, sólo los crímenes citados acá (porque hay otros que no incluimos y una cifra de no reportados desconocida), significan un total de 17 mil 314 víctimas, 869 de ellas fatales. Es decir, más de 17 mil dramas o tragedias ocurridas en Morelos, un promedio de casi 57 diarias. De hecho, en promedio en Morelos fueron asesinadas casi tres personas diarias hasta el 31 de octubre de 2021, y en 22 de esos casos se presentó la agravante feminicida reconocida por la autoridad.

Y por supuesto que no todo es culpa del gobierno estatal (aunque tampoco ayuda mucho), pero la colección de fallas sistémicas, personales y sociales que padece Morelos, se vuelven casi generales, porque la colección de fallas sistémicas, personales, grupales, ideológicas, sociales, y los factores económicos que han favorecido la crisis de seguridad en el estado, es de una dimensión imposible de invocar por una sola persona o grupo. La atención al problema de la violencia debe ser conjunta, contundente, y partir necesariamente, de una conjunción social de esfuerzos. Y para ello, el liderazgo de los políticos tendría que ser fundamental y orientado mucho más a la solución del cóctel de barbaridades que nos ponen en riesgo, que a la búsqueda de personajes a quienes destruir las carreras políticas que bastante bien han sabido dilapidar solos.

En ese sentido, las convocatorias a mesas de diálogo por la gobernabilidad, no deberías ser descartadas de antemano, mucho menos por quiénes podrían convocarla. El diálogo entre los políticos y la sociedad en torno a problemas públicos es una práctica deseable. Por supuesto que los partidos políticos y grupos de interés llevarán a la mesa sus agendas de poder, ya deberíamos estar acostumbrados, pero el que uno, o varios invitados hablen sandeces no debe cancelar la reunión, diálogo y acuerdos que requerimos.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx