/ martes 23 de febrero de 2021

Diálogo y amistad social

A falta de diálogo las conversaciones se convertirán en meras negociaciones para que cada uno pueda rasguñar todo el poder y los mayores beneficios posibles, no en una búsqueda conjunta que genere el bien común.

Papa Francisco

En este sexto capítulo de la Fratelli Tutti, el Papa avanza en el deseo de sincerarnos en un diálogo que logre aminorar nuestras ríspidas diferencias que generan una serie de violencias,

Sino más bien permitirnos lo que él llama una “batalla del encuentro” donde no se trate de destruir a toda costa al adversario, sino darnos la posibilidad de mirarnos objetivamente en lo legítimo y loable del otro, encontrarnos como parte del todo que conformamos, de otra manera sólo serán soliloquios febriles o agresivos monólogos oportunistas y contradictorios buscándose a sí mismos.

Para llevar acabo esto inmediatamente menciona que requerimos un “diálogo persistente y corajudo” que aunque no es noticia como los desencuentros y conflictos, es la noticia que necesitamos para habitarnos en un mundo más pacífico, pues “se suele confundir el diálogo con un febril intercambio de opiniones en las redes sociales” “prima la costumbre de descalificaciones rápidamente al adversario, aplicándole epítetos humillantes” “lo peor es que este lenguaje, habitual en el contexto mediático de una campaña política, se ha generalizado” “el debate frecuentemente es manoseado por determinados intereses que tienen mayor poder, procurando deshonestamente inclinar la opinión pública a su favor” Esta es el mapeo del diálogo que desde la mirada del Papa hemos ejercido y por consecuente nos ha degradado como una civilización del bien común.

Ciertamente no debemos ni podemos evitar las diferencias, pero “las diferencias son creativas, crean tensión y en la resolución de una tensión está el progreso de la humanidad” y por ello considera que los medios de comunicación tienen un papel protagónico para un favorable diálogo constructivo “no podemos aceptar un mundo digital diseñado para explotar nuestra debilidad y sacar afuera lo peor de la gente” Por eso tampoco el relativismo debe ponderar nuestros debate públicos porque “envuelto detrás de una supuesta tolerancia, termina facilitando que los valores morales sean interpretados por los poderosos según las conveniencias del momento”

Tenemos un imperativo ético: “hay que acostumbrarse a desenmascarar las diversas maneras de manoseo, desfiguración y ocultamiento de la verdad en los ámbitos públicos y privados” “de otro modo, ¿no podría suceder quizás que los derechos humanos fundamentales, hoy considerados infranqueables, sean negados por los poderosos en turno, luego de haber logrado el consenso de una población adormecida y amedrentada?” “Al relativismo se suma el riesgo de que el poderoso o el más hábil termine imponiendo una supuesta verdad” y “ante esta lógica perversa y vacía…no existe el bien y el mal en sí, sino solamente un cálculo de ventajas y desventajas”.

Con estas observaciones del Obispo de Roma podemos sin duda alguna, darnos cuenta de la radiografía política en la que nos encontramos, si bien la describe tal cual es, también nos invita a restaurarla desde un verdadero diálogo crítico que asuma decididamente sumar a una paz social que debe ser “artesanal” que es lenta y difícil, pero que es garante de una paz real y sólida; pues “tampoco consiste en una paz que surge acallando las reivindicaciones sociales o evitando que hagan lío, ya que no es un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz” “lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias. ¡Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! ¡Enseñémosles la buena batalla del encuentro!” tomemos la actitud de reconocer el legítimo aporte del otro desde la amabilidad porque esto “facilita la búsqueda de consensos y abre caminos donde la exasperación destruye todos los puentes”.

A falta de diálogo las conversaciones se convertirán en meras negociaciones para que cada uno pueda rasguñar todo el poder y los mayores beneficios posibles, no en una búsqueda conjunta que genere el bien común.

Papa Francisco

En este sexto capítulo de la Fratelli Tutti, el Papa avanza en el deseo de sincerarnos en un diálogo que logre aminorar nuestras ríspidas diferencias que generan una serie de violencias,

Sino más bien permitirnos lo que él llama una “batalla del encuentro” donde no se trate de destruir a toda costa al adversario, sino darnos la posibilidad de mirarnos objetivamente en lo legítimo y loable del otro, encontrarnos como parte del todo que conformamos, de otra manera sólo serán soliloquios febriles o agresivos monólogos oportunistas y contradictorios buscándose a sí mismos.

Para llevar acabo esto inmediatamente menciona que requerimos un “diálogo persistente y corajudo” que aunque no es noticia como los desencuentros y conflictos, es la noticia que necesitamos para habitarnos en un mundo más pacífico, pues “se suele confundir el diálogo con un febril intercambio de opiniones en las redes sociales” “prima la costumbre de descalificaciones rápidamente al adversario, aplicándole epítetos humillantes” “lo peor es que este lenguaje, habitual en el contexto mediático de una campaña política, se ha generalizado” “el debate frecuentemente es manoseado por determinados intereses que tienen mayor poder, procurando deshonestamente inclinar la opinión pública a su favor” Esta es el mapeo del diálogo que desde la mirada del Papa hemos ejercido y por consecuente nos ha degradado como una civilización del bien común.

Ciertamente no debemos ni podemos evitar las diferencias, pero “las diferencias son creativas, crean tensión y en la resolución de una tensión está el progreso de la humanidad” y por ello considera que los medios de comunicación tienen un papel protagónico para un favorable diálogo constructivo “no podemos aceptar un mundo digital diseñado para explotar nuestra debilidad y sacar afuera lo peor de la gente” Por eso tampoco el relativismo debe ponderar nuestros debate públicos porque “envuelto detrás de una supuesta tolerancia, termina facilitando que los valores morales sean interpretados por los poderosos según las conveniencias del momento”

Tenemos un imperativo ético: “hay que acostumbrarse a desenmascarar las diversas maneras de manoseo, desfiguración y ocultamiento de la verdad en los ámbitos públicos y privados” “de otro modo, ¿no podría suceder quizás que los derechos humanos fundamentales, hoy considerados infranqueables, sean negados por los poderosos en turno, luego de haber logrado el consenso de una población adormecida y amedrentada?” “Al relativismo se suma el riesgo de que el poderoso o el más hábil termine imponiendo una supuesta verdad” y “ante esta lógica perversa y vacía…no existe el bien y el mal en sí, sino solamente un cálculo de ventajas y desventajas”.

Con estas observaciones del Obispo de Roma podemos sin duda alguna, darnos cuenta de la radiografía política en la que nos encontramos, si bien la describe tal cual es, también nos invita a restaurarla desde un verdadero diálogo crítico que asuma decididamente sumar a una paz social que debe ser “artesanal” que es lenta y difícil, pero que es garante de una paz real y sólida; pues “tampoco consiste en una paz que surge acallando las reivindicaciones sociales o evitando que hagan lío, ya que no es un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz” “lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias. ¡Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! ¡Enseñémosles la buena batalla del encuentro!” tomemos la actitud de reconocer el legítimo aporte del otro desde la amabilidad porque esto “facilita la búsqueda de consensos y abre caminos donde la exasperación destruye todos los puentes”.