/ martes 2 de noviembre de 2021

Día de Muertos

Es a partir de finales de octubre y los primeros días de noviembre donde el ambiente se torna propicio para leer, escuchar y relatar leyendas e historias sobre fantasmas, aparecidos y sucesos inexplicables a la razón humana, y es en esta época cuando escuchamos hablar sobre La Llorona, El Fantasma del metro Pino Suárez, La Planchada, así como de nahuales y chaneques, constituyendo una parte de la festividad de Día de Muertos.

Y es que si hay algo que a nivel mundial México puede destacar de su amplio folclore a parte de la Lucha Libre, es precisamente su celebración de Día de Muertos, una tradición que se remonta a tiempos prehispánicos y que ya en la época colonial se le fueron aportando más elementos para configurar lo que hoy es esta costumbre tan importante para muchos mexicanos.

Esta festividad en las diferentes regiones y comunidades del país consiste en celebrar el regreso momentáneo de las almas de los seres queridos que ya han fallecido, levantando altares en su honor con los alimentos que a ellos les gustaban en vida, así como frutas de temporada como el tejocote o la calabaza que serían difíciles de degustar en otra ocasión, y si eran adultos los difuntos les ofrendan una cajetilla de cigarros y si lo amerita hasta una caguama (algo que indudablemente no estaría en una ofrenda dedicada a Ricardo Anaya). Dichas ofrendas son adornadas con papel picado de imágenes alusivas al momento, y que además deben tener determinados elementos que no deben faltar como agua, sal, pan, velas o veladoras, copal e incienso, flores (principalmente de cempasúchil), y el retrato del difunto. Todos estos elementos aunados a otros como las calaveritas de azúcar o amaranto, junto con el mole y los tamales conforman una colorida y apetitosa ofrenda que singulariza esta tradición de muchas otras.

La festividad del Día de Muertos en el lago de Pátzcuaro y la isla de Janitzio en Michoacán así como la de Mixquic en Tláhuac, Ciudad de México, son muy reconocidas que no solo acuden turistas nacionales sino también de otras partes del mundo, pero Morelos no se queda atrás. También en nuestra entidad federativa esta tradición está llena de magia y misticismo, destacando Ocotepec y Tepoztlán, localidades donde dicha celebración es celosamente conservada en sus rituales, particularizándose de otras comunidades, ejemplos de ello son el repique de las campanas de todas sus iglesias para esperar la llegada de sus seres queridos que ya no están en el plano terrenal, así como la recolecta de madera para hacer hogueras por la noche en Tepoztlán, o la procesión en Ocotepec que se efectúa durante la noche del 31 de octubre y 1 de noviembre, incluso la celebración en estos lugares no se limita al 1 y 2 de noviembre como en el caso del pueblo mágico de Tepoztlán que inicia desde el 18 de octubre y culmina hasta el 9 de noviembre.

De tal forma que el Día de Muertos, siendo una de las tradiciones más representativas de México, su importancia va más allá de nuestras fronteras y tan es así que su celebración en las comunidades indígenas forma parte de la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) desde el 07 de noviembre de 2003.

Hay que señalar que si bien es cierto, las tradiciones y rituales son dispositivos que sirven para reproducir dominación entre los miembros de la sociedad, también han funcionado para generar cohesión social e identidad, y el Día de Muertos es un ejemplo de ello.

Twitter: @jcarlosjaimes

Es a partir de finales de octubre y los primeros días de noviembre donde el ambiente se torna propicio para leer, escuchar y relatar leyendas e historias sobre fantasmas, aparecidos y sucesos inexplicables a la razón humana, y es en esta época cuando escuchamos hablar sobre La Llorona, El Fantasma del metro Pino Suárez, La Planchada, así como de nahuales y chaneques, constituyendo una parte de la festividad de Día de Muertos.

Y es que si hay algo que a nivel mundial México puede destacar de su amplio folclore a parte de la Lucha Libre, es precisamente su celebración de Día de Muertos, una tradición que se remonta a tiempos prehispánicos y que ya en la época colonial se le fueron aportando más elementos para configurar lo que hoy es esta costumbre tan importante para muchos mexicanos.

Esta festividad en las diferentes regiones y comunidades del país consiste en celebrar el regreso momentáneo de las almas de los seres queridos que ya han fallecido, levantando altares en su honor con los alimentos que a ellos les gustaban en vida, así como frutas de temporada como el tejocote o la calabaza que serían difíciles de degustar en otra ocasión, y si eran adultos los difuntos les ofrendan una cajetilla de cigarros y si lo amerita hasta una caguama (algo que indudablemente no estaría en una ofrenda dedicada a Ricardo Anaya). Dichas ofrendas son adornadas con papel picado de imágenes alusivas al momento, y que además deben tener determinados elementos que no deben faltar como agua, sal, pan, velas o veladoras, copal e incienso, flores (principalmente de cempasúchil), y el retrato del difunto. Todos estos elementos aunados a otros como las calaveritas de azúcar o amaranto, junto con el mole y los tamales conforman una colorida y apetitosa ofrenda que singulariza esta tradición de muchas otras.

La festividad del Día de Muertos en el lago de Pátzcuaro y la isla de Janitzio en Michoacán así como la de Mixquic en Tláhuac, Ciudad de México, son muy reconocidas que no solo acuden turistas nacionales sino también de otras partes del mundo, pero Morelos no se queda atrás. También en nuestra entidad federativa esta tradición está llena de magia y misticismo, destacando Ocotepec y Tepoztlán, localidades donde dicha celebración es celosamente conservada en sus rituales, particularizándose de otras comunidades, ejemplos de ello son el repique de las campanas de todas sus iglesias para esperar la llegada de sus seres queridos que ya no están en el plano terrenal, así como la recolecta de madera para hacer hogueras por la noche en Tepoztlán, o la procesión en Ocotepec que se efectúa durante la noche del 31 de octubre y 1 de noviembre, incluso la celebración en estos lugares no se limita al 1 y 2 de noviembre como en el caso del pueblo mágico de Tepoztlán que inicia desde el 18 de octubre y culmina hasta el 9 de noviembre.

De tal forma que el Día de Muertos, siendo una de las tradiciones más representativas de México, su importancia va más allá de nuestras fronteras y tan es así que su celebración en las comunidades indígenas forma parte de la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) desde el 07 de noviembre de 2003.

Hay que señalar que si bien es cierto, las tradiciones y rituales son dispositivos que sirven para reproducir dominación entre los miembros de la sociedad, también han funcionado para generar cohesión social e identidad, y el Día de Muertos es un ejemplo de ello.

Twitter: @jcarlosjaimes