/ jueves 22 de julio de 2021

Después de la elección: la amnesia colectiva

La democracia no es solo la garantía de que los votos cuenten y se cuenten. La elección es una parte fundamental en el proceso democrático, sin embargo, no es el punto de partida, ni el punto de llegada.

Hoy, a poco más de un mes de terminar semanas agotadoras de vendernos promesas y esperanza, pocos se quedaron en el camino de la defensa de las causas justas y el interés por los problemas y asuntos públicos. Aquellos que se decían los defensores de la democracia y los intereses del pueblo, desaparecieron después de su derrota, como si aquellas buenas intenciones ante los votantes fueran simplemente retórica.

Y claro, están también aquellos que se encuentran en ese proceso de transición para demostrar que son dignos al cargo, habría que esperar algunos meses después de su llegada al escenario político para darnos cuenta si realmente son los defensores del bien colectivo, o simplemente era parte del discurso esperanzador que nos vendían para tachar su nombre en la boleta el pasado 06 de junio.

México no merece seguir pagando la factura de la política de la simulación y el espectáculo, que ha ido disfrazando los verdaderos problemas y necesidades de este país. Aunque, a decir verdad, y después de ver el resultado de la elección, el panorama es un poco desalentador.

El 06 de junio caímos en los vicios de la política –mejor dicho, de aquellos que dicen hacer política-, segados por una ola de individualidad que tanto ha obstruido el progreso de este país. En muchos lados, negamos el acceso al poder de liderazgos nuevos y comprometidos con alta conciencia colectiva que representaban una alternativa real y factible a la punzante desigualdad e injusticia, y dimos paso a lo mismo de siempre, alguno que otro disfrazado del partido del pueblo, que en muchos Estados está cooptado por depredadores corruptos.

Después de la elección y del falso interés por el bien colectivo, el camino de la democracia requiere de la construcción de políticas públicas con enfoque de derechos humanos y perspectiva de género, que sean rigurosas, sensatas, ambiciosas, coherentes y apegadas a las realidades y necesidades que enfrentamos, un trabajo compartido entre el poder público y el público ciudadano. Espero que nuestros nuevos gobernantes estén preparados y a la altura de lo que este país verdaderamente necesita.

El futuro de México reclama buenos gobernantes pero también buenos ciudadanos. Corresponsabilidad de todas y todos. La democracia requiere de un chip colectivo, donde ciudadanos y gobernantes contribuyan a la reconstrucción de un país asediado por los estragos de una pandemia que aún no ha terminado y que sigue cobrando miles de vidas.

La democracia no es solo la garantía de que los votos cuenten y se cuenten. La elección es una parte fundamental en el proceso democrático, sin embargo, no es el punto de partida, ni el punto de llegada.

Hoy, a poco más de un mes de terminar semanas agotadoras de vendernos promesas y esperanza, pocos se quedaron en el camino de la defensa de las causas justas y el interés por los problemas y asuntos públicos. Aquellos que se decían los defensores de la democracia y los intereses del pueblo, desaparecieron después de su derrota, como si aquellas buenas intenciones ante los votantes fueran simplemente retórica.

Y claro, están también aquellos que se encuentran en ese proceso de transición para demostrar que son dignos al cargo, habría que esperar algunos meses después de su llegada al escenario político para darnos cuenta si realmente son los defensores del bien colectivo, o simplemente era parte del discurso esperanzador que nos vendían para tachar su nombre en la boleta el pasado 06 de junio.

México no merece seguir pagando la factura de la política de la simulación y el espectáculo, que ha ido disfrazando los verdaderos problemas y necesidades de este país. Aunque, a decir verdad, y después de ver el resultado de la elección, el panorama es un poco desalentador.

El 06 de junio caímos en los vicios de la política –mejor dicho, de aquellos que dicen hacer política-, segados por una ola de individualidad que tanto ha obstruido el progreso de este país. En muchos lados, negamos el acceso al poder de liderazgos nuevos y comprometidos con alta conciencia colectiva que representaban una alternativa real y factible a la punzante desigualdad e injusticia, y dimos paso a lo mismo de siempre, alguno que otro disfrazado del partido del pueblo, que en muchos Estados está cooptado por depredadores corruptos.

Después de la elección y del falso interés por el bien colectivo, el camino de la democracia requiere de la construcción de políticas públicas con enfoque de derechos humanos y perspectiva de género, que sean rigurosas, sensatas, ambiciosas, coherentes y apegadas a las realidades y necesidades que enfrentamos, un trabajo compartido entre el poder público y el público ciudadano. Espero que nuestros nuevos gobernantes estén preparados y a la altura de lo que este país verdaderamente necesita.

El futuro de México reclama buenos gobernantes pero también buenos ciudadanos. Corresponsabilidad de todas y todos. La democracia requiere de un chip colectivo, donde ciudadanos y gobernantes contribuyan a la reconstrucción de un país asediado por los estragos de una pandemia que aún no ha terminado y que sigue cobrando miles de vidas.