/ martes 1 de septiembre de 2020

Desertores

La LIV Legislatura inició su último año de trabajos con buenas intenciones y en medio de los reacomodos que parecen volverse práctica cotidiana. A la fecha el 45% de los diputados morelenses, 9 de 20, han cambiado de bandera política sin que esto signifique necesariamente que hayan adquirido una nueva ideología. Por supuesto que no, se trata de la lucha intestina por el poder político y económico, por el control del órgano legislativo cuya construcción de acuerdos se ha visto comprometida por la tránsfuga de diputados de una fuerza a otra o a ninguna.

Salvo el caso de Keila Celene Figueroa, a quien se podría criticar por dejar que sus diferencias personales la alejaran de su fracción durante unos meses (fue de Morena, al que regresó ahora después de unos meses de ser independiente); el resto de los legisladores cambiantes no han mostrado consistencia ideológica alguna, de la derecha religiosa a la izquierda recalcitrante o viceversa, todo es pragmatismo o conveniencia. En otras legislaturas era noticia que un legislador dejara su bancada y se uniera a otra, hoy se espera, se considera natural; así, los acuerdos para asignación de espacios en el Congreso, para el impulso a temas de agenda necesarios, para que la representación popular funcione realmente, son prácticamente nulos.

Peor aún, las fugas de una fuerza a otra traicionan el resultado de las urnas al darle a algunos partidos una sobrerrepresentación extraordinaria. En el caso del PES; por ejemplo, hoy empatado con Morena en el número de diputados (25% del total de las curules), se trata de un partido que (de acuerdo con los convenios de coalición y los resultados electorales) habría tenido menos del 6% de los votos para diputados, su legítima representación sería de máximo dos, pero tiene 5. Y hay los subrepresentados, el PRI, por ejemplo, con sólo una diputada aunque tuvo más del 12 por ciento de los votos para legisladores. Cuestiones de disponibilidad de los espacios de representación proporcional, lo que podríamos considerar normal; pero el crecimiento por fuga diputadil, por llamarle de algún modo, merece ser estudiado más a fondo en tanto esencialmente tuerce la voluntad ciudadana, además de generar profundos problemas de gobernabilidad al interior del Legislativo al que altera y detiene a placer del tránsfuga y quienes le reclutan.

Probablemente los partidos, que deberían ser mucho más selectivos en el momento de designar candidatos a representantes populares tendrían también que incluir alguna medida de propensión a fugarse a otro partido con todo y engrapadoras. Se complica mucho, porque a final de cuentas, los partidos políticos han puesto el ejemplo desde las nominaciones a candidatos.

El hecho grave sigue siendo el que, entre las fugas de precandidatos y diputados, la inconsistencia ideológica mostrada por los propios partidos (entregados a un pragmatismo que los iguala a todos), la escasa fama real de los personajes públicos, los electores difícilmente saben a quién están votando y para qué. La oferta política se diluye absolutamente y promueve vicios que pervierten la democracia.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

La LIV Legislatura inició su último año de trabajos con buenas intenciones y en medio de los reacomodos que parecen volverse práctica cotidiana. A la fecha el 45% de los diputados morelenses, 9 de 20, han cambiado de bandera política sin que esto signifique necesariamente que hayan adquirido una nueva ideología. Por supuesto que no, se trata de la lucha intestina por el poder político y económico, por el control del órgano legislativo cuya construcción de acuerdos se ha visto comprometida por la tránsfuga de diputados de una fuerza a otra o a ninguna.

Salvo el caso de Keila Celene Figueroa, a quien se podría criticar por dejar que sus diferencias personales la alejaran de su fracción durante unos meses (fue de Morena, al que regresó ahora después de unos meses de ser independiente); el resto de los legisladores cambiantes no han mostrado consistencia ideológica alguna, de la derecha religiosa a la izquierda recalcitrante o viceversa, todo es pragmatismo o conveniencia. En otras legislaturas era noticia que un legislador dejara su bancada y se uniera a otra, hoy se espera, se considera natural; así, los acuerdos para asignación de espacios en el Congreso, para el impulso a temas de agenda necesarios, para que la representación popular funcione realmente, son prácticamente nulos.

Peor aún, las fugas de una fuerza a otra traicionan el resultado de las urnas al darle a algunos partidos una sobrerrepresentación extraordinaria. En el caso del PES; por ejemplo, hoy empatado con Morena en el número de diputados (25% del total de las curules), se trata de un partido que (de acuerdo con los convenios de coalición y los resultados electorales) habría tenido menos del 6% de los votos para diputados, su legítima representación sería de máximo dos, pero tiene 5. Y hay los subrepresentados, el PRI, por ejemplo, con sólo una diputada aunque tuvo más del 12 por ciento de los votos para legisladores. Cuestiones de disponibilidad de los espacios de representación proporcional, lo que podríamos considerar normal; pero el crecimiento por fuga diputadil, por llamarle de algún modo, merece ser estudiado más a fondo en tanto esencialmente tuerce la voluntad ciudadana, además de generar profundos problemas de gobernabilidad al interior del Legislativo al que altera y detiene a placer del tránsfuga y quienes le reclutan.

Probablemente los partidos, que deberían ser mucho más selectivos en el momento de designar candidatos a representantes populares tendrían también que incluir alguna medida de propensión a fugarse a otro partido con todo y engrapadoras. Se complica mucho, porque a final de cuentas, los partidos políticos han puesto el ejemplo desde las nominaciones a candidatos.

El hecho grave sigue siendo el que, entre las fugas de precandidatos y diputados, la inconsistencia ideológica mostrada por los propios partidos (entregados a un pragmatismo que los iguala a todos), la escasa fama real de los personajes públicos, los electores difícilmente saben a quién están votando y para qué. La oferta política se diluye absolutamente y promueve vicios que pervierten la democracia.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx