/ martes 9 de mayo de 2023

¿Amor verdadero? ¿O control patriarcal? 

Las mujeres vivimos el amor como un mandato

Marcela Lagarde


El lenguaje ha construido un lugar privilegiado en la tarea de normalizar y justificar ciertas conductas, en la historia se han edificado imperios lingüísticos, poéticos, aspiracionales para deformar una cosa en otra, por ejemplo: los dispositivos de control y de violencia los han hecho pasar por demostraciones de afecto, de entrega total, la maté por amor, he aquí la esquizofrenia de la que nos ha convencido, el sistema patriarcal que prefiere vernos muertas que libres y solteras.

El amor romántico es una forma de esclavitud emocional, un método de expropiación de la libertad, es un modelo occidental que determina, de manera diferenciada, la forma en que se relacionan afectivamente los hombres y las mujeres. Nace en el siglo XIX, justo cuando el sistema capitalista toma forma y genera estructuras de conductas y consumo. Este modelo se fortalece en lo que han llamado romanticismo patriarcal, dispositivo socio-cultural que ayuda a perpetuar el patriarcado en nombre del amor, pues solo en nombre del amor las mujeres aceptamos lavar calzones ajenos, humillaciones, infidelidades, gritos e incluso violencia sexual dentro de la relación. Dicho de otra manera, la estructura del amor romántico orilla a las mujeres a dedicarse al servicio doméstico y sexual, sin recibir una paga, reconocimiento o plan de retiro. Nuestra cultura se ha esforzado mucho, pero créame, mucho, en idealizar el amor femenino como un amor incondicional, sometido, abnegado, que priorice el proyecto de vida, primero de un esposo, después de los hijos e hijas y quizá en los tiempos libres, el propio, pa´acabar pronto, a las mujeres nos enseñaron a amar a los hombres con la renuncia y devoción que se ama a un ser divino, como a un Dios (aplica en cualquier religión). Nos enseñaron a amar la libertad de los otros, no la nuestra, a impulsar y sostener los logros de los otros, no los nuestros, a admirarlos en el espacio público y sostenerlos en el espacio privado.

En este sentido el amor se socializa desde rituales jerárquicos de violencia, desde la infancia si eres niña y un niño te molesta, te jala la trenza o te empuja, los adultos lo justificaban con frases como: te molesta porque le gustas, aprendemos entonces que para gustarle a alguien debemos permitir agresiones cotidianas y, para asegurarnos de ello, instauramos mitos que seguro conoce muy bien: el amor todo lo puede, el amor todo lo perdona, se fortalece la creencia de que el amor y el maltrato van de la mano, ahí, habitan ideas como que los celos son una muestra de amor cuando en realidad son una muestra de posesión. Así, bajo el mito de los celos, se cometen asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas, la maté por amor, fue la declaración de un hombre que asesinó a su esposa cuando le planteó el divorcio por maltrato.

Según la última encuesta Nacional de Prevalencia sobre Violencia basada en Género los hombres declararon que las mataron y algunos las descuartizaron, las tiraron en bolsas de basura por temor a perderla, no soportaban la idea de verla con alguien más, no quiero decir que el amor romántico es cuna del feminicidio, pero sí ayuda a propiciar, socializar y avalar agresiones cotidianas que pueden culminar en asesinatos, recordemos que, como varias estudios han señalado; los feminicidios son crímenes por convicción, impulsados por la falsa necesidad de poner las cosas en orden, representa el fracaso del agresor a someter a la otra, y son usados para dejar en claro quién manda aquí, ellas no pueden dejar de amar, a mí nadie me abandona, ellas no deciden cuando irse, eres mía y de nadie más.

En un universo patriarcal, la idea de un amor distinto no les suena bien, pues lo cotidiano, la economía, lo público, la violencia, el sexo, el territorio, el “amor” están sustentadas en códigos de dominancia masculina sobre la subordinación femenina, como lo ha señalado Andrea Dworkin; El amor romántico, en la vida como en la pornografía, es la celebración mítica de la negación femenina. Para una mujer, el amor se define como su disposición a someterse a su propia aniquilación.

Es urgente y necesario en nombre de Mireya, Milagros, Ingrid, Brenda, Wendy, Paloma, Mara, Gloria, Alejandra, Andrea, Susana, Victoria, Pilar y muchas otras más que han sido asesinadas por sus parejas, detener este continumm de violencia corporeizada en nombre del amor, abrazar y construir otras formas de relacionarnos más justas, cuidadosas, libres, elegidas, deseosas, desde la idea radical de que la vida de las mujeres importa.

Si me permite importunar y citando a Vivir Quintana, todas las personas merecen “un cariño sin temor/ un buen amor que te amueble el corazón con sus besos más amables, un amor valiente, tierno e insurgente, un amor que sostenga sus promesas/” como esa que se hacen los enamorados, de cuidarse, amarse, respetarse, y, no asesinarte.


Denisse B. Castañeda

Las mujeres vivimos el amor como un mandato

Marcela Lagarde


El lenguaje ha construido un lugar privilegiado en la tarea de normalizar y justificar ciertas conductas, en la historia se han edificado imperios lingüísticos, poéticos, aspiracionales para deformar una cosa en otra, por ejemplo: los dispositivos de control y de violencia los han hecho pasar por demostraciones de afecto, de entrega total, la maté por amor, he aquí la esquizofrenia de la que nos ha convencido, el sistema patriarcal que prefiere vernos muertas que libres y solteras.

El amor romántico es una forma de esclavitud emocional, un método de expropiación de la libertad, es un modelo occidental que determina, de manera diferenciada, la forma en que se relacionan afectivamente los hombres y las mujeres. Nace en el siglo XIX, justo cuando el sistema capitalista toma forma y genera estructuras de conductas y consumo. Este modelo se fortalece en lo que han llamado romanticismo patriarcal, dispositivo socio-cultural que ayuda a perpetuar el patriarcado en nombre del amor, pues solo en nombre del amor las mujeres aceptamos lavar calzones ajenos, humillaciones, infidelidades, gritos e incluso violencia sexual dentro de la relación. Dicho de otra manera, la estructura del amor romántico orilla a las mujeres a dedicarse al servicio doméstico y sexual, sin recibir una paga, reconocimiento o plan de retiro. Nuestra cultura se ha esforzado mucho, pero créame, mucho, en idealizar el amor femenino como un amor incondicional, sometido, abnegado, que priorice el proyecto de vida, primero de un esposo, después de los hijos e hijas y quizá en los tiempos libres, el propio, pa´acabar pronto, a las mujeres nos enseñaron a amar a los hombres con la renuncia y devoción que se ama a un ser divino, como a un Dios (aplica en cualquier religión). Nos enseñaron a amar la libertad de los otros, no la nuestra, a impulsar y sostener los logros de los otros, no los nuestros, a admirarlos en el espacio público y sostenerlos en el espacio privado.

En este sentido el amor se socializa desde rituales jerárquicos de violencia, desde la infancia si eres niña y un niño te molesta, te jala la trenza o te empuja, los adultos lo justificaban con frases como: te molesta porque le gustas, aprendemos entonces que para gustarle a alguien debemos permitir agresiones cotidianas y, para asegurarnos de ello, instauramos mitos que seguro conoce muy bien: el amor todo lo puede, el amor todo lo perdona, se fortalece la creencia de que el amor y el maltrato van de la mano, ahí, habitan ideas como que los celos son una muestra de amor cuando en realidad son una muestra de posesión. Así, bajo el mito de los celos, se cometen asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas, la maté por amor, fue la declaración de un hombre que asesinó a su esposa cuando le planteó el divorcio por maltrato.

Según la última encuesta Nacional de Prevalencia sobre Violencia basada en Género los hombres declararon que las mataron y algunos las descuartizaron, las tiraron en bolsas de basura por temor a perderla, no soportaban la idea de verla con alguien más, no quiero decir que el amor romántico es cuna del feminicidio, pero sí ayuda a propiciar, socializar y avalar agresiones cotidianas que pueden culminar en asesinatos, recordemos que, como varias estudios han señalado; los feminicidios son crímenes por convicción, impulsados por la falsa necesidad de poner las cosas en orden, representa el fracaso del agresor a someter a la otra, y son usados para dejar en claro quién manda aquí, ellas no pueden dejar de amar, a mí nadie me abandona, ellas no deciden cuando irse, eres mía y de nadie más.

En un universo patriarcal, la idea de un amor distinto no les suena bien, pues lo cotidiano, la economía, lo público, la violencia, el sexo, el territorio, el “amor” están sustentadas en códigos de dominancia masculina sobre la subordinación femenina, como lo ha señalado Andrea Dworkin; El amor romántico, en la vida como en la pornografía, es la celebración mítica de la negación femenina. Para una mujer, el amor se define como su disposición a someterse a su propia aniquilación.

Es urgente y necesario en nombre de Mireya, Milagros, Ingrid, Brenda, Wendy, Paloma, Mara, Gloria, Alejandra, Andrea, Susana, Victoria, Pilar y muchas otras más que han sido asesinadas por sus parejas, detener este continumm de violencia corporeizada en nombre del amor, abrazar y construir otras formas de relacionarnos más justas, cuidadosas, libres, elegidas, deseosas, desde la idea radical de que la vida de las mujeres importa.

Si me permite importunar y citando a Vivir Quintana, todas las personas merecen “un cariño sin temor/ un buen amor que te amueble el corazón con sus besos más amables, un amor valiente, tierno e insurgente, un amor que sostenga sus promesas/” como esa que se hacen los enamorados, de cuidarse, amarse, respetarse, y, no asesinarte.


Denisse B. Castañeda