/ jueves 5 de agosto de 2021

De consultas populares, llamadas a misa y milagros desde la política

Dos decisiones presidenciales, como es la costumbre del presidente López Obrador, están en la opinión pública nacional y nos afectan considerablemente.

Una es la famosa Consulta Popular para “el esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas por los actores políticos en los años pasados, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas”. La otra es el anuncio de la regulación del precio del gas y la creación de la empresa del Estado “Gas Bienestar”.

En la Consulta finalmente votó el 7.1% de la Lista Nominal de electores con derecho a ejercer su voto, 6.6 millones de ciudadanos mexicanos votaron el pasado 1 de agosto, pero se necesitaba, de acuerdo con la Ley General de Consulta Popular, el 40% para que sus resultados fueran vinculantes. Por supuesto, en nuestra polarizada discusión sobre las decisiones del presidente AMLO, desde el mismo lunes y hasta hoy miércoles, sigue la discusión sobre la Consulta: que fue un fracaso y que no sirvió para nada o que fue un éxito y, por una parte, según AMLO, en alguna de la innumerable cantidad de declaraciones, pero que parecía el colofón: es para concientizar a los mexicanos; y por la otra parte de los más críticos militantes en su contra, que nos engaña, pero que es una buena herencia porque nos deja con una herramienta constitucional para hacer este tipo de consultas populares.

Cuando el presidente sostiene como colofón, que al final, verdaderamente es para “concientizarnos” me recuerda a muchos políticos, pero también y principalmente a muchos activistas, por ejemplo, ambientalistas en defensa del medio ambiente, aunque también a docentes de educación básica emprendiendo proyectos ambientales muy complejos que resultarán o alegarán que servirá para “concientizar”. Claro que el problema ambiental, como juzgar formalmente, sobre todo a los expresidentes de México, es utópico por la complejidad y magnitud del problema. Y claro muchos lo sabían era muy predecible el resultado, ni de broma se iba a conseguir un 40% de votación de la Lista Nominal.

Yo les aseguro que el presidente AMLO lo sabía, pero además declaraba que él iba a votar por el “no” porque su fuerte no es la venganza. ¿Entonces, señor presidente? Para concientizarnos. No hombre, pues otra vez, en realidad lo que usted hace es predicar, como sacerdote de una agrupación religiosa, como en una misa que se imparte todos los días, sabiendo que mucho de lo que se dice y se propone no se va a lograr, pero como en la iglesia nos invita, nos recomienda y “ordena”, bueno la aprobó la Suprema Corte de Justicia, votar para enjuiciar, principalmente porque los nombró así muchas veces a los expresidentes desde Peña Nieto hasta Zedillo, sabiendo que no se va a hacer nada y él tener una excusa para no hacer nada. Se comenta en la discusión pública que uno de los que formalmente puede ser enjuiciado es Peña Nieto, pero el presidente parece no hacer nada y, lo peor, se sospecha de algún acuerdo para su impunidad. Y entonces, ¿para qué la Consulta Popular? Como en la iglesia y en las misas cotidianas desde el púlpito del Palacio, es hacer política para conservar fieles y conseguir más, a sabiendas de que simplemente predica, como lo hacen los predicadores de cualquier religión, frente a los problemas reales tan difíciles que vive la gente y para los cuales recurre sincera y profundamente a su religión. Pero en el caso de la gente que padece o es víctima de muchos de los problemas de corrupción, violación de derechos humanos, pérdida de familiares, su fe religiosa no es pura metafísica, porque su voluntad de continuar, por ejemplo, en la búsqueda de sus familiares desaparecidos, esa fe y esa esperanza es la que los mantiene buscando y luchando. Hacer política con la Consulta resulta una perversión, a sabiendas de que no se iba a lograr nada, que era al final una prédica cuasi religiosa para mantener la fe en la “4T”.

Sin embargo, hay otros caminos, los especialistas de diversos campos, como los de la seguridad y violencia que vivimos, me han dicho reiteradamente, como se gana esa fe, esa esperanza y esa confianza en ese liderazgo político: muy simple con resultados y no con invitaciones a un ritual que sabíamos estaba condenado al fracaso. Así que un camino distinto sería hacer justicia en esos innumerables casos de corrupción y abuso del poder, así como a sus víctimas, conociendo la verdad, precisando la responsabilidad, compensando a las víctimas, así como haciendo investigación y llevando a juicio a muchos de esas redes presidenciales. Esto casi tan milagroso, produce más fe, esperanza y militantes, que una Consulta. Así, como en el problema de las pensiones aparentemente tan irresoluble, como milagroso, y lo mismo con el precio del gas o de la luz o de la gasolina, como los de corrupción y violencia que vivimos.

Dos decisiones presidenciales, como es la costumbre del presidente López Obrador, están en la opinión pública nacional y nos afectan considerablemente.

Una es la famosa Consulta Popular para “el esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas por los actores políticos en los años pasados, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas”. La otra es el anuncio de la regulación del precio del gas y la creación de la empresa del Estado “Gas Bienestar”.

En la Consulta finalmente votó el 7.1% de la Lista Nominal de electores con derecho a ejercer su voto, 6.6 millones de ciudadanos mexicanos votaron el pasado 1 de agosto, pero se necesitaba, de acuerdo con la Ley General de Consulta Popular, el 40% para que sus resultados fueran vinculantes. Por supuesto, en nuestra polarizada discusión sobre las decisiones del presidente AMLO, desde el mismo lunes y hasta hoy miércoles, sigue la discusión sobre la Consulta: que fue un fracaso y que no sirvió para nada o que fue un éxito y, por una parte, según AMLO, en alguna de la innumerable cantidad de declaraciones, pero que parecía el colofón: es para concientizar a los mexicanos; y por la otra parte de los más críticos militantes en su contra, que nos engaña, pero que es una buena herencia porque nos deja con una herramienta constitucional para hacer este tipo de consultas populares.

Cuando el presidente sostiene como colofón, que al final, verdaderamente es para “concientizarnos” me recuerda a muchos políticos, pero también y principalmente a muchos activistas, por ejemplo, ambientalistas en defensa del medio ambiente, aunque también a docentes de educación básica emprendiendo proyectos ambientales muy complejos que resultarán o alegarán que servirá para “concientizar”. Claro que el problema ambiental, como juzgar formalmente, sobre todo a los expresidentes de México, es utópico por la complejidad y magnitud del problema. Y claro muchos lo sabían era muy predecible el resultado, ni de broma se iba a conseguir un 40% de votación de la Lista Nominal.

Yo les aseguro que el presidente AMLO lo sabía, pero además declaraba que él iba a votar por el “no” porque su fuerte no es la venganza. ¿Entonces, señor presidente? Para concientizarnos. No hombre, pues otra vez, en realidad lo que usted hace es predicar, como sacerdote de una agrupación religiosa, como en una misa que se imparte todos los días, sabiendo que mucho de lo que se dice y se propone no se va a lograr, pero como en la iglesia nos invita, nos recomienda y “ordena”, bueno la aprobó la Suprema Corte de Justicia, votar para enjuiciar, principalmente porque los nombró así muchas veces a los expresidentes desde Peña Nieto hasta Zedillo, sabiendo que no se va a hacer nada y él tener una excusa para no hacer nada. Se comenta en la discusión pública que uno de los que formalmente puede ser enjuiciado es Peña Nieto, pero el presidente parece no hacer nada y, lo peor, se sospecha de algún acuerdo para su impunidad. Y entonces, ¿para qué la Consulta Popular? Como en la iglesia y en las misas cotidianas desde el púlpito del Palacio, es hacer política para conservar fieles y conseguir más, a sabiendas de que simplemente predica, como lo hacen los predicadores de cualquier religión, frente a los problemas reales tan difíciles que vive la gente y para los cuales recurre sincera y profundamente a su religión. Pero en el caso de la gente que padece o es víctima de muchos de los problemas de corrupción, violación de derechos humanos, pérdida de familiares, su fe religiosa no es pura metafísica, porque su voluntad de continuar, por ejemplo, en la búsqueda de sus familiares desaparecidos, esa fe y esa esperanza es la que los mantiene buscando y luchando. Hacer política con la Consulta resulta una perversión, a sabiendas de que no se iba a lograr nada, que era al final una prédica cuasi religiosa para mantener la fe en la “4T”.

Sin embargo, hay otros caminos, los especialistas de diversos campos, como los de la seguridad y violencia que vivimos, me han dicho reiteradamente, como se gana esa fe, esa esperanza y esa confianza en ese liderazgo político: muy simple con resultados y no con invitaciones a un ritual que sabíamos estaba condenado al fracaso. Así que un camino distinto sería hacer justicia en esos innumerables casos de corrupción y abuso del poder, así como a sus víctimas, conociendo la verdad, precisando la responsabilidad, compensando a las víctimas, así como haciendo investigación y llevando a juicio a muchos de esas redes presidenciales. Esto casi tan milagroso, produce más fe, esperanza y militantes, que una Consulta. Así, como en el problema de las pensiones aparentemente tan irresoluble, como milagroso, y lo mismo con el precio del gas o de la luz o de la gasolina, como los de corrupción y violencia que vivimos.