/ jueves 2 de diciembre de 2021

Cuidemos la Democracia a pesar de los accidentes

Si revisamos el informe de Latinbarómetro de opinión del año 2018 (www.latinbarometro.org), la credibilidad de los partidos políticos en América Latina es del 13%, es decir, la gente no confía en los partidos políticos. En el caso de los Congresos y los diputados, el porcentaje de confianza está en 21%. Es muy preocupante ver como se ha deteriorado el índice de satisfacción con la democracia. En tan solo una década ha disminuido en 20 puntos, del 44% en 2008 al 24% en 2018. La insatisfacción con la democracia se incrementó de 51% a 71% en el mismo periodo. El diferencial entre satisfacción-insatisfacción pasó de 7 a 47 puntos porcentuales.

En México vivimos una democracia muy joven, a partir de que contamos con elecciones libres desde hace muy pocos años. Este parámetro me parece condición fundamental para considerarnos una democracia. Tenemos instituciones electorales que gozan de credibilidad y confianza, a pesar de los embates que desde el poder tratan de minarlas.

Seguramente hay muchos factores que han influido en la drástica disminución de la satisfacción por la democracia: el incremento de la violencia, el avance de la delincuencia, el desempleo y la falta de oportunidades, el deterioro del medio ambiente, los malos gobiernos, los escándalos políticos, la corrupción, las promesas no cumplidas, la desigualdad, el aumento de la pobreza, la pandemia, etcétera.

Aquellos ciudadanos que no perciben una mejoría en su calidad de vida a partir de la llegada de la democracia son los que se sienten insatisfechos. Quizá no se alcance a valorar que, a partir de la construcción de la democracia como sistema de convivencia, hemos avanzado en temas como el reconocimiento de los derechos de las mujeres, de las minorías, gozar de la libertad de pensar y de actuar como mejor nos parezca, entre otros importantes avances.

Hay que entender la democracia como una acción colectiva que nos ha llevado a la construcción de instituciones sólidas que garantizan la continuidad mediante pesos y contrapesos al poder central.

Lo mismo sucede en los estados de la república, la decepción de la gente por la democracia y la creciente falta de credibilidad en las instituciones tiene que ver con la falta de resultados de los gobiernos en turno.

En particular en Morelos hemos vivido y estamos viviendo tiempos inciertos a partir de un gobierno que carece de oficio y no tiene un proyecto ni medianamente definido sobre el rumbo del estado.

Nadie cuestiona la legitimidad democrática del gobierno producto de las elecciones del 2018, sin duda llegó con el respaldo de la ciudadanía de Morelos, así como nadie puede negar que en Morelos hemos retrocedido en todos los rubros producto de la incapacidad y la ignorancia de la clase gobernante.

Postular a un futbolista famoso y popular da votos y gana elecciones, pero no es garantía de un buen gobierno. Pero esto no es culpa de la democracia, en todo caso es un accidente democrático; la responsabilidad es de quienes lo postularon y de quienes lo votaron, también de quienes lo trajeron al estado en 2015 mediante un contrato, para con ello garantizar el registro y la permanencia de un partido local.

La lección democrática que debemos de aprender en Morelos después de este retroceso es importante. Debemos exigir a los partidos seriedad y responsabilidad. No por ganar votos postulen a famosos ídolos del deporte o de la farándula que resultan verdaderos fracasos.

La única manera de evitar estos accidentes democráticos es mediante el aprendizaje colectivo que permita asumir la responsabilidad política que como sociedad debemos tener.

A pesar de los malos gobiernos hay que cuidar la democracia y cuidar a las instituciones democráticas, si no lo hacemos nos vamos arrepentir para siempre.

Si revisamos el informe de Latinbarómetro de opinión del año 2018 (www.latinbarometro.org), la credibilidad de los partidos políticos en América Latina es del 13%, es decir, la gente no confía en los partidos políticos. En el caso de los Congresos y los diputados, el porcentaje de confianza está en 21%. Es muy preocupante ver como se ha deteriorado el índice de satisfacción con la democracia. En tan solo una década ha disminuido en 20 puntos, del 44% en 2008 al 24% en 2018. La insatisfacción con la democracia se incrementó de 51% a 71% en el mismo periodo. El diferencial entre satisfacción-insatisfacción pasó de 7 a 47 puntos porcentuales.

En México vivimos una democracia muy joven, a partir de que contamos con elecciones libres desde hace muy pocos años. Este parámetro me parece condición fundamental para considerarnos una democracia. Tenemos instituciones electorales que gozan de credibilidad y confianza, a pesar de los embates que desde el poder tratan de minarlas.

Seguramente hay muchos factores que han influido en la drástica disminución de la satisfacción por la democracia: el incremento de la violencia, el avance de la delincuencia, el desempleo y la falta de oportunidades, el deterioro del medio ambiente, los malos gobiernos, los escándalos políticos, la corrupción, las promesas no cumplidas, la desigualdad, el aumento de la pobreza, la pandemia, etcétera.

Aquellos ciudadanos que no perciben una mejoría en su calidad de vida a partir de la llegada de la democracia son los que se sienten insatisfechos. Quizá no se alcance a valorar que, a partir de la construcción de la democracia como sistema de convivencia, hemos avanzado en temas como el reconocimiento de los derechos de las mujeres, de las minorías, gozar de la libertad de pensar y de actuar como mejor nos parezca, entre otros importantes avances.

Hay que entender la democracia como una acción colectiva que nos ha llevado a la construcción de instituciones sólidas que garantizan la continuidad mediante pesos y contrapesos al poder central.

Lo mismo sucede en los estados de la república, la decepción de la gente por la democracia y la creciente falta de credibilidad en las instituciones tiene que ver con la falta de resultados de los gobiernos en turno.

En particular en Morelos hemos vivido y estamos viviendo tiempos inciertos a partir de un gobierno que carece de oficio y no tiene un proyecto ni medianamente definido sobre el rumbo del estado.

Nadie cuestiona la legitimidad democrática del gobierno producto de las elecciones del 2018, sin duda llegó con el respaldo de la ciudadanía de Morelos, así como nadie puede negar que en Morelos hemos retrocedido en todos los rubros producto de la incapacidad y la ignorancia de la clase gobernante.

Postular a un futbolista famoso y popular da votos y gana elecciones, pero no es garantía de un buen gobierno. Pero esto no es culpa de la democracia, en todo caso es un accidente democrático; la responsabilidad es de quienes lo postularon y de quienes lo votaron, también de quienes lo trajeron al estado en 2015 mediante un contrato, para con ello garantizar el registro y la permanencia de un partido local.

La lección democrática que debemos de aprender en Morelos después de este retroceso es importante. Debemos exigir a los partidos seriedad y responsabilidad. No por ganar votos postulen a famosos ídolos del deporte o de la farándula que resultan verdaderos fracasos.

La única manera de evitar estos accidentes democráticos es mediante el aprendizaje colectivo que permita asumir la responsabilidad política que como sociedad debemos tener.

A pesar de los malos gobiernos hay que cuidar la democracia y cuidar a las instituciones democráticas, si no lo hacemos nos vamos arrepentir para siempre.

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