/ jueves 17 de enero de 2019

Cuauh, gabinete y diputados…

Después de cien días de gobierno que han tenido luces y sombras, Cuauhtémoc Blanco mantiene su gabinete intacto. Una de las razones para ello es eminentemente política, salvo José Antonio Ortiz Guarneros, en la Comisión Estatal de Seguridad Pública, ninguno de los funcionarios de primer nivel en la administración estatal ha tenido un desgaste mayor, y en el caso del vicealmirante ocurre que la crisis de seguridad ya estaba antes de que asumiera el cargo, por lo que aún no es atribuible a él; mucho menos cuando en términos de estrategia hay una coordinación compartida con el gobierno federal. Cierto que el jefe de la oficina de la gubernatura, José Manuel Sanz, tampoco ha salido ileso de los obuses enviados por críticos y opositores recalcitrantes; pero también lo es que el desgaste que podría atribuirse a ellos existía incluso antes de que se asumiera como el segundo hombre más importante en el Ejecutivo estatal. En términos generales, nada nuevo se ha dicho de Sanz como para ocasionar daño a su imagen, construida igual por sus debilidades que con sus fortalezas.

La otra razón para mantener la alineación es la idea del gobernador de que el trabajo gubernamental debe realizarse en equipo y, como en el futbol, uno no cambia de equipo ni de estrategia hasta que dejan de dar resultados. Y a lo mejor magros (apenas pasan de cien días de su administración), pero entre los logros que podrían anotarse los funcionarios de Blanco Bravo es que, pese a los escándalos, a las condiciones de inseguridad, a los acomodos y reacomodos políticos y hasta criminales, a los airados reclamos por desatinos atribuibles a la transformación en los procesos del gobierno federal, el estado sigue su marcha normal. Si uno revisa, las únicas graves movilizaciones que pusieron en riesgo la paz social en el período de gobierno de Blanco Bravo fueron las de trabajadores universitarios para exigir su salario (asunto que correspondía resolver al gobierno federal, y lo hizo aunque con alguna lentitud); y las muy focalizadas en torno a la instauración de autoridades en los municipios indígenas que van atendiéndose en la medida que lo permiten las resoluciones de tribunales locales y federales.

La popularidad de Cuauhtémoc Blanco sigue siendo lo bastante alta como para permitir el cobijo de secretarios de gobierno y directores de área que, sin hacer cosas espectaculares aún, cumplen con su trabajo de forma más que menos competente y con ello van administrando la única crisis terrible que padece el Ejecutivo y que deviene de su enfrentamiento con el Congreso del Estado: una complicación que se ubica mucho más en el área de lo estrictamente político y que cuyo impacto social empezaría a darse, en todo caso, a finales de este mes en función de lo que determinen los tribunales o las negociaciones que, entendemos, deben abrirse entre ambos poderes para transitar lo antes posible a la normalidad del trabajo que incluye no sólo cumplir con los compromisos del gasto corriente (que fluye para evitar daño a los trabajadores y las tareas básicas del gobierno, principalmente), sino también el ejercicio de la inversión pública que tanto urge al estado. Por cierto, sobre el distanciamiento con el Congreso, Cuauhtémoc Blanco es puntual “hay algunos diputados que estuvieron conmigo en campaña y ahora me están clavando el puñal”, denunciando la traición sentida; pero también invita: “hay que trabajar ´por el bien común de toda la gente para que nos vaya bien a todos”. Es decir, hay rencillas, pero posibilidad de arreglo. Habrá que producirlo pronto.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Después de cien días de gobierno que han tenido luces y sombras, Cuauhtémoc Blanco mantiene su gabinete intacto. Una de las razones para ello es eminentemente política, salvo José Antonio Ortiz Guarneros, en la Comisión Estatal de Seguridad Pública, ninguno de los funcionarios de primer nivel en la administración estatal ha tenido un desgaste mayor, y en el caso del vicealmirante ocurre que la crisis de seguridad ya estaba antes de que asumiera el cargo, por lo que aún no es atribuible a él; mucho menos cuando en términos de estrategia hay una coordinación compartida con el gobierno federal. Cierto que el jefe de la oficina de la gubernatura, José Manuel Sanz, tampoco ha salido ileso de los obuses enviados por críticos y opositores recalcitrantes; pero también lo es que el desgaste que podría atribuirse a ellos existía incluso antes de que se asumiera como el segundo hombre más importante en el Ejecutivo estatal. En términos generales, nada nuevo se ha dicho de Sanz como para ocasionar daño a su imagen, construida igual por sus debilidades que con sus fortalezas.

La otra razón para mantener la alineación es la idea del gobernador de que el trabajo gubernamental debe realizarse en equipo y, como en el futbol, uno no cambia de equipo ni de estrategia hasta que dejan de dar resultados. Y a lo mejor magros (apenas pasan de cien días de su administración), pero entre los logros que podrían anotarse los funcionarios de Blanco Bravo es que, pese a los escándalos, a las condiciones de inseguridad, a los acomodos y reacomodos políticos y hasta criminales, a los airados reclamos por desatinos atribuibles a la transformación en los procesos del gobierno federal, el estado sigue su marcha normal. Si uno revisa, las únicas graves movilizaciones que pusieron en riesgo la paz social en el período de gobierno de Blanco Bravo fueron las de trabajadores universitarios para exigir su salario (asunto que correspondía resolver al gobierno federal, y lo hizo aunque con alguna lentitud); y las muy focalizadas en torno a la instauración de autoridades en los municipios indígenas que van atendiéndose en la medida que lo permiten las resoluciones de tribunales locales y federales.

La popularidad de Cuauhtémoc Blanco sigue siendo lo bastante alta como para permitir el cobijo de secretarios de gobierno y directores de área que, sin hacer cosas espectaculares aún, cumplen con su trabajo de forma más que menos competente y con ello van administrando la única crisis terrible que padece el Ejecutivo y que deviene de su enfrentamiento con el Congreso del Estado: una complicación que se ubica mucho más en el área de lo estrictamente político y que cuyo impacto social empezaría a darse, en todo caso, a finales de este mes en función de lo que determinen los tribunales o las negociaciones que, entendemos, deben abrirse entre ambos poderes para transitar lo antes posible a la normalidad del trabajo que incluye no sólo cumplir con los compromisos del gasto corriente (que fluye para evitar daño a los trabajadores y las tareas básicas del gobierno, principalmente), sino también el ejercicio de la inversión pública que tanto urge al estado. Por cierto, sobre el distanciamiento con el Congreso, Cuauhtémoc Blanco es puntual “hay algunos diputados que estuvieron conmigo en campaña y ahora me están clavando el puñal”, denunciando la traición sentida; pero también invita: “hay que trabajar ´por el bien común de toda la gente para que nos vaya bien a todos”. Es decir, hay rencillas, pero posibilidad de arreglo. Habrá que producirlo pronto.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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