/ lunes 23 de agosto de 2021

Cuando un amigo se va y más

Estos últimos días han ocurrido importantes acontecimientos. Hoy escribo con un asunto bien triste y otro de alegría y admiración. Comienzo. Desde estas modestas líneas despido al Dr. Rodolfo Becerril Straffon: destacado economista, académico, escritor, cronista, gran pianista por hobby desde su juventud, brillante como funcionario nacional y estatal en todo lo que abordó y más en la misión de hacer amigos.

Hace unos días, le llamé por teléfono para invitarlo a una conferencia de las que realizamos el Seminario de Cultura Mexicana, el Consejo de Cronistas, ambos de Cuernavaca y el INAH-Morelos en la labor conjunta de difundir lo mejor de nuestro patrimonio cultural y que por asunto de la pandemia llevamos a cabo no en recinto cerrado, sino en una amplia terraza regada por los vientos que descienden del Ajusco-Chichinautzin y por lo mismo, libre de virus. Cuento esta breve llamada a Rodolfo porque por su voz de inmediato supe que se estaba muriendo y lo hago para resaltar su actitud de amigo, siempre con una frase amable. Lo primero que me dijo con voz de tan débil, casi inaudible, fue: “Lya, no me pierdo tus columnas". Lo narro, se los aseguro sin asomo de vanidad y sí con lágrimas porque fue su manera gentil de despedirse de mí.

Hombre íntegro, caballero siempre, de gran capacidad y enorme cultura, lo recuerdo bailando embelesado sones cubanos románticos con Lala, su adorada esposa. Rodolfo disfrutó cada momento de su vida. Aquí deja una enorme huella en todo lo que abordó, imposible detallarlo de tan extenso. Descansa en paz, querido amigo, que no te olvidaremos. Hago un paréntesis. Me levanto, atiendo a mis loritos, tomo unos sorbos de agua y ya repuesta, vuelvo a retomar estas líneas.

Fíjense que hace una semana asistí a la UMED, Universidad de Estudios a Distancia, a una investidura de Doctorado Honoris Causa a dos exmigrantes en E.U. En esa ceremonia tuve la oportunidad de conocer al exitosísimo empresario, Juan Francisco, don Pancho, Ochoa, hijo de un migrante que se cruzó a E.U. a trabajar en el campo, era tanta la pobreza que vivían que don Pancho de niño no pudo pasar de primaria había que trabajar.

Al crecer, ya con mejores condiciones económica de su familia, inició un pequeño negocio al que le puso ¨Pollo Loco” y fue tan exitoso que se extendió por todo el territorio norteamericano incluido Puerto Rico dando trabajo, preferentemente a mexicanos que migran en busca de empleo. Y sus negocios, siguen creciendo. El otro homenajeado, fue Henry Cuéllar, hijo también de mexicano, diferente a don Pancho, pero de familia migrante también, con el tiempo “la hicieron” y de qué manera. Henry Cuéllar en su amplio currículum ha sido Vicegobernador de Texas, actualmente es Congresista y es el primero que en Texas, libró de las llamadas “jaulas” en las que ingresaban para su control a los niños migrantes sin padres visibles y además logró meterlos al programa de salud pública.

A pesar de su filiación republicana, no olvida sus raíces mexicanas y por los probados méritos de ambos, se les otorgó el Doctorado Honoris Causa. Y lo mejor, ambos reconocieron en público que esta reunión académica en la que por protocolo se cantaron ambos himnos, con ambas banderas y en ambas lenguas, fue gracias a la organización de otro migrante mexicano, Pablo Antonio Castro Zavala, que salió de la colonia del Empleado de Cuernavaca y que habiendo llegado a barrer a los Estados Unidos, allá, como decimos aquí, “la hizo”, como pudo estudió y rápido subió. Actualmente a la vez que dirige la Federación de Morelenses Internacionales en E.U., es Presidente del Paseo de las Estrellas en Las Vegas. Felicidades…a los tres.

Y hasta el próximo lunes.

Estos últimos días han ocurrido importantes acontecimientos. Hoy escribo con un asunto bien triste y otro de alegría y admiración. Comienzo. Desde estas modestas líneas despido al Dr. Rodolfo Becerril Straffon: destacado economista, académico, escritor, cronista, gran pianista por hobby desde su juventud, brillante como funcionario nacional y estatal en todo lo que abordó y más en la misión de hacer amigos.

Hace unos días, le llamé por teléfono para invitarlo a una conferencia de las que realizamos el Seminario de Cultura Mexicana, el Consejo de Cronistas, ambos de Cuernavaca y el INAH-Morelos en la labor conjunta de difundir lo mejor de nuestro patrimonio cultural y que por asunto de la pandemia llevamos a cabo no en recinto cerrado, sino en una amplia terraza regada por los vientos que descienden del Ajusco-Chichinautzin y por lo mismo, libre de virus. Cuento esta breve llamada a Rodolfo porque por su voz de inmediato supe que se estaba muriendo y lo hago para resaltar su actitud de amigo, siempre con una frase amable. Lo primero que me dijo con voz de tan débil, casi inaudible, fue: “Lya, no me pierdo tus columnas". Lo narro, se los aseguro sin asomo de vanidad y sí con lágrimas porque fue su manera gentil de despedirse de mí.

Hombre íntegro, caballero siempre, de gran capacidad y enorme cultura, lo recuerdo bailando embelesado sones cubanos románticos con Lala, su adorada esposa. Rodolfo disfrutó cada momento de su vida. Aquí deja una enorme huella en todo lo que abordó, imposible detallarlo de tan extenso. Descansa en paz, querido amigo, que no te olvidaremos. Hago un paréntesis. Me levanto, atiendo a mis loritos, tomo unos sorbos de agua y ya repuesta, vuelvo a retomar estas líneas.

Fíjense que hace una semana asistí a la UMED, Universidad de Estudios a Distancia, a una investidura de Doctorado Honoris Causa a dos exmigrantes en E.U. En esa ceremonia tuve la oportunidad de conocer al exitosísimo empresario, Juan Francisco, don Pancho, Ochoa, hijo de un migrante que se cruzó a E.U. a trabajar en el campo, era tanta la pobreza que vivían que don Pancho de niño no pudo pasar de primaria había que trabajar.

Al crecer, ya con mejores condiciones económica de su familia, inició un pequeño negocio al que le puso ¨Pollo Loco” y fue tan exitoso que se extendió por todo el territorio norteamericano incluido Puerto Rico dando trabajo, preferentemente a mexicanos que migran en busca de empleo. Y sus negocios, siguen creciendo. El otro homenajeado, fue Henry Cuéllar, hijo también de mexicano, diferente a don Pancho, pero de familia migrante también, con el tiempo “la hicieron” y de qué manera. Henry Cuéllar en su amplio currículum ha sido Vicegobernador de Texas, actualmente es Congresista y es el primero que en Texas, libró de las llamadas “jaulas” en las que ingresaban para su control a los niños migrantes sin padres visibles y además logró meterlos al programa de salud pública.

A pesar de su filiación republicana, no olvida sus raíces mexicanas y por los probados méritos de ambos, se les otorgó el Doctorado Honoris Causa. Y lo mejor, ambos reconocieron en público que esta reunión académica en la que por protocolo se cantaron ambos himnos, con ambas banderas y en ambas lenguas, fue gracias a la organización de otro migrante mexicano, Pablo Antonio Castro Zavala, que salió de la colonia del Empleado de Cuernavaca y que habiendo llegado a barrer a los Estados Unidos, allá, como decimos aquí, “la hizo”, como pudo estudió y rápido subió. Actualmente a la vez que dirige la Federación de Morelenses Internacionales en E.U., es Presidente del Paseo de las Estrellas en Las Vegas. Felicidades…a los tres.

Y hasta el próximo lunes.