/ martes 2 de febrero de 2021

Corazón abierto al mundo

La verdadera calidad de los distintos países del mundo se mide por esta capacidad de pensar no sólo como país, sino también como familia humana, y esto se prueba especialmente en las épocas críticas.

Papa Francisco

En este cuarto capítulo de la Fratelli Tutti, el Papa hace una reflexión sobre planteamientos humanistas que nos permitan dar lugar a esa utopía de vernos fraternizados como humanidad desde realidades concretas, comenzando con los necesitados de la Tierra de lo contrario seguiremos la parafernalia geopolítica que ha consumado un mundo lleno de mezquinos intereses político-financieros, marginando y siendo desleales con quienes menos tienen: “La ayuda mutua entre países en realidad termina beneficiando a todos. Necesitamos desarrollar esta consciencia de que hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie”

Apelar a tan loable deseo humanista implica la reinvención civilizatoria desde una arquitectónica de principios éticos, que nos permitan hacer un giro hermenéutico descolonizador para abrir horizontes y perspectivas dignificantes para todos. Para ello nos sugiere el Papa retroalimentarnos de la sabiduría oriental, ya que el occidentalismo tan desmedido en su racionalidad instrumental ha trastornado la afectividad de una sociedad basada en el consumo y producción de ambiciones.

Sin titubear el obispo de Roma propone con urgencia el establecimiento de una nueva civilización: “Necesitamos que un ordenamiento mundial jurídico, político y económico incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos” enfatizando “la creación de una riqueza para todos” es decir “que se conceda también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres y que se procure incentivar el acceso al mercado internacional de los países marcados por la pobreza y el subdesarrollo”

Pero nada de esto podrá suceder si no hay gratuidad aplicada como categoría crítico político-eco-espiritual, “Quien no vive la gratuidad fraterna, convierte su existencia en un comercio ansioso, está siempre midiendo lo que da y lo que recibe a cambio” la gratuidad fraterna es axiológicamente primordial para recomenzar de lo contrario, sería un severo retroceso porque es un error “creer que pueden desarrollarse al margen de la ruina de los demás y que cerrándose al resto estarán más protegidos” y tan sólo veremos una realidad dicotómica “Así, se llega a pensar ingenuamente que los pobres son peligrosos o inútiles y que los poderosos son generosos benefactores”.

No debemos caer en lo que el Papa llama una falsa apertura a lo universal “Lo universal no debe ser el imperio homogéneo, uniforme y estandarizado de una única forma cultural dominante, que finalmente perderá los colores del poliedro y terminará en el hastío” pero tampoco ir al extremo infértil de “los narcisismo localistas” ya que “no se deja completar por el otro; por lo tanto, se limita en sus posibilidades de desarrollo, se vuelve estática y se enferma” Requerimos entonces ejercitarnos en la vecinalidad “primer ejercicio indispensable para lograr una sana integración universal”

Ejercitar la vecinalidad tanto local como global, permite entretejer una sana convivencia civilizatoria para dar lugar a un mundo fraternalmente habitable y geopolíticamente cordial. Creo que las mociones del Papa son claras y determinantes, o volvemos a vernos como hermanos sin murallas ni dominaciones, o estás harán el fin de la historia. Ojalá nos sepamos mirar con esa horizontalidad fraterna de ser hijos de la misma Tierra que habitamos.

La verdadera calidad de los distintos países del mundo se mide por esta capacidad de pensar no sólo como país, sino también como familia humana, y esto se prueba especialmente en las épocas críticas.

Papa Francisco

En este cuarto capítulo de la Fratelli Tutti, el Papa hace una reflexión sobre planteamientos humanistas que nos permitan dar lugar a esa utopía de vernos fraternizados como humanidad desde realidades concretas, comenzando con los necesitados de la Tierra de lo contrario seguiremos la parafernalia geopolítica que ha consumado un mundo lleno de mezquinos intereses político-financieros, marginando y siendo desleales con quienes menos tienen: “La ayuda mutua entre países en realidad termina beneficiando a todos. Necesitamos desarrollar esta consciencia de que hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie”

Apelar a tan loable deseo humanista implica la reinvención civilizatoria desde una arquitectónica de principios éticos, que nos permitan hacer un giro hermenéutico descolonizador para abrir horizontes y perspectivas dignificantes para todos. Para ello nos sugiere el Papa retroalimentarnos de la sabiduría oriental, ya que el occidentalismo tan desmedido en su racionalidad instrumental ha trastornado la afectividad de una sociedad basada en el consumo y producción de ambiciones.

Sin titubear el obispo de Roma propone con urgencia el establecimiento de una nueva civilización: “Necesitamos que un ordenamiento mundial jurídico, político y económico incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos” enfatizando “la creación de una riqueza para todos” es decir “que se conceda también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres y que se procure incentivar el acceso al mercado internacional de los países marcados por la pobreza y el subdesarrollo”

Pero nada de esto podrá suceder si no hay gratuidad aplicada como categoría crítico político-eco-espiritual, “Quien no vive la gratuidad fraterna, convierte su existencia en un comercio ansioso, está siempre midiendo lo que da y lo que recibe a cambio” la gratuidad fraterna es axiológicamente primordial para recomenzar de lo contrario, sería un severo retroceso porque es un error “creer que pueden desarrollarse al margen de la ruina de los demás y que cerrándose al resto estarán más protegidos” y tan sólo veremos una realidad dicotómica “Así, se llega a pensar ingenuamente que los pobres son peligrosos o inútiles y que los poderosos son generosos benefactores”.

No debemos caer en lo que el Papa llama una falsa apertura a lo universal “Lo universal no debe ser el imperio homogéneo, uniforme y estandarizado de una única forma cultural dominante, que finalmente perderá los colores del poliedro y terminará en el hastío” pero tampoco ir al extremo infértil de “los narcisismo localistas” ya que “no se deja completar por el otro; por lo tanto, se limita en sus posibilidades de desarrollo, se vuelve estática y se enferma” Requerimos entonces ejercitarnos en la vecinalidad “primer ejercicio indispensable para lograr una sana integración universal”

Ejercitar la vecinalidad tanto local como global, permite entretejer una sana convivencia civilizatoria para dar lugar a un mundo fraternalmente habitable y geopolíticamente cordial. Creo que las mociones del Papa son claras y determinantes, o volvemos a vernos como hermanos sin murallas ni dominaciones, o estás harán el fin de la historia. Ojalá nos sepamos mirar con esa horizontalidad fraterna de ser hijos de la misma Tierra que habitamos.