/ jueves 18 de julio de 2019

Congreso: ¿y los argumentos?

Salvo el intercambio de acusaciones sobre los motivos probables de los señalamientos en torno a la sospechosa aprobación de cinco cuentas públicas municipales sin que mediaran cumplieran todos los requisitos, la discusión entre los legisladores del congreso local en torno al tema de la corrupción (para muchos evidente) en las administraciones municipales resulta de una excesiva sonoridad, pero nada aclara sobre el problema fundamental.

Es decir, aún ignoramos si verdaderamente hay casos que deban ser sometidos a procesos administrativos y penales, y por consiguiente, tampoco podemos aducir que algún grupo de legisladores pretenda proteger a alguien, aunque así lo parezca.

Los diputados locales, igual que los políticos, debieran aprender formas más inteligentes de discutir para evitar cometer pecados terribles contra la lógica. Hay múltiples señalamientos de los ciudadanos de prácticamente todos los municipios del estado sobre los excesos de las administraciones municipales pasadas que debieran ser por lo menos aclarados por la documentación que obra en sus cuentas públicas. Si no hay nada qué perseguir es conveniente mostrarlo públicamente. En cambio, los legisladores se han enfrascado en un intercambio de acusaciones y epítetos que poco ayuda para aclarar sus conductas. Decir que no hay nada turbio en las cuentas públicas aprobadas es insuficiente cuando no se aclaran las dudas en torno al endeudamiento, la presunta complicidad de ex funcionarios en las derrotas por juicios laborales sufridas por los municipios, las asignaciones contractuales, las liquidaciones y jubilaciones irregulares, las infladísimas nóminas y todo lo que ha significado el desastre para las finanzas municipales. Acusar a quien señala esa insuficiencia para evitar ofrecer explicaciones resulta perverso.

Las explicaciones sobre los motivos de los legisladores para dar a conocer conductas sospechosas, procedimientos equívocos, o cualquiera de las denuncias acostumbradas en los congresos, no ayudan en nada para aclarar las conductas, los procedimientos o los hechos denunciados. Sirven, eso sí, para la jiribilla, pero los congresos no debieran vivir de eso, sino de debates inteligentes sobre datos duros. Advertir que el otro denuncia una irregularidad para dañar a quien la comete es tan obvio como insultante para una ciudadanía que sigue ávida de información respecto a lo que pasó con la prosperidad de los municipios, porque si los casos de corrupción en la administración pública estatal son llamativos y escandalosos, los de la hacienda municipal podrían ser más discretos, pero representar iguales o mayores quebrantos. Lo terrible es que no lo podemos saber en tanto los diputados parecen cada vez menos proclives a ofrecer información sustancial, lo que les coloca en un extremo lastimoso en la opinión pública.

La política de comunicación del Congreso local ha cambiado poco durante los últimos años, lo que no es atribuible a sus equipos de comunicación (han tenido muchos y muy profesionales), sino a una lógica absurda de manejo de la información. Los legisladores parecen más preocupados por aparecer en fotografías inaugurando obras (lo que no les corresponde), que informar sobre los procesos legislativos (que sí son su función). El legislativo debiera ser una burbuja, así de transparente para todos los ciudadanos, y sus fallas en ello generan confusiones, malentendidos, sospechas, que suelen convertirse en certezas en el ánimo popular (eso explica que pocos diputados tengan un respaldo ciudadano real y deban construirlo mediante dádivas o alianzas terribles). El problema del Congreso es que los datos para sustentar argumentos existen, pero no se hacen públicos. Frente a ello, no hay salvación posible.

Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Salvo el intercambio de acusaciones sobre los motivos probables de los señalamientos en torno a la sospechosa aprobación de cinco cuentas públicas municipales sin que mediaran cumplieran todos los requisitos, la discusión entre los legisladores del congreso local en torno al tema de la corrupción (para muchos evidente) en las administraciones municipales resulta de una excesiva sonoridad, pero nada aclara sobre el problema fundamental.

Es decir, aún ignoramos si verdaderamente hay casos que deban ser sometidos a procesos administrativos y penales, y por consiguiente, tampoco podemos aducir que algún grupo de legisladores pretenda proteger a alguien, aunque así lo parezca.

Los diputados locales, igual que los políticos, debieran aprender formas más inteligentes de discutir para evitar cometer pecados terribles contra la lógica. Hay múltiples señalamientos de los ciudadanos de prácticamente todos los municipios del estado sobre los excesos de las administraciones municipales pasadas que debieran ser por lo menos aclarados por la documentación que obra en sus cuentas públicas. Si no hay nada qué perseguir es conveniente mostrarlo públicamente. En cambio, los legisladores se han enfrascado en un intercambio de acusaciones y epítetos que poco ayuda para aclarar sus conductas. Decir que no hay nada turbio en las cuentas públicas aprobadas es insuficiente cuando no se aclaran las dudas en torno al endeudamiento, la presunta complicidad de ex funcionarios en las derrotas por juicios laborales sufridas por los municipios, las asignaciones contractuales, las liquidaciones y jubilaciones irregulares, las infladísimas nóminas y todo lo que ha significado el desastre para las finanzas municipales. Acusar a quien señala esa insuficiencia para evitar ofrecer explicaciones resulta perverso.

Las explicaciones sobre los motivos de los legisladores para dar a conocer conductas sospechosas, procedimientos equívocos, o cualquiera de las denuncias acostumbradas en los congresos, no ayudan en nada para aclarar las conductas, los procedimientos o los hechos denunciados. Sirven, eso sí, para la jiribilla, pero los congresos no debieran vivir de eso, sino de debates inteligentes sobre datos duros. Advertir que el otro denuncia una irregularidad para dañar a quien la comete es tan obvio como insultante para una ciudadanía que sigue ávida de información respecto a lo que pasó con la prosperidad de los municipios, porque si los casos de corrupción en la administración pública estatal son llamativos y escandalosos, los de la hacienda municipal podrían ser más discretos, pero representar iguales o mayores quebrantos. Lo terrible es que no lo podemos saber en tanto los diputados parecen cada vez menos proclives a ofrecer información sustancial, lo que les coloca en un extremo lastimoso en la opinión pública.

La política de comunicación del Congreso local ha cambiado poco durante los últimos años, lo que no es atribuible a sus equipos de comunicación (han tenido muchos y muy profesionales), sino a una lógica absurda de manejo de la información. Los legisladores parecen más preocupados por aparecer en fotografías inaugurando obras (lo que no les corresponde), que informar sobre los procesos legislativos (que sí son su función). El legislativo debiera ser una burbuja, así de transparente para todos los ciudadanos, y sus fallas en ello generan confusiones, malentendidos, sospechas, que suelen convertirse en certezas en el ánimo popular (eso explica que pocos diputados tengan un respaldo ciudadano real y deban construirlo mediante dádivas o alianzas terribles). El problema del Congreso es que los datos para sustentar argumentos existen, pero no se hacen públicos. Frente a ello, no hay salvación posible.

Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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