/ lunes 30 de marzo de 2020

Comunicación e irresponsabilidad

De botepronto uno podría atribuir la evidente irresponsabilidad social mostrada por miles de personas que se brincan la cuarentena impuesta para reducir el índice de contagios de Covid-19, a la crisis ética y moral de nuestro tiempo, a la polarización de la sociedad en corrientes políticas que se profesan como nuevas religiones, al miedo a la solitaria rutina y el inminente reencuentro que nos produce con nosotros mismos, a la impresionante ignorancia perpetuada por muchos “autores” en redes sociales, y otras causas que cualquiera podría sugerir y que evidencian lo criminal del comportamiento de masas y lo lejos que nos queda aún el ideal civilizatorio que buscaron todas las filosofías políticas y todas las corrientes pedagógicas.

Probablemente la irresponsabilidad sea una suma incivilizatoria, una suerte de involución de los seres que, pasados por algunos rudimentos escolares de innegable valor formativo, se perdieron en el miasma social arruinando incluso la máxima aquella de la teoría de la comunicación sobre la unificación de la opinión pública en situaciones de emergencia nacional que compromete la seguridad de todos. O probablemente es que, en un mundo hipercomunicado, el mensaje de riesgo enorme que representa el contagio por el virus en la población no ha sido totalmente comprendido. Tal vez entre noticias falsas, gatitos, pleitos entre gobernantes, discursos diversos en las autoridades sanitarias (hasta la semana anterior era un desorden la comunicación oficial sobre el virus y su comportamiento en México), perritos, chistes de estandoperos, postales cursis de la tía, y todas esas cosas que forman los timeline de las redes sociales, tonterías de políticos de segundo o tercer nivel, el mensaje sobre la gravedad y la inminencia de los contagios, haya sido insuficiente. Quizá la orientación conspiracionista en la metodología de comunicación de la mayoría de los gobiernos mexicanos (federal, estatales y municipales), haya sido poco receptiva y menos facilitadora de un mensaje único para enfrentar el terrible riesgo que atravesamos. No se trataba de alarmar (pensar que enviar mensajes de alerta sobre los peligros presentes para la sociedad se traduce, a fortiori, en un estado de innecesaria sobreexcitación es un exceso de cautela que raya en lo irresponsable), sino de enviar un mensaje claro sobre los riesgos y las formas de contener la pandemia. En contraste, los mensajes del fin de semana y el protagonismo que han recuperado las autoridades sanitarias en el terreno de lo simbólico, ofrece una esperanza de que aún podrían establecerse las medidas de restricción urgentes para reducir el número de contagios.

En Morelos, los dos mensajes emitidos por el gobierno estatal el fin de semana, del secretario de salud y del gobernador, ambos con exhortos a respetar las medidas de protección sugeridas por la OMS, fueron contundentes, pero su efecto, por lo menos el primer día, se mantuvo limitado, plazas públicas, parques, y otros sitios de reunión en Morelos aún registraron un 20 o 30 por ciento de sus visitantes. Urge repensar la estrategia de comunicación.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

De botepronto uno podría atribuir la evidente irresponsabilidad social mostrada por miles de personas que se brincan la cuarentena impuesta para reducir el índice de contagios de Covid-19, a la crisis ética y moral de nuestro tiempo, a la polarización de la sociedad en corrientes políticas que se profesan como nuevas religiones, al miedo a la solitaria rutina y el inminente reencuentro que nos produce con nosotros mismos, a la impresionante ignorancia perpetuada por muchos “autores” en redes sociales, y otras causas que cualquiera podría sugerir y que evidencian lo criminal del comportamiento de masas y lo lejos que nos queda aún el ideal civilizatorio que buscaron todas las filosofías políticas y todas las corrientes pedagógicas.

Probablemente la irresponsabilidad sea una suma incivilizatoria, una suerte de involución de los seres que, pasados por algunos rudimentos escolares de innegable valor formativo, se perdieron en el miasma social arruinando incluso la máxima aquella de la teoría de la comunicación sobre la unificación de la opinión pública en situaciones de emergencia nacional que compromete la seguridad de todos. O probablemente es que, en un mundo hipercomunicado, el mensaje de riesgo enorme que representa el contagio por el virus en la población no ha sido totalmente comprendido. Tal vez entre noticias falsas, gatitos, pleitos entre gobernantes, discursos diversos en las autoridades sanitarias (hasta la semana anterior era un desorden la comunicación oficial sobre el virus y su comportamiento en México), perritos, chistes de estandoperos, postales cursis de la tía, y todas esas cosas que forman los timeline de las redes sociales, tonterías de políticos de segundo o tercer nivel, el mensaje sobre la gravedad y la inminencia de los contagios, haya sido insuficiente. Quizá la orientación conspiracionista en la metodología de comunicación de la mayoría de los gobiernos mexicanos (federal, estatales y municipales), haya sido poco receptiva y menos facilitadora de un mensaje único para enfrentar el terrible riesgo que atravesamos. No se trataba de alarmar (pensar que enviar mensajes de alerta sobre los peligros presentes para la sociedad se traduce, a fortiori, en un estado de innecesaria sobreexcitación es un exceso de cautela que raya en lo irresponsable), sino de enviar un mensaje claro sobre los riesgos y las formas de contener la pandemia. En contraste, los mensajes del fin de semana y el protagonismo que han recuperado las autoridades sanitarias en el terreno de lo simbólico, ofrece una esperanza de que aún podrían establecerse las medidas de restricción urgentes para reducir el número de contagios.

En Morelos, los dos mensajes emitidos por el gobierno estatal el fin de semana, del secretario de salud y del gobernador, ambos con exhortos a respetar las medidas de protección sugeridas por la OMS, fueron contundentes, pero su efecto, por lo menos el primer día, se mantuvo limitado, plazas públicas, parques, y otros sitios de reunión en Morelos aún registraron un 20 o 30 por ciento de sus visitantes. Urge repensar la estrategia de comunicación.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx