/ miércoles 20 de enero de 2021

 Cienfuegos: la política, el Ejército y la diplomacia

El poder nace del fusil, escribía Mao Tse-Tung, dirigente de la revolución china, en sus textos militares.

La revolución en ese país solo pudo triunfar en 1949, cuando las tropas del Ejército Popular de Liberación vencieron al ejército del general Chan Kai-Shek, aliado de los Estados Unidos, y lo obligaron a refugiarse en Taiwán.

La idea central del planteamiento maoísta consiste en que, en un conflicto de clases sociales, triunfa la que tenga mejores fuerzas armadas (no tanto por el número y calidad del armamento, sino por la moral de combate de sus tropas y la habilidad de su dirección). No ha habido ninguna insurgencia triunfante que haya tomado el poder sin el uso de la fuerza militar. El caso de Salvador Allende en Chile es un ejemplo trágico de la verdad anteriormente expuesta.

El ascenso al poder de Andrés Manuel López Obrador en 2018 es –desde esa perspectiva—un caso excepcional. Al igual que Allende, AMLO pretende cambiar las estructuras del poder desde dentro del aparato, con base en la movilización popular, pero dentro de los cauces legales y respetando con rigor los preceptos constitucionales y los derechos humanos de los adversarios. Una revolución pacífica.

Salvador Allende fue derrocado y muerto por un golpe de estado militar, en medio de una intensa agitación de las fuerzas conservadoras, y con numerosas huelgas obreras atizadas hábilmente por la derecha fascista. AMLO parece haber aprendido esa lección histórica, y está tratando de remodelar al estado mexicano con base en el apoyo que hasta el momento ha conseguido por parte de las fuerzas armadas (ejército, marina, fuerza aérea, guardia nacional, etc.).

En este contexto, la detención y posterior extradición del general Salvador Cienfuegos a México ha traído al debate público la relación de AMLO con las fuerzas armadas, la importancia de las mismas dentro del esquema de cambio social y las relaciones diplomáticas que México mantiene con USA, el vecino más importante por múltiples razones, que van de la extensa frontera a la intensa relación comercial, pasando por la existencia de millones de mexicanos que viven en ese país.

La reciente exoneración del general Salvador Cienfuegos por la FGR se produjo en medio de un complicado panorama que involucra los factores reales de poder, y que definen al movimiento de la 4T como una experiencia excepcional, sin precedente en la historia de la región latinoamericana, y con amplias posibilidades de seguir adelante, en medio de las enormes dificultades que presentan los adversarios del cambio.

EL EJÉRCITO MEXICANO: DE DÍAZ ORDAZ A LÓPEZ OBRADOR

El ejército mexicano actual tiene su raíz en el ejército constitucionalista encabezado por Venustiano Carranza, quien en 1913 levantó sus soldados y combatió al ejército federal de Victoriano Huerta, para restablecer la Constitución de 1857, mancillada por el golpe de estado gestado en el cuartelazo de la Ciudadela, en febrero de 1913. Posteriormente el congreso constituyente de Querétaro promulgó una nueva Constitución en febrero de 1917.

El origen de este ejército es claramente antigolpista, de respeto a las autoridades electas por el voto popular. Entre 1917 y 1938, solo hubo dos insurrecciones militares: en 1920 se produjo el levantamiento de Alvaro Obregón contra Venustiano Carranza con motivo de la inconformidad de los militares sonorenses –fracción triunfante de la revolución-- ante la imposición del ingeniero Ignacio Bonillas como candidato a la presidencia; esta rebelión culminó con la muerte del Presidente Venustiano Carranza en Tlaxcalantongo, Puebla. Posteriormente, Adolfo de la Huerta se levantó en armas en 1923 contra el propio Alvaro Obregón, también motivado por la sucesión presidencial.

Las reformas políticas de Plutarco Elías Calles en 1929 pusieron punto final a las disputas cíclicas por el poder presidencial. Esas reformas excluyeron al ejército como fuerza beligerante en los asuntos públicos, restableciendo el mando civil y la continuidad de la revolución a través de procesos electorales. En 1938, Saturnino Cedillo, militar y cacique de la región huasteca, se levantó en un efímero intento por revertir la expropiación petrolera. Las tropas federales lo derrotaron, muriendo Cedillo en uno de los combates.

En los años 60’s el ejército fue usado por los mandos civiles para reprimir protestas del pueblo, como las diversas rebeliones estudiantiles (IPN, Sonora, Morelia, Movimiento del 68) y protestas laborales (ferrocarrileros en 1959, magisteriales, de los médicos, etc.) El ejército se comportó como tropa de ocupación en un país derrotado, golpeando movimientos y masacrando protestas civiles.

El ejército fue después protagonista central de la guerra sucia, inspirada en la doctrina de seguridad nacional patrocinada por USA, y tuvo en sus manos la represión de las guerrillas urbanas tanto como de los movimientos armados en el campo (Lucio Cabañas, Genaro Vázquez).

En la época de los setentas hubo –como reacción a los excesos represivos-- un vigoroso surgimiento de los grupos y organizaciones de defensa de los derechos humanos, movimiento que finalmente puso en marcha el despertar de la conciencia social. Fue surgiendo así una fuerte corriente basada en la defensa de las mejores causas populares, que contribuyó a fortalecer lo que hoy se conoce como sociedad civil, que ha propiciado la creación de numerosas ONG’s y grupos de defensa de las causas más sentidas por diversas capas sociales.

Mientras esto ocurría, el ejército reforzó sus lazos de lealtad con el poder constituido, pero comenzó a trazar una línea de rechazo firme a su involucramiento en represiones contra movimientos civiles inspirados en causas políticas. Desde esa época --2006-2020—ha dejado de ser una fuerza represora en términos políticos, y solo combate –en unión de la Guardia Nacional—a los grupos armados patrocinados por la delincuencia organizada.

Actualmente, a raíz del triunfo electoral de AMLO en el 2018, el ejército y la marina armada han sido incorporados activamente a tareas de producción y administración de los programas del gobierno. El ejército sin duda hoy es el mayor constructor del país (Aeropuerto Internacional Felipe Angeles, Tren Maya, Dos Bocas) en tanto la marina armada se ha hecho cargo de la administración de las aduanas terrestres y marítimas, sometiéndolas al orden legal. Algunos puertos se habían convertido en monopolios del crimen organizado, por los cuales entraba y salía la droga, y no se pagaban impuestos a la importación de mercancías.

En el sentido de la construcción y administración, las fuerzas armadas se han convertido en las mayores impulsoras de los cambios institucionales introducidos por el gobierno obradorista. Junto con la sociedad civil, son hoy el mayor soporte de los programas de la 4T. AMLO ha inaugurado así un nuevo modelo de transformación social pacífica, de manera que el poder del estado se ha venido transformando en un motor que impulsa el cambio estructural.

(Por cierto: el caso de Bolivia es por completo diferente. El movimiento popular de resistencia fue tan amplio que logró vencer a los golpistas, quienes fueron completamente derrotados en las elecciones de 2020. El Movimiento al Socialismo (MAS) pudo recuperar el gobierno y ha comenzado a purgar a los elementos reaccionarios de las Fuerzas Armadas, aunque en ese país el ejército no ocupa espacios tan destacados en el cambio social, por lo menos no como en México).

LA TOMA DE DECISIONES ESTRATÁGICAS.

Al exonerar a Cienfuegos de los cargos formulados por la DEA, el gobierno mexicano envió señales clarísimas a quien las quiera observar: AMLO prefiere confrontarse con USA antes que con las fuerzas armadas de México. Su gobierno camina con base en dos apoyos fundamentales: la sociedad civil y las fuerzas armadas. No renuncia a tales apoyos, aunque lo esté exigiendo el gobierno de aquel país.

No estamos abordando el tema de la culpabilidad o inocencia de Cienfuegos. Pero las imputaciones de la DEA contra él son muy endebles. Son apenas capturas de pantalla de mensajes entre delincuentes donde se hacía referencia a un tal Padrino, o Zepeda, sin establecer nunca la responsabilidad directa del militar en los hechos descritos. Para los abogados mexicanos son apenas acusaciones que hasta sus jóvenes pasantes pueden refutar fácilmente ante los jueces.

Donde hay responsabilidad probable y comprobable de Cienfuegos es en otra área de la vida política nacional: la masacre de Tlatlaya y la defensa obstinada de “sus soldados” ante las investigaciones de los grupos nacionales y extranjeros que buscaban la verdad sobre los hechos de Iguala son elementos que pueden ser formulados con mucha mayor claridad, y con pruebas públicas muy contundentes.

La opción estratégica de AMLO se definió claramente en favor del ejército y en contra de las pretensiones de USA. No defendemos la impunidad ni consideramos que la cofradía del ejército está compuesta por militares en olor de santidad. Pero para el proceso de cambio social, es mil veces preferible confrontarse con USA que con las fuerzas armadas de México.

El poder nace del fusil, escribía Mao Tse-Tung, dirigente de la revolución china, en sus textos militares.

La revolución en ese país solo pudo triunfar en 1949, cuando las tropas del Ejército Popular de Liberación vencieron al ejército del general Chan Kai-Shek, aliado de los Estados Unidos, y lo obligaron a refugiarse en Taiwán.

La idea central del planteamiento maoísta consiste en que, en un conflicto de clases sociales, triunfa la que tenga mejores fuerzas armadas (no tanto por el número y calidad del armamento, sino por la moral de combate de sus tropas y la habilidad de su dirección). No ha habido ninguna insurgencia triunfante que haya tomado el poder sin el uso de la fuerza militar. El caso de Salvador Allende en Chile es un ejemplo trágico de la verdad anteriormente expuesta.

El ascenso al poder de Andrés Manuel López Obrador en 2018 es –desde esa perspectiva—un caso excepcional. Al igual que Allende, AMLO pretende cambiar las estructuras del poder desde dentro del aparato, con base en la movilización popular, pero dentro de los cauces legales y respetando con rigor los preceptos constitucionales y los derechos humanos de los adversarios. Una revolución pacífica.

Salvador Allende fue derrocado y muerto por un golpe de estado militar, en medio de una intensa agitación de las fuerzas conservadoras, y con numerosas huelgas obreras atizadas hábilmente por la derecha fascista. AMLO parece haber aprendido esa lección histórica, y está tratando de remodelar al estado mexicano con base en el apoyo que hasta el momento ha conseguido por parte de las fuerzas armadas (ejército, marina, fuerza aérea, guardia nacional, etc.).

En este contexto, la detención y posterior extradición del general Salvador Cienfuegos a México ha traído al debate público la relación de AMLO con las fuerzas armadas, la importancia de las mismas dentro del esquema de cambio social y las relaciones diplomáticas que México mantiene con USA, el vecino más importante por múltiples razones, que van de la extensa frontera a la intensa relación comercial, pasando por la existencia de millones de mexicanos que viven en ese país.

La reciente exoneración del general Salvador Cienfuegos por la FGR se produjo en medio de un complicado panorama que involucra los factores reales de poder, y que definen al movimiento de la 4T como una experiencia excepcional, sin precedente en la historia de la región latinoamericana, y con amplias posibilidades de seguir adelante, en medio de las enormes dificultades que presentan los adversarios del cambio.

EL EJÉRCITO MEXICANO: DE DÍAZ ORDAZ A LÓPEZ OBRADOR

El ejército mexicano actual tiene su raíz en el ejército constitucionalista encabezado por Venustiano Carranza, quien en 1913 levantó sus soldados y combatió al ejército federal de Victoriano Huerta, para restablecer la Constitución de 1857, mancillada por el golpe de estado gestado en el cuartelazo de la Ciudadela, en febrero de 1913. Posteriormente el congreso constituyente de Querétaro promulgó una nueva Constitución en febrero de 1917.

El origen de este ejército es claramente antigolpista, de respeto a las autoridades electas por el voto popular. Entre 1917 y 1938, solo hubo dos insurrecciones militares: en 1920 se produjo el levantamiento de Alvaro Obregón contra Venustiano Carranza con motivo de la inconformidad de los militares sonorenses –fracción triunfante de la revolución-- ante la imposición del ingeniero Ignacio Bonillas como candidato a la presidencia; esta rebelión culminó con la muerte del Presidente Venustiano Carranza en Tlaxcalantongo, Puebla. Posteriormente, Adolfo de la Huerta se levantó en armas en 1923 contra el propio Alvaro Obregón, también motivado por la sucesión presidencial.

Las reformas políticas de Plutarco Elías Calles en 1929 pusieron punto final a las disputas cíclicas por el poder presidencial. Esas reformas excluyeron al ejército como fuerza beligerante en los asuntos públicos, restableciendo el mando civil y la continuidad de la revolución a través de procesos electorales. En 1938, Saturnino Cedillo, militar y cacique de la región huasteca, se levantó en un efímero intento por revertir la expropiación petrolera. Las tropas federales lo derrotaron, muriendo Cedillo en uno de los combates.

En los años 60’s el ejército fue usado por los mandos civiles para reprimir protestas del pueblo, como las diversas rebeliones estudiantiles (IPN, Sonora, Morelia, Movimiento del 68) y protestas laborales (ferrocarrileros en 1959, magisteriales, de los médicos, etc.) El ejército se comportó como tropa de ocupación en un país derrotado, golpeando movimientos y masacrando protestas civiles.

El ejército fue después protagonista central de la guerra sucia, inspirada en la doctrina de seguridad nacional patrocinada por USA, y tuvo en sus manos la represión de las guerrillas urbanas tanto como de los movimientos armados en el campo (Lucio Cabañas, Genaro Vázquez).

En la época de los setentas hubo –como reacción a los excesos represivos-- un vigoroso surgimiento de los grupos y organizaciones de defensa de los derechos humanos, movimiento que finalmente puso en marcha el despertar de la conciencia social. Fue surgiendo así una fuerte corriente basada en la defensa de las mejores causas populares, que contribuyó a fortalecer lo que hoy se conoce como sociedad civil, que ha propiciado la creación de numerosas ONG’s y grupos de defensa de las causas más sentidas por diversas capas sociales.

Mientras esto ocurría, el ejército reforzó sus lazos de lealtad con el poder constituido, pero comenzó a trazar una línea de rechazo firme a su involucramiento en represiones contra movimientos civiles inspirados en causas políticas. Desde esa época --2006-2020—ha dejado de ser una fuerza represora en términos políticos, y solo combate –en unión de la Guardia Nacional—a los grupos armados patrocinados por la delincuencia organizada.

Actualmente, a raíz del triunfo electoral de AMLO en el 2018, el ejército y la marina armada han sido incorporados activamente a tareas de producción y administración de los programas del gobierno. El ejército sin duda hoy es el mayor constructor del país (Aeropuerto Internacional Felipe Angeles, Tren Maya, Dos Bocas) en tanto la marina armada se ha hecho cargo de la administración de las aduanas terrestres y marítimas, sometiéndolas al orden legal. Algunos puertos se habían convertido en monopolios del crimen organizado, por los cuales entraba y salía la droga, y no se pagaban impuestos a la importación de mercancías.

En el sentido de la construcción y administración, las fuerzas armadas se han convertido en las mayores impulsoras de los cambios institucionales introducidos por el gobierno obradorista. Junto con la sociedad civil, son hoy el mayor soporte de los programas de la 4T. AMLO ha inaugurado así un nuevo modelo de transformación social pacífica, de manera que el poder del estado se ha venido transformando en un motor que impulsa el cambio estructural.

(Por cierto: el caso de Bolivia es por completo diferente. El movimiento popular de resistencia fue tan amplio que logró vencer a los golpistas, quienes fueron completamente derrotados en las elecciones de 2020. El Movimiento al Socialismo (MAS) pudo recuperar el gobierno y ha comenzado a purgar a los elementos reaccionarios de las Fuerzas Armadas, aunque en ese país el ejército no ocupa espacios tan destacados en el cambio social, por lo menos no como en México).

LA TOMA DE DECISIONES ESTRATÁGICAS.

Al exonerar a Cienfuegos de los cargos formulados por la DEA, el gobierno mexicano envió señales clarísimas a quien las quiera observar: AMLO prefiere confrontarse con USA antes que con las fuerzas armadas de México. Su gobierno camina con base en dos apoyos fundamentales: la sociedad civil y las fuerzas armadas. No renuncia a tales apoyos, aunque lo esté exigiendo el gobierno de aquel país.

No estamos abordando el tema de la culpabilidad o inocencia de Cienfuegos. Pero las imputaciones de la DEA contra él son muy endebles. Son apenas capturas de pantalla de mensajes entre delincuentes donde se hacía referencia a un tal Padrino, o Zepeda, sin establecer nunca la responsabilidad directa del militar en los hechos descritos. Para los abogados mexicanos son apenas acusaciones que hasta sus jóvenes pasantes pueden refutar fácilmente ante los jueces.

Donde hay responsabilidad probable y comprobable de Cienfuegos es en otra área de la vida política nacional: la masacre de Tlatlaya y la defensa obstinada de “sus soldados” ante las investigaciones de los grupos nacionales y extranjeros que buscaban la verdad sobre los hechos de Iguala son elementos que pueden ser formulados con mucha mayor claridad, y con pruebas públicas muy contundentes.

La opción estratégica de AMLO se definió claramente en favor del ejército y en contra de las pretensiones de USA. No defendemos la impunidad ni consideramos que la cofradía del ejército está compuesta por militares en olor de santidad. Pero para el proceso de cambio social, es mil veces preferible confrontarse con USA que con las fuerzas armadas de México.