/ miércoles 15 de diciembre de 2021

Charles Dawson, una navidad sangrienta

Queridos lectores dicen que estamos en fechas de reconciliación, donde los deseos de dicha y paz abundan entre la humanidad. Sin embargo, las mentes criminales no descansan. Para ellos no hay tregua que sea significativa. En la práctica, diciembre es un mes plagado de violencia, misterio y tragedia, como ocurre en cualquier otro momento del año.

Y para muestra les contaré una historia real y aterradora. Han pasado 92 años de aquel trágico deceso donde perecieron casi todos los integrantes de la familia Lawson. El único sobreviviente, Arthur, uno de los siete hijos.

Este relato se gestó en Germanton, Carolina del Norte, Estados Unidos. Corría el año de 1929, poco antes de la víspera de la navidad. La familia Lawson, conformada por el patriarca, Charlie y su amada Fannie, se preparaban para festejar la pascua al lado de sus hijos: Marie (17 ), Arthur (16), Carrie, (12), Maybell (7), James (4), Raymond (2) y la más pequeña, Mary Lou (4 meses).

Charles era un hombre de campo. Sus hermanos y él eran conocidos en aquella zona por cultivar tabaco. Así que un buen día Charles decidió arriesgarse, pensar en grande y con mucho esfuerzo logró adquirir su propia granja en Brook Cove Road.

Por fin, parecía que la fortuna sonreía para los Lawson. Y Charles Davis no quiso que pasara desapercibido ese glorioso momento. Algunos días estuvo imaginando en su mente varias escenas. Y entre ellas brotaba el anhelo de reunir a toda su estirpe en una sola imagen.

Charles le pidió a Fannie que se alistara junto con los chicos porque los llevaría al pueblo para comprarles ropa nueva, ya que quería que les hicieran un retrato.

En aquella época era un lujo tomarse un retrato familiar, pues pocos podían pagar por tan oneroso capricho. Por tal motivo, la fotografía quedó para la posteridad. Nadie imaginó que esta imagen sería inmortalizada y situada como una de las más tétricas de la historia.

Era 25 de diciembre de 1929, hacía mucho frío y el invierno estaba en su apogeo. La nieve titiritaba por doquier. Esa mañana, Marie, la hija mayor, comenzó con la preparación de un pastel navideño que decoraba con pasas.

Entretanto, las pequeñas Carrie y Maybell salieron de la casa para visitar a sus tíos, como solían hacerlo.

Sin percatarse, las niñas pasaron un rato agradable con sus parientes, mientras que el peligro ya las acechaba afuera. Charles, estaba ubicado a unos 200 metros de distancia de la casa, esperando con una escopeta.

Una vez que las niñas pisaron la calle. Su padre, sin siquiera pensarlo, les disparó a sangre fría en dos ocasiones. No se sabe cuál de las hermanas cayó primero. Empero, el muy desquiciado para asegurarse de que estaban sin vida, las golpeó en el piso. Después las metió al granero y las colocó boca arriba, les cruzó los brazos sobre el pecho y les puso una piedra debajo de la cabeza, a cada una, como semejando a una almohada.

En seguida, el iracundo Charles se dirigió hasta su casa. Entró con escopeta en mano. Sonriendo en total delirio, va con una mirada rastreadora sobre su segunda víctima.

Con el arma cargada, caminó hasta el porche de la vivienda en donde encontró a su mujer, Fannie. Nuevamente, de forma veloz apretó el gatillo en cuanto la miró. Tras haberla eliminado. Siguió su marcha y entró a la cabaña. Ahí estaba Marie, quien permaneció asustada al escuchar las detonaciones.

De pronto, Marie giró su cabeza y vio cómo su padre se aproximaba hacia ella. Gritó, pero de nada sirvió. Pues Charles volvió a descargar su furia hacia el pecho de la joven. La sangre salpicó toda la cocina. El piso y el pastel también quedaron bañados de color rojo en aquel cuadro de terror.

Posteriormente, James y Raymond, trataron de esconderse. Sin embargo, su padre ya los tenía en la mira. Así que tampoco hubo piedad y la muerte pronto los abrigó.

Mary Lou, la bebé de cuatro meses estaba en su cuna. Lloraba sin cesar. La pobre inocente no sabía que eran sus últimas lágrimas por derramar. Mientras Charles avanzaba despacio con el rifle. Al mirarla decidió golpearla repetidamente en su cabeza, hasta que dejó de respirar. Murió por fractura de cráneo.

Volcado en su demencia. Charles salió de casa. La brisa helada rozaba su rostro. Caminaba sin reparo. Sin cordura. Se internó en el bosque con sus armas y sus dos perros, Sam y Queen. Dejando huellas en su andar.

Con los ojos cerrados, Charles respiró profundamente y se dio un tiro. En su regazo dejó unas cartas escritas a mano, solo que en ninguna de ellas explicaba el motivo de tan aberrante acto.

En tanto, los familiares más cercanos habían entrado a la vivienda, revelándose ante sus ojos tan macabro descubrimiento, los cuerpos ensangrentados y rebosando sin la mínima dicha de la navidad.

Solo Arthur se salvó. El chico había ido a Walhut Cove a comprar municiones para la caza de conejos. Así que cuando regresó a su hogar, solo encontró el desastre de su vida.

// Charles los mató sin piedad //

Meses antes de esta desdicha, Charles Davis Lawson había sufrido una lesión en la cabeza. Algunos amigos y familiares especularon que tal vez por esa razón se había alterado su estado mental. No obstante, el Hospital Johns Hopkins realizó un análisis del cerebro de este hombre, pero no encontró ninguna anormalidad.

Otra versión que circuló en el vecindario es que Charles había abusado sexualmente de Marie. Y que incluso la chica estaba embarazada de su propio progenitor.

// El espectáculo del terror //

Este infortunio no solo atrajo el morbo de extraños, también dejó ganancias a los hermanos Lawson. Marion, uno de los hermanos de Charles, abrió la casa al público o a los turistas que estuvieran interesados en conocer de cerca tan perverso relato.

La cabaña estaba intacta. La idea era brindar un espectáculo auténtico. Una de las mayores atracciones era el pastel que Marie había comenzado a hornear. Los visitantes, a escondidas se llevaban entre las ropas, pasas con que había sido decorada la torta. Cuando Marion notó lo que ocurría, lo cubrió con una tapa de cristal.

Con ticket en mano, los turistas ingresaban y se tomaban fotografías en la escena del crimen tal como si fuera un grato recuerdo.

Muchos años la casa Lawson estuvo abierta al público pernicioso. Finalmente, fue tirada abajo. La madera se usó para construir un puente. Y en la actualidad, la propiedad está en otras manos. Ya no hay más sitio para los espectadores tendenciosos de saciar su adrenalina en Brook Cove Road.

Queridos lectores dicen que estamos en fechas de reconciliación, donde los deseos de dicha y paz abundan entre la humanidad. Sin embargo, las mentes criminales no descansan. Para ellos no hay tregua que sea significativa. En la práctica, diciembre es un mes plagado de violencia, misterio y tragedia, como ocurre en cualquier otro momento del año.

Y para muestra les contaré una historia real y aterradora. Han pasado 92 años de aquel trágico deceso donde perecieron casi todos los integrantes de la familia Lawson. El único sobreviviente, Arthur, uno de los siete hijos.

Este relato se gestó en Germanton, Carolina del Norte, Estados Unidos. Corría el año de 1929, poco antes de la víspera de la navidad. La familia Lawson, conformada por el patriarca, Charlie y su amada Fannie, se preparaban para festejar la pascua al lado de sus hijos: Marie (17 ), Arthur (16), Carrie, (12), Maybell (7), James (4), Raymond (2) y la más pequeña, Mary Lou (4 meses).

Charles era un hombre de campo. Sus hermanos y él eran conocidos en aquella zona por cultivar tabaco. Así que un buen día Charles decidió arriesgarse, pensar en grande y con mucho esfuerzo logró adquirir su propia granja en Brook Cove Road.

Por fin, parecía que la fortuna sonreía para los Lawson. Y Charles Davis no quiso que pasara desapercibido ese glorioso momento. Algunos días estuvo imaginando en su mente varias escenas. Y entre ellas brotaba el anhelo de reunir a toda su estirpe en una sola imagen.

Charles le pidió a Fannie que se alistara junto con los chicos porque los llevaría al pueblo para comprarles ropa nueva, ya que quería que les hicieran un retrato.

En aquella época era un lujo tomarse un retrato familiar, pues pocos podían pagar por tan oneroso capricho. Por tal motivo, la fotografía quedó para la posteridad. Nadie imaginó que esta imagen sería inmortalizada y situada como una de las más tétricas de la historia.

Era 25 de diciembre de 1929, hacía mucho frío y el invierno estaba en su apogeo. La nieve titiritaba por doquier. Esa mañana, Marie, la hija mayor, comenzó con la preparación de un pastel navideño que decoraba con pasas.

Entretanto, las pequeñas Carrie y Maybell salieron de la casa para visitar a sus tíos, como solían hacerlo.

Sin percatarse, las niñas pasaron un rato agradable con sus parientes, mientras que el peligro ya las acechaba afuera. Charles, estaba ubicado a unos 200 metros de distancia de la casa, esperando con una escopeta.

Una vez que las niñas pisaron la calle. Su padre, sin siquiera pensarlo, les disparó a sangre fría en dos ocasiones. No se sabe cuál de las hermanas cayó primero. Empero, el muy desquiciado para asegurarse de que estaban sin vida, las golpeó en el piso. Después las metió al granero y las colocó boca arriba, les cruzó los brazos sobre el pecho y les puso una piedra debajo de la cabeza, a cada una, como semejando a una almohada.

En seguida, el iracundo Charles se dirigió hasta su casa. Entró con escopeta en mano. Sonriendo en total delirio, va con una mirada rastreadora sobre su segunda víctima.

Con el arma cargada, caminó hasta el porche de la vivienda en donde encontró a su mujer, Fannie. Nuevamente, de forma veloz apretó el gatillo en cuanto la miró. Tras haberla eliminado. Siguió su marcha y entró a la cabaña. Ahí estaba Marie, quien permaneció asustada al escuchar las detonaciones.

De pronto, Marie giró su cabeza y vio cómo su padre se aproximaba hacia ella. Gritó, pero de nada sirvió. Pues Charles volvió a descargar su furia hacia el pecho de la joven. La sangre salpicó toda la cocina. El piso y el pastel también quedaron bañados de color rojo en aquel cuadro de terror.

Posteriormente, James y Raymond, trataron de esconderse. Sin embargo, su padre ya los tenía en la mira. Así que tampoco hubo piedad y la muerte pronto los abrigó.

Mary Lou, la bebé de cuatro meses estaba en su cuna. Lloraba sin cesar. La pobre inocente no sabía que eran sus últimas lágrimas por derramar. Mientras Charles avanzaba despacio con el rifle. Al mirarla decidió golpearla repetidamente en su cabeza, hasta que dejó de respirar. Murió por fractura de cráneo.

Volcado en su demencia. Charles salió de casa. La brisa helada rozaba su rostro. Caminaba sin reparo. Sin cordura. Se internó en el bosque con sus armas y sus dos perros, Sam y Queen. Dejando huellas en su andar.

Con los ojos cerrados, Charles respiró profundamente y se dio un tiro. En su regazo dejó unas cartas escritas a mano, solo que en ninguna de ellas explicaba el motivo de tan aberrante acto.

En tanto, los familiares más cercanos habían entrado a la vivienda, revelándose ante sus ojos tan macabro descubrimiento, los cuerpos ensangrentados y rebosando sin la mínima dicha de la navidad.

Solo Arthur se salvó. El chico había ido a Walhut Cove a comprar municiones para la caza de conejos. Así que cuando regresó a su hogar, solo encontró el desastre de su vida.

// Charles los mató sin piedad //

Meses antes de esta desdicha, Charles Davis Lawson había sufrido una lesión en la cabeza. Algunos amigos y familiares especularon que tal vez por esa razón se había alterado su estado mental. No obstante, el Hospital Johns Hopkins realizó un análisis del cerebro de este hombre, pero no encontró ninguna anormalidad.

Otra versión que circuló en el vecindario es que Charles había abusado sexualmente de Marie. Y que incluso la chica estaba embarazada de su propio progenitor.

// El espectáculo del terror //

Este infortunio no solo atrajo el morbo de extraños, también dejó ganancias a los hermanos Lawson. Marion, uno de los hermanos de Charles, abrió la casa al público o a los turistas que estuvieran interesados en conocer de cerca tan perverso relato.

La cabaña estaba intacta. La idea era brindar un espectáculo auténtico. Una de las mayores atracciones era el pastel que Marie había comenzado a hornear. Los visitantes, a escondidas se llevaban entre las ropas, pasas con que había sido decorada la torta. Cuando Marion notó lo que ocurría, lo cubrió con una tapa de cristal.

Con ticket en mano, los turistas ingresaban y se tomaban fotografías en la escena del crimen tal como si fuera un grato recuerdo.

Muchos años la casa Lawson estuvo abierta al público pernicioso. Finalmente, fue tirada abajo. La madera se usó para construir un puente. Y en la actualidad, la propiedad está en otras manos. Ya no hay más sitio para los espectadores tendenciosos de saciar su adrenalina en Brook Cove Road.