/ lunes 31 de mayo de 2021

Ceguera de gabinete

Todos los equipos de campaña dicen que van a ganar el domingo entrante. No les pesa la lectura de encuestas, la observación de los esfuerzos de sus rivales. La ceguera es total y voluntaria, parte estrategia pero mucho más wishful thinking. El baño de realidad esta vez será multiplicado muchas veces y los reclamos, las acusaciones, el llanto invadirá muchas más casas de campaña que en elecciones anteriores.

Los adláteres de los candidatos y muchas veces también los propios aspirantes, presumen del apoyo que ven en las calles, en las casas. “Nos reciben con mucha alegría”, dicen y seguramente no mienten pues es un juicio relativo a la percepción de los candidatos, con quienes durante las campañas se puede hablar en una especie de terapia que concentra los reclamos que por tres o seis años se han ido acumulando. El aspirante se convierte entonces en una suerte de terapeuta que a veces hasta trae regalos.

Así que, salvo en asuntos escandalosos de inocultable rechazo, como el que padeció Jesús Corona Damián en su campaña en Cuautla frente a la comunidad LGBTTTIQ; los candidatos y sus equipos siempre dirán que les va bien y que tienen altas probabilidades de ganar.

Las plazas llenas no suelen ser un buen indicador; en el 2000, por ejemplo, Juan Salgado Brito abarrotó la plaza de armas de Cuernavaca en un final de campaña que demostraba un músculo que no tenía. Cuando Jorge Messeguer buscó la alcaldía, las pocas plazas que llenó, seguro habría querido cambiarlas por votos efectivos. Pero a todos los candidatos y sus equipos les encanta ver plazas llenas, manifestaciones de fuerza aparente que melle en algo el ánimo de sus adversarios.

¿Cómo sabemos quién puede ganar una elección? Están las encuestas, pero la perversión de los equipos de campaña que se dibujan resultados falsos para publicarlos bajo membretes verdaderos que son mancillados diariamente en las redes sociales, las ha convertido en poco confiables. Eso sí, hay encuestas de casas prestigiadas que se publican directamente en sus portales, pero difícilmente han incluido a Morelos en este proceso electoral.

A final de cuentas, ¿para qué tendría la gente que saber, previamente quién será el vencedor de una contienda electoral? Es información útil para los políticos, para algunos grandes inversionistas, y para especuladores de la política, pero en términos generales a la ciudadanía no le resulta útil más allá del morbo o, en algunas ocasiones, para definir estrategias de voto útil, ese que se ejerce más para cerrar el paso a alguien que para apoyar a otro.

En Cuernavaca, las convocatorias al voto útil resultan absurdas en tanto no hay claridad en las cifras de quiénes podrían despuntar en los últimos días de campaña. Para la mayor parte de la gente, la contienda está bastante pareja aunque con alguna ventaja para Morena y su coalición, fenómeno que, por cierto, podría no repetirse en las diputaciones. En el caso de Cuautla, la bruma es mayor en torno a las cifras.

Bien podrían, hace días haber dimitido muchos candidatos, sumarse a otros, hacer la contienda mucho más reñida e interesante. Pocos hay dispuestos a ceder. Así son las ambiciones cuando se unen a la ceguera de gabinete en cualquier sitio.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Todos los equipos de campaña dicen que van a ganar el domingo entrante. No les pesa la lectura de encuestas, la observación de los esfuerzos de sus rivales. La ceguera es total y voluntaria, parte estrategia pero mucho más wishful thinking. El baño de realidad esta vez será multiplicado muchas veces y los reclamos, las acusaciones, el llanto invadirá muchas más casas de campaña que en elecciones anteriores.

Los adláteres de los candidatos y muchas veces también los propios aspirantes, presumen del apoyo que ven en las calles, en las casas. “Nos reciben con mucha alegría”, dicen y seguramente no mienten pues es un juicio relativo a la percepción de los candidatos, con quienes durante las campañas se puede hablar en una especie de terapia que concentra los reclamos que por tres o seis años se han ido acumulando. El aspirante se convierte entonces en una suerte de terapeuta que a veces hasta trae regalos.

Así que, salvo en asuntos escandalosos de inocultable rechazo, como el que padeció Jesús Corona Damián en su campaña en Cuautla frente a la comunidad LGBTTTIQ; los candidatos y sus equipos siempre dirán que les va bien y que tienen altas probabilidades de ganar.

Las plazas llenas no suelen ser un buen indicador; en el 2000, por ejemplo, Juan Salgado Brito abarrotó la plaza de armas de Cuernavaca en un final de campaña que demostraba un músculo que no tenía. Cuando Jorge Messeguer buscó la alcaldía, las pocas plazas que llenó, seguro habría querido cambiarlas por votos efectivos. Pero a todos los candidatos y sus equipos les encanta ver plazas llenas, manifestaciones de fuerza aparente que melle en algo el ánimo de sus adversarios.

¿Cómo sabemos quién puede ganar una elección? Están las encuestas, pero la perversión de los equipos de campaña que se dibujan resultados falsos para publicarlos bajo membretes verdaderos que son mancillados diariamente en las redes sociales, las ha convertido en poco confiables. Eso sí, hay encuestas de casas prestigiadas que se publican directamente en sus portales, pero difícilmente han incluido a Morelos en este proceso electoral.

A final de cuentas, ¿para qué tendría la gente que saber, previamente quién será el vencedor de una contienda electoral? Es información útil para los políticos, para algunos grandes inversionistas, y para especuladores de la política, pero en términos generales a la ciudadanía no le resulta útil más allá del morbo o, en algunas ocasiones, para definir estrategias de voto útil, ese que se ejerce más para cerrar el paso a alguien que para apoyar a otro.

En Cuernavaca, las convocatorias al voto útil resultan absurdas en tanto no hay claridad en las cifras de quiénes podrían despuntar en los últimos días de campaña. Para la mayor parte de la gente, la contienda está bastante pareja aunque con alguna ventaja para Morena y su coalición, fenómeno que, por cierto, podría no repetirse en las diputaciones. En el caso de Cuautla, la bruma es mayor en torno a las cifras.

Bien podrían, hace días haber dimitido muchos candidatos, sumarse a otros, hacer la contienda mucho más reñida e interesante. Pocos hay dispuestos a ceder. Así son las ambiciones cuando se unen a la ceguera de gabinete en cualquier sitio.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx