/ viernes 12 de agosto de 2022

Lecciones sobre la izquierda

De situaciones tan complejas, como son las relacionadas con la política, siempre se debe ser precavido al momento de emitir opiniones, más si tienen un matiz definitivo. Y es porque forman parte de una cadena de acontecimientos que es difícil prever, precisamente porque no han terminado o no acaban de formarse. Nadie que pueda llamarse serio tiene una opinión definitiva de acontecimientos tan recientes.

Tal como comparó E.H. Carr tan acertadamente al decir que el historiador se asemeja a un observador en un aeroplano, donde sólo reconoce el viaje por el sentido que tiene sobre la marcha, en el que su punto de vista se mezcla por la altura, velocidad y la constante sucesión de objetos, uno después de otro, apenas distinguiendo sus formas y tamaños. Eso ocurre con procesos tan complejos en el cual intervienen muchos actores y se presentan intereses antagónicos y situaciones imprevisibles.

Aunque es poco probable emitir una opinión certera no significa que estamos invalidados para reconocer los signos de un acontecimiento cambiante, más en situaciones de política. Y esto ocurre con la izquierda, porque aun cuando se nombra su papel actual, casi siempre se reduce todo a lo individual, casi protagónico, como si una experiencia personal y privada lograra alcanzar el plano general. A menudo se descuida el rol sustancial y abstracto de lo que las situaciones realmente son.

Por ejemplo, se suele comparar el PRI con el partido del gobierno actual, debido a una serie de intervenciones que han logrado cometer. Hay que decir que a pesar de los altercados que han hecho, no son parecidos. Y es porque sencillamente las condiciones políticas y sociales no son las mismas. Se peca de ingenuidad si no se toman en cuenta los grandes cambios democráticos que han ocurrido en México los últimos años. Incluso hay que señalar que su estructura interna de partido, aun cuando muchos de sus militantes migraron, es sustancialmente diferente.

El aspecto ideológico es una característica problemática. Aunque Morena comenzó promocionando un Estado benefactor, acercándose a grupos y movimientos sociales de izquierda, incluso oponiéndose a políticas económicas de libre mercado, muchos de sus subsiguientes acciones parecen ser lo contrario. Podemos decir que es una izquierda, pero si lo hacemos debemos admitir que es una bastante incongruente, muy poco definida, acaso incipiente. A diferencia de los otros partidos abiertamente de derecha, afirmados hacía modelos de libre mercado, incluso a grupos más conservadores.

Un aspecto medular y controvertido, y también con el que mucha gente se confunde es el autoritarismo. Históricamente hablando el papel de la derecha en México siempre ha sido autoritario, rayando casi en lo hegemónico. Y es bastante usual creer que la izquierda, con sus constantes baños de pureza, es lo contrario. Ahora sabemos que no es verdad. La izquierda también tiene comportamientos autoritarios, incluso intentando subvertir procesos democráticos por los que en el pasado lucharon.

La verdadera lección es no mezclar el pasado con el presente, no importa cuanto se asemeje. Las condiciones nunca serán las mismas. El reto no es el conformismo y la condescendencia de errores lejanos, ni la usual confusión que vienen tras de ellos, sino la certeza de que lo ocurrido jamás se repite, aunque tenga pequeñas similitudes. Sobre todo aceptar que aunque el pasado no fue bueno, si los errores prosiguen, el futuro puede ser peor.


De situaciones tan complejas, como son las relacionadas con la política, siempre se debe ser precavido al momento de emitir opiniones, más si tienen un matiz definitivo. Y es porque forman parte de una cadena de acontecimientos que es difícil prever, precisamente porque no han terminado o no acaban de formarse. Nadie que pueda llamarse serio tiene una opinión definitiva de acontecimientos tan recientes.

Tal como comparó E.H. Carr tan acertadamente al decir que el historiador se asemeja a un observador en un aeroplano, donde sólo reconoce el viaje por el sentido que tiene sobre la marcha, en el que su punto de vista se mezcla por la altura, velocidad y la constante sucesión de objetos, uno después de otro, apenas distinguiendo sus formas y tamaños. Eso ocurre con procesos tan complejos en el cual intervienen muchos actores y se presentan intereses antagónicos y situaciones imprevisibles.

Aunque es poco probable emitir una opinión certera no significa que estamos invalidados para reconocer los signos de un acontecimiento cambiante, más en situaciones de política. Y esto ocurre con la izquierda, porque aun cuando se nombra su papel actual, casi siempre se reduce todo a lo individual, casi protagónico, como si una experiencia personal y privada lograra alcanzar el plano general. A menudo se descuida el rol sustancial y abstracto de lo que las situaciones realmente son.

Por ejemplo, se suele comparar el PRI con el partido del gobierno actual, debido a una serie de intervenciones que han logrado cometer. Hay que decir que a pesar de los altercados que han hecho, no son parecidos. Y es porque sencillamente las condiciones políticas y sociales no son las mismas. Se peca de ingenuidad si no se toman en cuenta los grandes cambios democráticos que han ocurrido en México los últimos años. Incluso hay que señalar que su estructura interna de partido, aun cuando muchos de sus militantes migraron, es sustancialmente diferente.

El aspecto ideológico es una característica problemática. Aunque Morena comenzó promocionando un Estado benefactor, acercándose a grupos y movimientos sociales de izquierda, incluso oponiéndose a políticas económicas de libre mercado, muchos de sus subsiguientes acciones parecen ser lo contrario. Podemos decir que es una izquierda, pero si lo hacemos debemos admitir que es una bastante incongruente, muy poco definida, acaso incipiente. A diferencia de los otros partidos abiertamente de derecha, afirmados hacía modelos de libre mercado, incluso a grupos más conservadores.

Un aspecto medular y controvertido, y también con el que mucha gente se confunde es el autoritarismo. Históricamente hablando el papel de la derecha en México siempre ha sido autoritario, rayando casi en lo hegemónico. Y es bastante usual creer que la izquierda, con sus constantes baños de pureza, es lo contrario. Ahora sabemos que no es verdad. La izquierda también tiene comportamientos autoritarios, incluso intentando subvertir procesos democráticos por los que en el pasado lucharon.

La verdadera lección es no mezclar el pasado con el presente, no importa cuanto se asemeje. Las condiciones nunca serán las mismas. El reto no es el conformismo y la condescendencia de errores lejanos, ni la usual confusión que vienen tras de ellos, sino la certeza de que lo ocurrido jamás se repite, aunque tenga pequeñas similitudes. Sobre todo aceptar que aunque el pasado no fue bueno, si los errores prosiguen, el futuro puede ser peor.