/ sábado 5 de septiembre de 2020

Antes que se pusiera de moda… El Aguachil ya lo servía

Les he dicho ya varias veces que en lo personal, los pescados y mariscos no son lo mío lo mío, sin embargo de vez en cuanto se antojan y siempre hay que tener una opción para la ocasión.

Por eso hoy les recomiendo que visiten El Aguachil, el de San Diego casi llegando al puente de la ciclopista, que es donde han conquistado mi panza y mi corazón.

En El Aguachil hay de todo, desde caldos, cócteles y pescados, hasta tacos, tostadas y molcajetes. Pero en lo que no tienen comparación es en unos cuantos platillos, que no he probado tan ricos en otros lados.

Para ir de menor a mayor, hay que decir que tienen una buena variedad de tacos y tostadas, muy al estilo de la botana. De esos hay que pedir sin duda, los de atún, marlín, de chicharrón de camarón, pulpo o pescado.

Mención especial tiene sus variedades Culichi, ya sea de camarón o de pescado, que vienen bañados en una salsa de chile poblano que no tiene progenitora; o el taco Huérfano que es de camarón empanizado de chicharrón de puerco; o el Mazatlán, también de camarón pero con tocino, pimiento morrón y cebolla, bañado en salsita de chipotle.

Hay quienes sólo van por un taco de chile güero, que está empanizado y relleno de camarón, gratinado con un queso delicioso. Estos los encuentras solo en temporada y como están cotizados es mejor que llegues temprano para asegurar que los probarás.

Por supuesto los Aguachiles son su especialidad, servidos con tostadas de la casa y con el jugo que los caracteriza y les da identidad. Específicamente el Verde, con salsa de chile serrano y cebolla morada, está para chuparse los dedos y aunque te enchilas, tienes que agarrar fuerzas para no chillar.

Pero sin duda, lo que nunca me canso de recomendar en el Aguachil, es su pulpo a las brasas. Se trata de una delicia de sabor y es que aunque en lo personal el pulpo no es algo tan atractivo para mi, nunca esquivo probar su receta especial para darle paz al alma.

Hay que pedirlo llegando porque por su naturaleza es tardado. Los tentáculos pasados al fuego hasta que se ablandan están meticulosamente sazonados con un adobo que parece muy sencillo, pero que en su simpleza cobija perfectamente los trozos que se deshacen en la boca.

En el plato, lo montan sobre un pico de gallo en el que el mango es uno de sus ingredientes estrella. Y ya sea que lo comas taqueado o con cachos de tostada, el resultado es el mismo: hasta te llega un vientecillo como el de la rosa de Guadalupe.

Les he dicho ya varias veces que en lo personal, los pescados y mariscos no son lo mío lo mío, sin embargo de vez en cuanto se antojan y siempre hay que tener una opción para la ocasión.

Por eso hoy les recomiendo que visiten El Aguachil, el de San Diego casi llegando al puente de la ciclopista, que es donde han conquistado mi panza y mi corazón.

En El Aguachil hay de todo, desde caldos, cócteles y pescados, hasta tacos, tostadas y molcajetes. Pero en lo que no tienen comparación es en unos cuantos platillos, que no he probado tan ricos en otros lados.

Para ir de menor a mayor, hay que decir que tienen una buena variedad de tacos y tostadas, muy al estilo de la botana. De esos hay que pedir sin duda, los de atún, marlín, de chicharrón de camarón, pulpo o pescado.

Mención especial tiene sus variedades Culichi, ya sea de camarón o de pescado, que vienen bañados en una salsa de chile poblano que no tiene progenitora; o el taco Huérfano que es de camarón empanizado de chicharrón de puerco; o el Mazatlán, también de camarón pero con tocino, pimiento morrón y cebolla, bañado en salsita de chipotle.

Hay quienes sólo van por un taco de chile güero, que está empanizado y relleno de camarón, gratinado con un queso delicioso. Estos los encuentras solo en temporada y como están cotizados es mejor que llegues temprano para asegurar que los probarás.

Por supuesto los Aguachiles son su especialidad, servidos con tostadas de la casa y con el jugo que los caracteriza y les da identidad. Específicamente el Verde, con salsa de chile serrano y cebolla morada, está para chuparse los dedos y aunque te enchilas, tienes que agarrar fuerzas para no chillar.

Pero sin duda, lo que nunca me canso de recomendar en el Aguachil, es su pulpo a las brasas. Se trata de una delicia de sabor y es que aunque en lo personal el pulpo no es algo tan atractivo para mi, nunca esquivo probar su receta especial para darle paz al alma.

Hay que pedirlo llegando porque por su naturaleza es tardado. Los tentáculos pasados al fuego hasta que se ablandan están meticulosamente sazonados con un adobo que parece muy sencillo, pero que en su simpleza cobija perfectamente los trozos que se deshacen en la boca.

En el plato, lo montan sobre un pico de gallo en el que el mango es uno de sus ingredientes estrella. Y ya sea que lo comas taqueado o con cachos de tostada, el resultado es el mismo: hasta te llega un vientecillo como el de la rosa de Guadalupe.

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