/ domingo 23 de agosto de 2020

Ante el fracaso de la política, la ciencia

La respuesta mundial a la pandemia de COVID-19 ha sido diversa. Con la finalidad de mitigar el impacto a su economía, algunos gobiernos tomaron la decisión de no impulsar medidas preventivas severas aún a sabiendas que el costo sería una alta cuota de muertes. El objetivo fue generar lo que se conoce como inmunidad de rebaño donde mientras más infectados hubiese mayor el número de personas que desarrollarían inmunidad natural contra el virus. Entre estos países se encuentran Estados Unidos y Brasil los cuales acumulan actualmente el 40% de los casos y el 36% de las muertes en el mundo pero sin haber podido todavía controlar la transmisión del virus.

Otros países, como Alemania, tomaron la decisión de proteger a la sociedad contra la infección con confinamiento obligatorio acompañado de recursos públicos para salvaguardar las fuentes de empleo lo que permitió controlar la primera ola en dos meses. En México se tomó la decisión de aplicar el confinamiento obligatorio pero sin protección al empleo lo que obligó a levantarlo desde junio, antes de alcanzar el pico del contagio, dando como consecuencia que la primera ola de la pandemia durará para nosotros un año completo, hasta marzo del 2021.

Como consecuencia de la disrupción de las actividades productivas el Banco Mundial proyecta que para el 2021 el 92% de los países en el mundo entrará en recesión económica. Pero no todos los países lo sufrirán igual ni tampoco se recuperarán a la misma velocidad

Economías como la nuestra serán de las más golpeadas pues tenemos un sistema de salud débil que absorberá una parte sustancial del presupuesto público, se perderán los ingresos del comercio y del turismo, se reducirán las remesas así como la inversión extranjera directa, se colapsarán el precio del petróleo y de otras materias primas de exportación, se incrementará tanto el monto de la deuda pública como el costo de la misma, generando un panorama desolador donde se teme que millones de familias volverán a sufrir de pobreza extrema. Ante el fracaso de la política todas las esperanzas están puestas en la ciencia.

Los científicos de todo el mundo comenzaron a trabajar desde enero de este año con la finalidad de desarrollar un mejor conocimiento de la enfermedad que permitiera el diseño de medicamentos más eficaces y específicos, igualmente se ha trabajado de manera muy intensa para el desarrollo de una vacuna.

Antes de la aparición de COVID-19 se estaban desarrollando vacunas contra otros coronavirus los cuales tenían varios años en pruebas clínicas pero sin haber obtenido todavía licencia para su comercialización. La severidad y velocidad de transmisión de la pandemia ocasionó que los demás esfuerzos se cancelaran concentrando todos los recursos en el desarrollo de una vacuna contra el virus SARS-CoV-2 con el resultado de que actualmente se encuentran registrados 169 proyectos de los cuales 30 ya se encuentran en fase de pruebas clínicas.

Los más avanzados provienen del Reino Unido, China, Estados Unidos y Alemania. La formula de estas vacunas es variada. Algunas son virus desactivados, otras utilizan virus inocuos injertados con fragmentos del virus SARS-CoV-2, otras más se basan en la inyección de parte del material genético del virus al paciente para que sea su propio organismo el que produzca la vacuna. Todos estos modelos demostraron ser capaces de generar respuesta inmune en animales de laboratorio y además que esta respuesta los protege contra la infección. La fase 3 de las pruebas se realiza en personas, voluntarios que decidan aplicarse alguna de estas vacunas, con la finalidad de demostrar de manera estadística que son menos vulnerables a una infección.

Los protocolos de ética médica impiden que durante la prueba los voluntarios sean infectados de manera intencional con el virus, por lo que se les dará seguimiento durante su vida diaria esperando que se acumulen datos que indiquen que el grupo inyectado con la vacuna es menos vulnerable que el grupo inyectado con un placebo. Un estudio de este tipo normalmente se lleva de 5 a 10 años, la urgencia y gravedad de la situación hará que este tiempo se acelere, sin embargo es importante entender que mientras no exista certeza de la seguridad y eficacia de alguna de estas vacunas no se deberán de aplicar masivamente. Mientras eso ocurre no nos queda más que continuar con las medidas preventivas, que afortunadamente son gratis y de fácil implementación: uso de cubrebocas, higiene de manos y superficies, distancia social y evitar espacios cerrados y sin ventilación natural.


Información adicional de éste y otros temas de interés visiten:

http://reivindicandoapluton.blogspot.mx

https://www.facebook.com/BValderramaB/

La respuesta mundial a la pandemia de COVID-19 ha sido diversa. Con la finalidad de mitigar el impacto a su economía, algunos gobiernos tomaron la decisión de no impulsar medidas preventivas severas aún a sabiendas que el costo sería una alta cuota de muertes. El objetivo fue generar lo que se conoce como inmunidad de rebaño donde mientras más infectados hubiese mayor el número de personas que desarrollarían inmunidad natural contra el virus. Entre estos países se encuentran Estados Unidos y Brasil los cuales acumulan actualmente el 40% de los casos y el 36% de las muertes en el mundo pero sin haber podido todavía controlar la transmisión del virus.

Otros países, como Alemania, tomaron la decisión de proteger a la sociedad contra la infección con confinamiento obligatorio acompañado de recursos públicos para salvaguardar las fuentes de empleo lo que permitió controlar la primera ola en dos meses. En México se tomó la decisión de aplicar el confinamiento obligatorio pero sin protección al empleo lo que obligó a levantarlo desde junio, antes de alcanzar el pico del contagio, dando como consecuencia que la primera ola de la pandemia durará para nosotros un año completo, hasta marzo del 2021.

Como consecuencia de la disrupción de las actividades productivas el Banco Mundial proyecta que para el 2021 el 92% de los países en el mundo entrará en recesión económica. Pero no todos los países lo sufrirán igual ni tampoco se recuperarán a la misma velocidad

Economías como la nuestra serán de las más golpeadas pues tenemos un sistema de salud débil que absorberá una parte sustancial del presupuesto público, se perderán los ingresos del comercio y del turismo, se reducirán las remesas así como la inversión extranjera directa, se colapsarán el precio del petróleo y de otras materias primas de exportación, se incrementará tanto el monto de la deuda pública como el costo de la misma, generando un panorama desolador donde se teme que millones de familias volverán a sufrir de pobreza extrema. Ante el fracaso de la política todas las esperanzas están puestas en la ciencia.

Los científicos de todo el mundo comenzaron a trabajar desde enero de este año con la finalidad de desarrollar un mejor conocimiento de la enfermedad que permitiera el diseño de medicamentos más eficaces y específicos, igualmente se ha trabajado de manera muy intensa para el desarrollo de una vacuna.

Antes de la aparición de COVID-19 se estaban desarrollando vacunas contra otros coronavirus los cuales tenían varios años en pruebas clínicas pero sin haber obtenido todavía licencia para su comercialización. La severidad y velocidad de transmisión de la pandemia ocasionó que los demás esfuerzos se cancelaran concentrando todos los recursos en el desarrollo de una vacuna contra el virus SARS-CoV-2 con el resultado de que actualmente se encuentran registrados 169 proyectos de los cuales 30 ya se encuentran en fase de pruebas clínicas.

Los más avanzados provienen del Reino Unido, China, Estados Unidos y Alemania. La formula de estas vacunas es variada. Algunas son virus desactivados, otras utilizan virus inocuos injertados con fragmentos del virus SARS-CoV-2, otras más se basan en la inyección de parte del material genético del virus al paciente para que sea su propio organismo el que produzca la vacuna. Todos estos modelos demostraron ser capaces de generar respuesta inmune en animales de laboratorio y además que esta respuesta los protege contra la infección. La fase 3 de las pruebas se realiza en personas, voluntarios que decidan aplicarse alguna de estas vacunas, con la finalidad de demostrar de manera estadística que son menos vulnerables a una infección.

Los protocolos de ética médica impiden que durante la prueba los voluntarios sean infectados de manera intencional con el virus, por lo que se les dará seguimiento durante su vida diaria esperando que se acumulen datos que indiquen que el grupo inyectado con la vacuna es menos vulnerable que el grupo inyectado con un placebo. Un estudio de este tipo normalmente se lleva de 5 a 10 años, la urgencia y gravedad de la situación hará que este tiempo se acelere, sin embargo es importante entender que mientras no exista certeza de la seguridad y eficacia de alguna de estas vacunas no se deberán de aplicar masivamente. Mientras eso ocurre no nos queda más que continuar con las medidas preventivas, que afortunadamente son gratis y de fácil implementación: uso de cubrebocas, higiene de manos y superficies, distancia social y evitar espacios cerrados y sin ventilación natural.


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