/ martes 5 de mayo de 2020

Algunas lecciones...

Si entendemos la pandemia como crisis (un período de intensa dificultad, acumulación de problemas y peligros), entenderemos que va a pasar tarde o temprano; el problema será si después de eso seguiremos siendo los mismos. Porque tendremos que asumir que gran parte del riesgo enorme que aún vive toda la humanidad se debe a una colección de comportamientos acumulados desde hace siglos. Si bien la expansión del virus no resulta un castigo por un mal comportamiento (esta visión pone en riesgo a muchos que aún siguiendo todas las recomendaciones podrían enfermar), sí resulta una consecuencia de nuestra organización social, económica, política, familiar, como un conjunto de prácticas culturales del mundo globalizado, y no como resultado de un modelo económico determinado. Identificar a un virus como neoliberal, o comunista, es una ridiculez producto de un discurso ideológico cuyo aporte a la transformación que requerimos es nulo.

Hay un conjunto enorme de conocimientos sociales que estamos adquiriendo a partir de esta pandemia, del confinamiento, que probablemente dábamos por sabidos y entonces los ignoramos mucho tiempo. El mundo entero está cambiando de forma mucho más veloz de lo que la teoría puede sostener, así que tenemos apenas una serie de nociones básicas sobre cómo será el mundo cuando la crisis sanitaria termine. Para empezar, tendríamos que voltear hacia la seguridad y sustentabilidad alimentaria, por ejemplo: un mundo que no permite la protección de los más débiles por hambre es insostenible. Los hábitos del consumidor en los últimos meses han cambiado profundamente hacia la compra de artículos de primera necesidad almacenables, lo que evidencia la preocupación de todos por el futuro alimentario.

Nuevamente, hemos conocido el valor de la solidaridad en tiempos de catástrofes. Muchas organizaciones civiles y ciudadanos se han sumado a labores de apoyo a los más necesitados; el personal de salud sigue demostrando su altísima calidad humana; grandes grupos de ciudadanos han sacrificado su economía en aras del bienestar social. Estas conductas han evidenciado también que hay grupos numerosos cuya integración social es prácticamente nula. Sobre eso habría que trabajar mucho en los próximos días, meses y años.

La conciencia ecológica, la sustentabilidad, también son temas que vuelven a la palestra. Aunque no hay una relación evidente con el virus, sabemos que hay otra serie de amenazas que se ciernen sobre la humanidad, muchas de ellas relacionadas con catástrofes ecológicas. La velocidad con que los científicos nos advirtieron del riesgo que representa el Covid-19, y el poco caso que se les hizo en un principio, parece una película en cámara muy rápida sobre, por ejemplo, los efectos del cambio climático sobre las sociedades humanas.

La cercanía y la distancia están adquiriendo también un nuevo valor. Desde la perspectiva filosófica, estamos aprendiendo a estar sin estar (gracias a la tecnología), y recuperando la necesidad de contacto humano, lo que sin duda ofrecerá un mayor valor al mismo.

Lo increíble es que todas estas realidades ya estaban ahí.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Si entendemos la pandemia como crisis (un período de intensa dificultad, acumulación de problemas y peligros), entenderemos que va a pasar tarde o temprano; el problema será si después de eso seguiremos siendo los mismos. Porque tendremos que asumir que gran parte del riesgo enorme que aún vive toda la humanidad se debe a una colección de comportamientos acumulados desde hace siglos. Si bien la expansión del virus no resulta un castigo por un mal comportamiento (esta visión pone en riesgo a muchos que aún siguiendo todas las recomendaciones podrían enfermar), sí resulta una consecuencia de nuestra organización social, económica, política, familiar, como un conjunto de prácticas culturales del mundo globalizado, y no como resultado de un modelo económico determinado. Identificar a un virus como neoliberal, o comunista, es una ridiculez producto de un discurso ideológico cuyo aporte a la transformación que requerimos es nulo.

Hay un conjunto enorme de conocimientos sociales que estamos adquiriendo a partir de esta pandemia, del confinamiento, que probablemente dábamos por sabidos y entonces los ignoramos mucho tiempo. El mundo entero está cambiando de forma mucho más veloz de lo que la teoría puede sostener, así que tenemos apenas una serie de nociones básicas sobre cómo será el mundo cuando la crisis sanitaria termine. Para empezar, tendríamos que voltear hacia la seguridad y sustentabilidad alimentaria, por ejemplo: un mundo que no permite la protección de los más débiles por hambre es insostenible. Los hábitos del consumidor en los últimos meses han cambiado profundamente hacia la compra de artículos de primera necesidad almacenables, lo que evidencia la preocupación de todos por el futuro alimentario.

Nuevamente, hemos conocido el valor de la solidaridad en tiempos de catástrofes. Muchas organizaciones civiles y ciudadanos se han sumado a labores de apoyo a los más necesitados; el personal de salud sigue demostrando su altísima calidad humana; grandes grupos de ciudadanos han sacrificado su economía en aras del bienestar social. Estas conductas han evidenciado también que hay grupos numerosos cuya integración social es prácticamente nula. Sobre eso habría que trabajar mucho en los próximos días, meses y años.

La conciencia ecológica, la sustentabilidad, también son temas que vuelven a la palestra. Aunque no hay una relación evidente con el virus, sabemos que hay otra serie de amenazas que se ciernen sobre la humanidad, muchas de ellas relacionadas con catástrofes ecológicas. La velocidad con que los científicos nos advirtieron del riesgo que representa el Covid-19, y el poco caso que se les hizo en un principio, parece una película en cámara muy rápida sobre, por ejemplo, los efectos del cambio climático sobre las sociedades humanas.

La cercanía y la distancia están adquiriendo también un nuevo valor. Desde la perspectiva filosófica, estamos aprendiendo a estar sin estar (gracias a la tecnología), y recuperando la necesidad de contacto humano, lo que sin duda ofrecerá un mayor valor al mismo.

Lo increíble es que todas estas realidades ya estaban ahí.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx