/ miércoles 29 de julio de 2020

Al otro lado de la luna

Luego de una larga jornada de trabajo, Jian conducía su automóvil rumbo a casa. Había conseguido terminar su informe y antes de salir, se comunicó con su jefe para organizar la presentación del día siguiente. Ya no importaba que tuviera que manejar la carretera interestatal cerca de tres cuartos de hora, pudo dejar todo en orden. Además, prometió estar en casa para despedir a sus padres que se encontraban de visita, pero se irían a la mañana siguiente.

Antes de salir de la ciudad de Songyuang y tomar la autopista, decidió detenerse a comprar algo que lo mantuviera despierto mientras conducía. Eran los primeros minutos del 11 de octubre de 2019 cuando había alcanzado una zona intermedia en la que sólo se veía oscuridad a su alrededor. En algunas ocasiones aceleraba o reducía la velocidad para mantener el paso y sentirse acompañado por los autos, pero esta era una de esas ocasiones que definitivamente tendría que manejar solo en la carretera.

Minutos más tarde, una luz apareció del cielo tan sorpresivamente que lo cegó. Apenas pudo orillar el auto al acotamiento sin que pudiera evitar golpear la valla de contención. La luz había sido tan fugaz y repentina que ni siquiera tuvo oportunidad para prepararse achicando los ojos. Cuando pudo recuperar la visión, observó una luz tenue a unos cuantos metros del lado derecho de su auto. Quedó quieto observando por unos segundos, pero cuando parecía que la luz iba a desvanecerse por completo, tomó valor y decidió ir.

Antes de descender del auto intentó comunicarse a casa para avisar lo sucedido, pero su teléfono celular no funcionaba. Había una interferencia que impedía realizar llamadas. No tuvo otra opción que seguir solo; encendió la linterna del teléfono y se acercó poco a poco. Al llegar encontró un pangolín. Jian no sintió más miedo cuando encontró con sus ojos la típica mirada inofensiva de un animal que parecía lastimado. Antes de que se extinguiera la luz, lo tomó con su chamarra casi sin pensar y lo puso en el auto.

Manejó rápido, estaba cansado. Al llegar a su casa no tuvo el cuidado de asegurar al pangolín en alguna caja. Lo dejó encerrado en el baño, pensando que sería el primero en levantarse y que nadie lo vería antes que él. A la mañana siguiente, las voces de sus padres lo despertaron. Se levantó de inmediato y desde el pasillo de la casa los observó jugando con el pangolín, el cual ya no parecía estar enfermo ni lastimado. No tuvo tiempo para explicar lo sucedido, tampoco quiso alarmarlos, así que se acercó lentamente y lo retiró de sus manos en la primera oportunidad.

Se acercaron juntos a la cocina para tomar un té de despedida. El papá de Jian le pidió llevarse el pangolín, argumentando que no sería buena mascota para los niños. En la televisión, las noticias nada decían sobre la luz que se había visto anoche. Y en otro momento, se informaba sobre las investigaciones de la expedición china realizada a principios del año a la Luna. La Agencia Espacial destacaba que había sido un logro ser el primer país del mundo en alunizar una sonda al otro lado de la cara lunar, aunque la misión hubiera fracasado al regresar a la Tierra.

Trascendió por primera vez, que en esa misión fallida habían llevado varios animales para experimentar sus reacciones con la gravedad lunar. Un pangolín había escapado y lo dieron por muerto. Nunca pudieron recuperarlo.

Esa noticia le había dado vueltas en la cabeza durante todo el recorrido camino al trabajo, pero ya no pudo hacer más. Jian tenía que llegar a tiempo a su trabajo. Pensó que para cuando él terminara la presentación podría llamar a su papá; calculó que sería tiempo suficiente para encontrarlos en su casa.

Su papá vivía en Wuhan y trabajaba en uno de los mercados locales más importantes de la ciudad.


Facebook / Twitter: @CzarArenas

Luego de una larga jornada de trabajo, Jian conducía su automóvil rumbo a casa. Había conseguido terminar su informe y antes de salir, se comunicó con su jefe para organizar la presentación del día siguiente. Ya no importaba que tuviera que manejar la carretera interestatal cerca de tres cuartos de hora, pudo dejar todo en orden. Además, prometió estar en casa para despedir a sus padres que se encontraban de visita, pero se irían a la mañana siguiente.

Antes de salir de la ciudad de Songyuang y tomar la autopista, decidió detenerse a comprar algo que lo mantuviera despierto mientras conducía. Eran los primeros minutos del 11 de octubre de 2019 cuando había alcanzado una zona intermedia en la que sólo se veía oscuridad a su alrededor. En algunas ocasiones aceleraba o reducía la velocidad para mantener el paso y sentirse acompañado por los autos, pero esta era una de esas ocasiones que definitivamente tendría que manejar solo en la carretera.

Minutos más tarde, una luz apareció del cielo tan sorpresivamente que lo cegó. Apenas pudo orillar el auto al acotamiento sin que pudiera evitar golpear la valla de contención. La luz había sido tan fugaz y repentina que ni siquiera tuvo oportunidad para prepararse achicando los ojos. Cuando pudo recuperar la visión, observó una luz tenue a unos cuantos metros del lado derecho de su auto. Quedó quieto observando por unos segundos, pero cuando parecía que la luz iba a desvanecerse por completo, tomó valor y decidió ir.

Antes de descender del auto intentó comunicarse a casa para avisar lo sucedido, pero su teléfono celular no funcionaba. Había una interferencia que impedía realizar llamadas. No tuvo otra opción que seguir solo; encendió la linterna del teléfono y se acercó poco a poco. Al llegar encontró un pangolín. Jian no sintió más miedo cuando encontró con sus ojos la típica mirada inofensiva de un animal que parecía lastimado. Antes de que se extinguiera la luz, lo tomó con su chamarra casi sin pensar y lo puso en el auto.

Manejó rápido, estaba cansado. Al llegar a su casa no tuvo el cuidado de asegurar al pangolín en alguna caja. Lo dejó encerrado en el baño, pensando que sería el primero en levantarse y que nadie lo vería antes que él. A la mañana siguiente, las voces de sus padres lo despertaron. Se levantó de inmediato y desde el pasillo de la casa los observó jugando con el pangolín, el cual ya no parecía estar enfermo ni lastimado. No tuvo tiempo para explicar lo sucedido, tampoco quiso alarmarlos, así que se acercó lentamente y lo retiró de sus manos en la primera oportunidad.

Se acercaron juntos a la cocina para tomar un té de despedida. El papá de Jian le pidió llevarse el pangolín, argumentando que no sería buena mascota para los niños. En la televisión, las noticias nada decían sobre la luz que se había visto anoche. Y en otro momento, se informaba sobre las investigaciones de la expedición china realizada a principios del año a la Luna. La Agencia Espacial destacaba que había sido un logro ser el primer país del mundo en alunizar una sonda al otro lado de la cara lunar, aunque la misión hubiera fracasado al regresar a la Tierra.

Trascendió por primera vez, que en esa misión fallida habían llevado varios animales para experimentar sus reacciones con la gravedad lunar. Un pangolín había escapado y lo dieron por muerto. Nunca pudieron recuperarlo.

Esa noticia le había dado vueltas en la cabeza durante todo el recorrido camino al trabajo, pero ya no pudo hacer más. Jian tenía que llegar a tiempo a su trabajo. Pensó que para cuando él terminara la presentación podría llamar a su papá; calculó que sería tiempo suficiente para encontrarlos en su casa.

Su papá vivía en Wuhan y trabajaba en uno de los mercados locales más importantes de la ciudad.


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