Y como se veía venir, como lo prometieron los expertos, como nos lo advirtieron nuestros papás, ya está aquí la tercera oleada de contagios y con ello de forma tímida y quizá hasta insuficiente, ahí vienen las medidas de restricción por el cambio de color del semáforo de riesgo epidemiológico.
Pues básicamente se trata de un "estás viendo y no ves", que nadie quiso creer a pesar de que lo escuchamos y lo vimos como noticia de otros países, luego con el incremento alarmante de hasta 600 por ciento de casos en cinco estado del país, y bueno, ahora con el cambio del semáforo aquí en Cuernaburra.
El tema es que parece que si la primera y segunda ola de muertes -no de contagios-, no le importó a una gran parte de la población, ahora ya medio vacunados y con el anuncio gubernamental de que no habrá cierres totales, uno ya no sabe ni qué esperar.
Es que un año de pandemia y de medidas más o menos estrictas no funcionan y menos para una población tan valemadrista como la mexicana. Tampoco sería justo para nadie volver a poner en riesgo el patrimonio de quienes en el primer cierre, dejaron las inversiones y los ahorros de su vida. Así que es un méndigo círculo vicioso.
Solo que ahora, veo a mucha gente con planes de viajes, tanto nacionales como internacionales y con la determinación de avanzar esquivando al virus… ojalá que esa apuesta sea ganadora de verdad, porque si no, otra vez vamos a estar lamentando la partida de nuestros familiares y amigos -ahora si- de cualquier edad.
Lo que más me duele es que si bien algunos aprenden de sus errores, la mayoría de los mexicanos seguimos tropezando con la misma piedra.
Y como dice el clásico (de los Simpsons) "que alguien piense en las criaturas", que tenían (teníamos) la esperanza de regresar a clases presenciales y que a lo mejor se avientan otro año más en la casa. Ya no ¡por favor!