/ jueves 7 de abril de 2022

Aguas subterráneas, factor de resiliencia ante el cambio climático

El cambio climático global se refiere a cambios significativos en las precipitaciones, la temperatura, la evaporación y la humedad en relación con los valores históricos de una región. Las causas de estos cambios están asociadas al calentamiento que viene experimentando el planeta como consecuencia del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de las actividades humanas, especialmente en las últimas tres décadas.

En nuestro país, los efectos observados han sido el aumento en la presencia de extremos climáticos, con lluvias fuertes e intensas durante la estación húmeda y lluvias reducidas, especialmente irregulares en las estaciones secas.

Se han producido largos y anómalos períodos de sequía en todo el país y los científicos también los han atribuido al cambio climático.

Los últimos 10 años, el país fue afectado por períodos prolongados y atípicos de sequía, que afectaron gran parte del territorio, resultando una intensa crisis hídrica que afectó a miles de municipios, entre ellos muchos de Morelos.

Contrastando los resultados de los municipios que declararon situación de crisis hídrica con las fuentes de abastecimiento de agua utilizadas, se observa que las ciudades abastecidas exclusivamente por aguas subterráneas (46%) fueron menos impactadas por la larga sequía, que aquellas abastecidas exclusivamente por agua superficial (27%).

Tratándose de nuestra entidad, la mayor parte de los municipios han pasado por una crisis de agua. De estos, algunos utilizaron aguas superficiales y una menor parte, utilizaron aguas subterráneas. Esto demuestra cómo los sistemas de suministro que utilizan agua subterránea son más resistentes en largos períodos de sequía.

La mayor resiliencia de los municipios abastecidos por aguas subterráneas se debe a que los acuíferos almacenan de forma natural grandes volúmenes de agua, lo que permite sostener largas y continuas extracciones de agua, incluso en ausencia de recarga por lluvias. Las aguas superficiales, por otro lado, son extremadamente vulnerables a las sequías.

De esta manera, las ciudades y el campo podrían estar mejor preparados para enfrentar las sequías si se incorporaran las aguas subterráneas de manera integrada con los recursos hídricos superficiales a los sistemas de abastecimiento.

Los acuíferos pueden regular el suministro de agua de fuentes que son más vulnerables a la sequía, como ríos, represas y lagos. Así, una entidad hidrológicamente más segura podría beneficiarse de estrategias conjuntas, es decir, que incluyan el uso y distribución de aguas superficiales y subterráneas.

Durante los períodos de aguas altas, se podría intensificar la extracción de agua superficial, mientras que en la estación seca, el agua subterránea podría ser la principal opción.

Por otra parte, el exceso de agua superficial tratada podría usarse para recargar acuíferos a fin de compensar el almacenamiento perdido de la última sequía a través de sistemas de recarga artificial.

En regiones sujetas a largos períodos secos, la situación crítica de vaciado de los embalses ha sido superada, en algunos lugares del mundo, con la implementación de abastecimientos alternativos de agua, incluyendo principalmente el uso de aguas subterráneas.

En conclusión, las aguas subterráneas son una alternativa fundamental de cualquier plan hídrico. Al margen de las estadísticas oficiales de saneamiento, las ciudades y el campo han ido recurriendo paulatina y silenciosamente a este recurso para satisfacer sus necesidades hídricas, viabilizar sus negocios y mejorar la calidad de vida de la población.

El agua subterránea es generalmente más barata y más accesible que la superficial para los usuarios pequeños y medianos. Al estar en casi todas partes, permiten que su uso no necesite líneas de conducción largas y costosas.

Al estar los acuíferos bajo la superficie, fuera de la vista, este recurso es ignorado por la sociedad y los gobiernos, lo que pone en peligro su gestión y control social.

Más del 88% de los pozos son desconocidos, es decir, no se encuentran en ningún registro oficial de los órganos de gestión, que son los encargados de controlar el acceso y uso del recurso. Esta estadística enmascara aún más la importancia de las aguas subterráneas, lo que implica daños sociales, ambientales y económicos para la sociedad.

Estratégicamente, es necesario analizar el recurso hídrico subterráneo desde dos perspectivas. El primero se trata de la gran capacidad de almacenamiento de los acuíferos, que asegurarían y regularían el abastecimiento de las ciudades, así como el riego, incluso en largos periodos de sequía, fenómeno que tiende a agravarse ante el cambio climático global. La segunda es que, en el contexto hídrico actual, las aguas subterráneas se han vuelto imprescindibles.

Es importante señalar que el uso adecuado de las aguas subterráneas requiere conocimientos técnicos y debe cumplirse con trámites legales, como el registro del pozo, la obtención de la concesión, el posible cobro por el uso del recurso hídrico y el control de la calidad del agua extraída.

El incumplimiento de los requisitos legales puede generar responsabilidad ambiental para el usuario, lo que implica, por ejemplo, el pago de multas o incluso el cierre del pozo. Por ello, antes de perforar un pozo, cualquier interesado en explotar aguas subterráneas debe consultar las condiciones legales con el organismo encargado de la gestión de los recursos hídricos del Estado (Comisión Estatal del Agua, Ceagua).

En definitiva, el no reconocimiento de la importancia de las aguas subterráneas, dado el carácter oculto de este recurso, hace que su gestión sea limitada y esté marcada por graves carencias. Además de los riesgos de extraer agua por encima de las capacidades del acuífero, existen también problemas de degradación de la calidad. En este sentido, uno de los mayores impactos es el derivado de la falta de alcantarillado sanitario o el mantenimiento insuficiente de las redes de recolección existentes.

Desconocemos con precisión la cantidad de metros cúbicos de aguas residuales que se inyectan a los acuíferos, contaminandolos y restringiendo la disponibilidad de agua subterránea para las poblaciones.

La adecuada gestión y protección de los recursos hídricos subterráneos requiere, sobre todo, del conocimiento de su potencial y de su aprovechamiento actual.

Hoy adquiere más que nunca valor y trascendencia la máxima popular que con respecto al agua y su conservación, marca la ruta única para la vida: Saber para proteger.


El cambio climático global se refiere a cambios significativos en las precipitaciones, la temperatura, la evaporación y la humedad en relación con los valores históricos de una región. Las causas de estos cambios están asociadas al calentamiento que viene experimentando el planeta como consecuencia del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de las actividades humanas, especialmente en las últimas tres décadas.

En nuestro país, los efectos observados han sido el aumento en la presencia de extremos climáticos, con lluvias fuertes e intensas durante la estación húmeda y lluvias reducidas, especialmente irregulares en las estaciones secas.

Se han producido largos y anómalos períodos de sequía en todo el país y los científicos también los han atribuido al cambio climático.

Los últimos 10 años, el país fue afectado por períodos prolongados y atípicos de sequía, que afectaron gran parte del territorio, resultando una intensa crisis hídrica que afectó a miles de municipios, entre ellos muchos de Morelos.

Contrastando los resultados de los municipios que declararon situación de crisis hídrica con las fuentes de abastecimiento de agua utilizadas, se observa que las ciudades abastecidas exclusivamente por aguas subterráneas (46%) fueron menos impactadas por la larga sequía, que aquellas abastecidas exclusivamente por agua superficial (27%).

Tratándose de nuestra entidad, la mayor parte de los municipios han pasado por una crisis de agua. De estos, algunos utilizaron aguas superficiales y una menor parte, utilizaron aguas subterráneas. Esto demuestra cómo los sistemas de suministro que utilizan agua subterránea son más resistentes en largos períodos de sequía.

La mayor resiliencia de los municipios abastecidos por aguas subterráneas se debe a que los acuíferos almacenan de forma natural grandes volúmenes de agua, lo que permite sostener largas y continuas extracciones de agua, incluso en ausencia de recarga por lluvias. Las aguas superficiales, por otro lado, son extremadamente vulnerables a las sequías.

De esta manera, las ciudades y el campo podrían estar mejor preparados para enfrentar las sequías si se incorporaran las aguas subterráneas de manera integrada con los recursos hídricos superficiales a los sistemas de abastecimiento.

Los acuíferos pueden regular el suministro de agua de fuentes que son más vulnerables a la sequía, como ríos, represas y lagos. Así, una entidad hidrológicamente más segura podría beneficiarse de estrategias conjuntas, es decir, que incluyan el uso y distribución de aguas superficiales y subterráneas.

Durante los períodos de aguas altas, se podría intensificar la extracción de agua superficial, mientras que en la estación seca, el agua subterránea podría ser la principal opción.

Por otra parte, el exceso de agua superficial tratada podría usarse para recargar acuíferos a fin de compensar el almacenamiento perdido de la última sequía a través de sistemas de recarga artificial.

En regiones sujetas a largos períodos secos, la situación crítica de vaciado de los embalses ha sido superada, en algunos lugares del mundo, con la implementación de abastecimientos alternativos de agua, incluyendo principalmente el uso de aguas subterráneas.

En conclusión, las aguas subterráneas son una alternativa fundamental de cualquier plan hídrico. Al margen de las estadísticas oficiales de saneamiento, las ciudades y el campo han ido recurriendo paulatina y silenciosamente a este recurso para satisfacer sus necesidades hídricas, viabilizar sus negocios y mejorar la calidad de vida de la población.

El agua subterránea es generalmente más barata y más accesible que la superficial para los usuarios pequeños y medianos. Al estar en casi todas partes, permiten que su uso no necesite líneas de conducción largas y costosas.

Al estar los acuíferos bajo la superficie, fuera de la vista, este recurso es ignorado por la sociedad y los gobiernos, lo que pone en peligro su gestión y control social.

Más del 88% de los pozos son desconocidos, es decir, no se encuentran en ningún registro oficial de los órganos de gestión, que son los encargados de controlar el acceso y uso del recurso. Esta estadística enmascara aún más la importancia de las aguas subterráneas, lo que implica daños sociales, ambientales y económicos para la sociedad.

Estratégicamente, es necesario analizar el recurso hídrico subterráneo desde dos perspectivas. El primero se trata de la gran capacidad de almacenamiento de los acuíferos, que asegurarían y regularían el abastecimiento de las ciudades, así como el riego, incluso en largos periodos de sequía, fenómeno que tiende a agravarse ante el cambio climático global. La segunda es que, en el contexto hídrico actual, las aguas subterráneas se han vuelto imprescindibles.

Es importante señalar que el uso adecuado de las aguas subterráneas requiere conocimientos técnicos y debe cumplirse con trámites legales, como el registro del pozo, la obtención de la concesión, el posible cobro por el uso del recurso hídrico y el control de la calidad del agua extraída.

El incumplimiento de los requisitos legales puede generar responsabilidad ambiental para el usuario, lo que implica, por ejemplo, el pago de multas o incluso el cierre del pozo. Por ello, antes de perforar un pozo, cualquier interesado en explotar aguas subterráneas debe consultar las condiciones legales con el organismo encargado de la gestión de los recursos hídricos del Estado (Comisión Estatal del Agua, Ceagua).

En definitiva, el no reconocimiento de la importancia de las aguas subterráneas, dado el carácter oculto de este recurso, hace que su gestión sea limitada y esté marcada por graves carencias. Además de los riesgos de extraer agua por encima de las capacidades del acuífero, existen también problemas de degradación de la calidad. En este sentido, uno de los mayores impactos es el derivado de la falta de alcantarillado sanitario o el mantenimiento insuficiente de las redes de recolección existentes.

Desconocemos con precisión la cantidad de metros cúbicos de aguas residuales que se inyectan a los acuíferos, contaminandolos y restringiendo la disponibilidad de agua subterránea para las poblaciones.

La adecuada gestión y protección de los recursos hídricos subterráneos requiere, sobre todo, del conocimiento de su potencial y de su aprovechamiento actual.

Hoy adquiere más que nunca valor y trascendencia la máxima popular que con respecto al agua y su conservación, marca la ruta única para la vida: Saber para proteger.