/ lunes 13 de septiembre de 2021

A 20 años del 11 de septiembre

El pasado sábado 11 de septiembre se cumplieron 20 años del ataque a las Torres Gemelas en Nueva York por parte del grupo terrorista Al Qaeda en donde murieron casi 3,000 personas; ese martes el mundo cambió y los intereses de la nación más poderosa se volcaron a una tierra que estaba, por así decirlo, olvidada. Los vecinos del norte no imaginaron jamás que alguien se atreviera a atacarles en su propio territorio después de haber ganado la segunda guerra mundial y la guerra fría, sin embargo, esa confianza se vio vulnerada con los ataques sufridos a manos de terroristas que tenían como bandera la lucha contra occidente y su máximo representante: Estados Unidos de América.

Pero, existen varias interrogantes del por qué de estos ataques, sobretodo, porque nadie se había atrevido a vulnerar la estabilidad mostrada por la potencia mundial y líder del nuevo orden global, de hecho, después de lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki casi 60 años antes del atentado en los Estados Unidos, nadie, ningún gobierno o país se imaginaría lo ocurrido aquella mañana en el Pentágono, en las Torres Gemelas en Nueva York y en Pensilvania donde un total de cuatro aviones fueron secuestrados y destruidos en un ataque coordinado.

Todo fue un caos, la noticia, la respuesta del gobierno, el presidente Bush, las calles de Nueva York y la información que se filtraba segundo a segundo en un mundo que incrédulo transmitía en vivo la catástrofe. Los efectos provocados fueron terminantes y, para noviembre de 2001, los Estados Unidos y sus aliados habían iniciado la guerra en Afganistán con el objetivo de encontrar a Osama Bin Laden, identificado como máximo responsable del ataque terrorista. Fue entonces que el gobierno Talibán había colapsado y la esperanza de llevar un régimen democrático en el país asiático se hacía cada vez más cercano, claro, desde el punto de vista occidental.

El problema no fue pelear una guerra e invadir Afganistán, sino que el gobierno estadounidense y sus aliados no se imaginaron que la resistencia de los derrocados duraría dos décadas y que el súbito interés de luchar en contra del terrorismo se iría opacando poco a poco con el transcurso de los años. No quiero decir que esta lucha no sea importante ahora, pero el mundo siguió girando y, con ello, se presentaron nuevos problemas que no solamente tenían que ver con Osama Bin Laden y Al Qaeda, pero que si tenían que ver con los ciudadanos que poco o nada sabían, con el paso de los años, de una guerra que ya no era tan importante como lo fue en un inicio.

El mundo, la economía, la sociedad y los gobiernos siguieron su curso y tuvieron que enfrentar problemas nuevos que comprometían no solo la muerte de ciudadanos por ataques terroristas (como el caso de Madrid, Londres, París o Bruselas), sino por aquellos provocados por la crisis económica de 2008 o la guerra comercial iniciada por los chinos para ganarle mercado a los gigantes de Norteamérica en un mundo que debía afrontar la recuperación económica y que no podía detenerse a llorar a los muertos por un problema que no era suyo; como si fuera poco, el BREXIT y la pandemia del COVID-19 han puesto en jaque a las economías y los gobiernos de todos el orbe, logrando así que Estados Unidos y las grandes potencias mundiales que participaron en la guerra contra el terrorismo reorientaran sus intereses en nuevas zonas y espacios donde Afganistán ya no era prioridad, provocando que el mundo se interesara, sin preocuparse, por el regreso de los talibanes al gobierno de un país que fue cuna, hace 20 años, del ataque terrorista más grande que ha sufrido la nación que lo ganó todo en el siglo pasado.

El pasado sábado 11 de septiembre se cumplieron 20 años del ataque a las Torres Gemelas en Nueva York por parte del grupo terrorista Al Qaeda en donde murieron casi 3,000 personas; ese martes el mundo cambió y los intereses de la nación más poderosa se volcaron a una tierra que estaba, por así decirlo, olvidada. Los vecinos del norte no imaginaron jamás que alguien se atreviera a atacarles en su propio territorio después de haber ganado la segunda guerra mundial y la guerra fría, sin embargo, esa confianza se vio vulnerada con los ataques sufridos a manos de terroristas que tenían como bandera la lucha contra occidente y su máximo representante: Estados Unidos de América.

Pero, existen varias interrogantes del por qué de estos ataques, sobretodo, porque nadie se había atrevido a vulnerar la estabilidad mostrada por la potencia mundial y líder del nuevo orden global, de hecho, después de lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki casi 60 años antes del atentado en los Estados Unidos, nadie, ningún gobierno o país se imaginaría lo ocurrido aquella mañana en el Pentágono, en las Torres Gemelas en Nueva York y en Pensilvania donde un total de cuatro aviones fueron secuestrados y destruidos en un ataque coordinado.

Todo fue un caos, la noticia, la respuesta del gobierno, el presidente Bush, las calles de Nueva York y la información que se filtraba segundo a segundo en un mundo que incrédulo transmitía en vivo la catástrofe. Los efectos provocados fueron terminantes y, para noviembre de 2001, los Estados Unidos y sus aliados habían iniciado la guerra en Afganistán con el objetivo de encontrar a Osama Bin Laden, identificado como máximo responsable del ataque terrorista. Fue entonces que el gobierno Talibán había colapsado y la esperanza de llevar un régimen democrático en el país asiático se hacía cada vez más cercano, claro, desde el punto de vista occidental.

El problema no fue pelear una guerra e invadir Afganistán, sino que el gobierno estadounidense y sus aliados no se imaginaron que la resistencia de los derrocados duraría dos décadas y que el súbito interés de luchar en contra del terrorismo se iría opacando poco a poco con el transcurso de los años. No quiero decir que esta lucha no sea importante ahora, pero el mundo siguió girando y, con ello, se presentaron nuevos problemas que no solamente tenían que ver con Osama Bin Laden y Al Qaeda, pero que si tenían que ver con los ciudadanos que poco o nada sabían, con el paso de los años, de una guerra que ya no era tan importante como lo fue en un inicio.

El mundo, la economía, la sociedad y los gobiernos siguieron su curso y tuvieron que enfrentar problemas nuevos que comprometían no solo la muerte de ciudadanos por ataques terroristas (como el caso de Madrid, Londres, París o Bruselas), sino por aquellos provocados por la crisis económica de 2008 o la guerra comercial iniciada por los chinos para ganarle mercado a los gigantes de Norteamérica en un mundo que debía afrontar la recuperación económica y que no podía detenerse a llorar a los muertos por un problema que no era suyo; como si fuera poco, el BREXIT y la pandemia del COVID-19 han puesto en jaque a las economías y los gobiernos de todos el orbe, logrando así que Estados Unidos y las grandes potencias mundiales que participaron en la guerra contra el terrorismo reorientaran sus intereses en nuevas zonas y espacios donde Afganistán ya no era prioridad, provocando que el mundo se interesara, sin preocuparse, por el regreso de los talibanes al gobierno de un país que fue cuna, hace 20 años, del ataque terrorista más grande que ha sufrido la nación que lo ganó todo en el siglo pasado.